MARIPOSA
Tu sexo,
una mariposa negra.
Y no hay metáfora:
entró por la ventana
y fue a posarse
entre tus piernas.
PALABRAS POR DOS HOMBRES
Dos hombres caminan por la playa
una tarde cualquiera de un invierno cualquiera.
Recorren largos trechos en silencio.
De vez en cuando, alrededor de un gesto,
aparece el hilo de su conversación.
Los dos visten de gris, a tono con el mar desabrigado.
El de la izquierda es más alto.
El de la derecha deja huellas más hondas.
Cerca de la escollera se detienen.
El hombre de la derecha, con una rama,
dibuja en la arena media botella de vino,
queso, rebanadas de pan y la palabra voces.
El de la izquierda es Roberto Juarroz.
El de la derecha existe sólo
en la imaginación de Roberto Juarroz.
BAJO CERO
En los pensamientos del suicida hay un vacío
que sólo se llena con temperaturas bajo cero.
Los pensamientos del suicida no son rápidos
ni brumosos: únicamente son fríos.
La mente no está en blanco: está congelada.
Aparece, con filo de navaja, una sensación de
tranquilidad que se presiente interminable.
Con el cerebro convertido en iceberg nada se
recuerda. Ni la piel más querida, ni el nombre
de los hijos, ni los abrasamientos de la poesía.
El suicida es la viva imagen de la soledad.
Nadie acude a ese trozo de hielo que una bala
cruza de polo a polo.
Aun en los trópicos, cuando alguien se suicida,
comienza tristemente a nevar.
PREGUNTA
Para Miguel Kolteniuk
Pregunta si tus padres
dejaron de quererse al engendrarte.
De ser así, nunca verás la luz
con buenos ojos y tendrás
que inventarla cada día.
GATARSIS
Todos los gatos son hijos de perra. Sobre todo las gatas. Entran y salen a su antojo, no se pueden domesticar y sienten debilidad por los espejos estrellados.
Se alimentan de rosas, desprecian las sinfonías de Haydn, afilan uñas en labios menores y orinan zapatos ortopédicos.
He conocido gatos que odian la carne de pescado pero duermen al sol, durante horas, dentro de una pecera.
Son infieles por naturaleza. Su principal ocupación, en noches despejadas, es arañar el rostro de la luna.
Si un gato vomita cuando te internas en su territorio, indica que tu signo del zodiaco no es afín al suyo, o bien, que no ha probado leche de mujer ni tinta china.
Los gatos se divierten reventando globos.
Las gatas prefieren los condones.
Si castras a un gato, se convierte en cantante de ópera.
Si azotas a una gata, se transforma en tu sombra.
Los gatos negros son de mala suerte. Los blancos, amarillos, grises o pardos, también.
Resisten atropellamientos, tijeretazos, puntapiés, venenos para ratas, caídas de rascacielos. Lo infalible es meterlos en un costal, colgarlos de un árbol y apedrearlos.
RECLAMO NOCTURNO DEL GATO MACHO
A José Luis Cuevas
y, de paso, al ejército de los salieris
La tormenta sacude los tanques de gas.
Los golpea, los moja, les presta algo
parecido a la vida.
No hay hembras, ni jóvenes ni viejas,
cuando empieza a llover de esta manera
sobre la capital.
¿Podrá excitarme guardar el equilibrio
en las cornisas de los edificios?
No hay restos de zapatillas ni de abrigos
ni de mapas trazados por la orina.
(He perdido el olfato e ignoro la utilidad
de la memoria.)
Con los ojos cerrados de par en par
busco sus huellas, las cajas de cartón
donde establecen galerías.
Pero no hay nada. Ni siquiera un mundo
de muñecos despiertos
ni un inframundo de fantasmas dormidos.
Ni una garganta libre ni una espina dorsal
donde se traben las mandíbulas.
Con los cilindros no se cuenta para afilar las uñas
y en las jaulas no flotan
blusas transparentes ni abundan los postizos
de terciopelo negro.
Enfrente, en los frigoríficos de la clínica,
veo cuerpos abiertos en canal.
Brillan las vísceras por lo que baja
de las lámparas y se opacan por lo que sale
de las máscaras de buitre
usadas por los médicos.
Por muy fuertes que sean, las dominantes saben
de guerras intestinas perdidas de antemano,
de quistes, de vaciados, del crecimiento
casi vegetal del endometrio.
Y es que las gatas sangran con frecuencia.
¿Es un castigo o algo así como un cambio de piel
o de plumaje?
Ni el aire frío ni el tufo de anestesia
ahuyentan los deseos.
Vivas o muertas, me gustaría montar
a veinte gatas.
Al apagar la luz, extraño el ruido
de su lengua-mosca.
Quiero ver sus encías en el cielo,
atravesadas por las agujas del otoño.
Quiero que salgan de los montones de basura
a transitar mi nombre, a pronunciarlo
como si estuvieran a la mitad
de un parto placentero.
Quiero que las echen de las funerarias
y de los salones de baile.
De la rapidez de las ambulancias
y de la lentitud de las alcobas,
donde cohabitan con perros disfrazados
de gatos enfermizos.
Salgan, leonas lisiadas de pelaje nítido
y ojos insoportables.
Vengan a verme solo, jugando con mi amnesia
o con un puñado desechable
enrojecido tal vez por unos labios.
Vengan. Necesito una pluma o una espalda
o el papel arrugado de su vientre.
Me faltan sus tintas en racimo,
su gordura vidriada, su sexo encanecido.
Vengan. La azotea es un templo vacío
a medianoche.
No hay espejos ni vendas ni gas en los cilindros.
El tiempo es un sonido giratorio
donde la única eternidad
es la hembra ausente.
Francisco Hernández (San Andrés Tuxtla, México, 1946). Su obra ha recibido importantes reconocimientos como el Premio Nacional de Poesía de Aguascalientes, el Premio Carlos Pellicer y el Premio Xavier Villaurrutia. Autor, entre otros, de los siguientes libros: Gritar es cosa de mudos, 1974; Mar de fondo, 1982; Moneda de tres caras, 1994; Antojo de trampa, 1999; Soledad al cubo, 2001; Diario sin fechas de Charles B. Waite, 2006; Mi vida con la perra, 2007; Población de la máscara, 2010; Una forma escondida tras la puerta, 2012. En 2016, Fondo de Cultura Económica editó su poesía reunida en dos tomos bajo el título En grado de tentativa.