EL MONJE COPISTA
Tengo el vicio secreto de conversarme adentro
con un lenguaje exento de figuras retóricas. No importa en qué momento, sola o
acompañada,
con tanta perfección que nadie se da cuenta pues me hablo con naturalidad
pero sin emitir aquello que me sé. Incluso a veces escribo con el dedo
cualquier palabra clave sobre una piel desnuda en medio de la noche entre frases de
amor.
Es que me dan alergia los sensatos de buena voluntad,
los prácticos consejos que siempre llegan tarde, el aprecio y la mirada comprensiva
del que pretende que me le parezca. Estoy acostumbrada a disfrutar
del vértigo de andar sobre la cuerda floja pero sin patetismo ni ridículas frases
o cursis conclusiones. Prefiero vomitar mis resacas sin palabras, sin ruido.
Escribo frases invisibles que solo yo puedo leer. Grito, pero nada se escucha.
Me voy perfeccionando en el silencio.
EN MEMORIA DE ELLOS
Los poetas poetas
mueren en vida o se suicidan
o se entregan al virus de las tres iniciales
o abren las puertas al cangrejo que camina de lado
y los devora internamente como si fuera un gran amor.
Los poetas poetas,
los que desprecian las certezas,
los aguafiestas, los que visten tan mal,
son los que eligen arder como en la alquimia
para crear los mundos imposibles
que sustituyan la sonrisa forzada,
la mediocre metáfora,
el premiecito que los compra,
la otra mejilla puesta para la bofetada
del que administra las medallas y el hambre.
Los poetas poetas se arriesgan al olvido,
la peor de las muertes.
ANA MAGDALENA BACH
Para Marinieves Alonso
Ella sube despacio la escalera,
peldaño tras peldaño con sigilo
para evitar que la madera cruja.
Él trabaja en el cuarto de arriba, componiendo.
Ella le lleva la modesta cena
pero no quiere distraerlo, que no se sobresalte,
no vaya a ser que huya desconcertada
la celestial inspiración.
Por el espacio debajo de la puerta
ve filtrarse la luz y la armonía:
no sabe si es la vela que alumbra débilmente la estancia
o la iluminación divina que lo envuelve.
Lo imagina llenando el pentagrama
dirigido por la mano de un ángel.
No se atreve a llamar.
Coloca, silenciosa, la bandeja en el suelo.
Ignora, en su inocencia,
que a veces Dios en la sopa caliente ofrece al otro lado de una puerta.
LA ÚLTIMA CENA
tú me mueves, Señor, muéveme el verte
SANTA TERESA DE ÁVILA
Arde el corazón
como un trozo de hielo entre las manos
que va quemando la piel hasta llegar al hueso
donde la médula del alma, lentamente,
se consume de un frío abrasador
duele como el Dolor que aún lo llevas contigo
el de todos nosotros
que seguimos compartiendo el escarnio
quién golpea los clavos
y solidificó el agua de la Vida
en el espanto de la desesperanza
la amplia noche tembló sobre Tu cuerpo
en la cruz en lo alto de la desolación
quién los sigue golpeando
dentro del corazón de cada uno
y la ceniza ardiente cayó sobre la historia
dejada a la intemperie sin el punto final
que hemos sido incapaces de escribir
por aquellos de entonces y nosotros ahora
porque arden las palabras en los labios
las manos ateridas por el hielo y el fuego
no pueden sostener el lápiz de la Vida
ni soportar la imagen
del mendrugo de pan sobre la mesa
pues es lo que ha quedado
tras la cena abundante del Amor.
RESQUICIOS
Esas ranuras intermedias
entre los espacios de la mañana y de la tarde,
los de la extensa franja horaria de la noche
no se toman en cuenta
como si los sucesos que realmente importan
no ocurrieran en esos estrechos pasadizos
donde se escurre
esto que somos o que creemos ser
con cierta ingenua certidumbre.
Nos perdemos innumerables veces
por los resquicios que apenas se perciben
en veinticuatro horas,
donde un relámpago de luz
deshace de pronto los espacios
y nos quedamos atrapados en una curva de la vida.
DESAFÍO DEL LUGAR COMÚN
Por fin no tengo que preparar la cena
ni recordarte las más mínimas cosas
que tenías el vicio de olvidar;
ya no te doy esos inútiles consejos,
tanta palabrería
para que luego hicieras tu realísima gana;
tampoco tengo que aguantar
tus expresiones de angustia o de rabieta:
lo insoportable que a veces resultabas.
Pero no logro sacarte de mi alma,
te llevo impregnada entre mis vísceras
aunque las sábanas ya no tienen tu olor
pero yo sí lo guardo entre mi piel
y abrazo tu sudor y tu melancolía
tu entrega de película
el dulce acento de ese norte asturiano
donde nunca viviste.
Qué le vamos a hacer,
al corazón hay que llamarlo corazón,
no hay un sinónimo, aunque sí una metáfora:
esa casa hecha ruinas que se mantiene en pie
porque la habita tu rostro en las paredes;
y al dolor hay que buscarle un símil:
como una espina en la planta del pie
que se me clava más cuando camino
desde que te marchaste.
TRES SONETOS PARA JULIA
A Julia Peña, por el milagro
EL PRIMER DÍA
Dame tu mano para hallar la mía,
dame tu luz para aclarar mi sombra,
dame el vocablo con el que se nombra
lo que disuelve la melancolía.
Inauguras mi vida cada día
con un nuevo milagro que me asombra;
tu amor es una fuerza que renombra
lo que no tiene nombre todavía.
Me acojo a tu esperanza, agradeciendo
el don que ha permitido reencontrarte
para tratar de ir reconstruyendo
una totalidad para entregarte,
un sentido, un presente, convirtiendo
el caos en un orden para amarte.
EL DÍA SIGUIENTE
Tu cuerpo yace exhausto, humedecido
tras la dulce batalla terminada:
estás ahora como entresacada
del contexto en el que habías vivido.
Tu pasado ha quedado diluido,
entremezclado en la difusa nada;
tu biografía ha sido reiniciada
a partir del presente compartido.
Pero es mi necesidad tan perentoria
que imagino que siempre has sido mía,
que tu vida comienza en esta historia
como si fueras nueva cada día,
y yo te guardo así en la memoria
envolviéndote en mi melancolía.
DON DE CONTINUIDAD
Pasan suaves los días y persiste
la paz en forma de continuidad,
añadiendo la buena voluntad
de que exista por siempre lo que existe.
No más en el pasado en el que fuiste
un tú sin mí en otra realidad:
el presente se vuelve eternidad
y de ahora continuo se reviste.
Un tiempo detenido, este momento
que simplemente se halla prolongado,
un relámpago fuerte pero lento
suspendido en el cielo, recortado
en todo su fulgor, detenimiento
de un futuro en presente conjugado.