HOMBRES DE BOLSILLO
Los hombres de bolsillo son pequeños,
visten de oscuro
y corren peligro de ser confundidos con ratones.
No obstante, son inofensivos
y es débil su chillido.
Se limitan a cumplir,
no más, no más.
Como buenos relojitos caminan por la calle.
¡Qué lindos muñequitos de cuerda,
qué monos!
No sienten la cadena que va desde su cuello
hasta el chaleco de los dioses
ni la mano que tranquila
los guarda en el bolsillo.
(de La espada de san Jorge)
TENTACIONES EN EL CINE [MIRANDO SEVEN YEAR ICH]
Señor:
devuélveme la luz
a cualquier precio.
Mira:
una noche
descendí
a la noche de un cine.
La imagen que allí se apareció
era más bella
que la virgen:
irradiaba tanta luz
que causó la envidia de la copa
–su vestido.
Dos gardenias (sentadas junto a mí) se marchitaron.
¿Por qué los pies brillaban más
que el charol de los zapatos?
Los subtítulos decían:
Si roca de cristal no es de Neptuno,
Pavón de Venus es, cisne de Juno.
Pero aunque el ángel era custodiado
por arcángel de saco y sombrero,
el Diablo –disfrazado de viento–
metió sus dedos
debajo de la falda,
que luego levantó
para mostrarnos
el incendio
del templo.
Tanto ardían las desnudas columnas
que el pequeño cardenal
que siempre me acompaña
se puso aún más rojo
...a noticia de todos llegó que era el día del Juicio, fue de ver cómo los lujuriosos no querían que los hallasen sus ojos, por no llevar al tribunal testigos contra sí...
y yo a gatas buscaba, entre carcajadas y aplausos,
la salida del infierno.
(de La espada de san Jorge)
UTOPÍA
Afrodita Luna, directora del plantel,
es amada y codiciada por nosotros,
ilustres licenciados.
Ella prefiere, sin embargo, los brazos
–pequeños y peludos–
de su gato,
el intendente.
(de La espada de san Jorge)
PALABRA DE CORRECTOR
Señor:
Bendice a los redactores improvisados,
bendice también los dedos de las tipógrafas
que bailan sobre las teclas;
bendice, especialmente, a los escritores sin ortografía,
porque gracias a ellos existimos los correctores.
Señor, hiciste un mundo apresurado.
Ninguna obra maestra, debes saberlo,
se escribe en siete días.
Por si decides corregir tu creación
te dejo mi tarjeta.
(de El poeta regañado por la musa)
ALCANCÍA
Cada domingo arrojaba al mar
la moneda que recibía
de la mano paterna.
Y cuando aquellos peces de plata
desbordaban su continente,
mis manos, como una red,
levantaban la pesca.
La Tierra, con sus islas calcadas a mano,
carabelas y tritones, era mi alcancía.
El dinero jamás alcanzó para un viaje.
Para surcar las aguas
del globo que giraba
dentro de cuatro paredes,
bastaba con lanzar al aire
una moneda imaginaria.
(de Habitante de los parques públicos)
INSCRIPCIÓN
Se entregó en cuerpo y alma a la poesía;
fue inmortal mientras vivió.
(de Coliseo)
LA CONQUISTA DEL ESPACIO
Aun distantes, las estrellas se parecen a tus ojos.
“Otra expedición al cielo,”
anuncian sin emoción los medios.
No son aventureros los tripulantes.
Los remos son teclas
que oprimen los astronautas, los ingenieros electrónicos,
los políticos del Espacio.
(No buscan tesoros sagrados
sino una verdad menos candente.)
Para ellos Júpiter, Saturno, Venus y Mercurio
no son deidades
–no influyen en nuestras emociones–;
tan sólo son puntos donde puedan clavar un estandarte.
¿Cuándo volará un poeta
en una nave de la NASA,
que cante la guerra desatada por dos opuestos
y a la belleza inédita de tan distantes paisajes?
No importa:
Homero fundó el mito de Occidente
sin haber visto jamás las murallas de Troya.
(Con ojos sellados presenció el descenso de los dioses.)
Yo canto a las constelaciones
sin saber leer los mapas
y sin haberme envuelto
en el manto
de ninguna galaxia.
He viajado más lejos, más allá de las ciencias exactas:
ayer me acerqué al enigma de tus ojos abiertos.
(de Coliseo)
EL OLOR DE LAS CIUDADES
A los turistas nos irritan los malos olores.
No nos lleves, guía, a los establos
de Napoleón
ni a las caballerizas del Duque de Wellington;
no nos lleves a Waterloo,
donde la hierba aún hiede a sangre
y las moscas perturban
tanto a los muertos
como a los vivos.
Somos personas higiénicas,
con las vacunas en regla.
Somos la estirpe de los grandes museos.
¿Por qué no nos invitas a otros campos?
Por ejemplo, a presenciar La batalla de San Romano,
de Paolo Uccello,
donde los corceles vivos permanecen de pie
y los heridos huelen a óleo,
o condúcenos ante las Yeguas y potros en un paisaje,
de George Stubbs,
para que aspiremos su estético abono
y con ese souvenir regresemos
a nuestra patria.
(de Clase turista)
UNA MAÑANA DE DOMINGO EN NUEVA YORK
Al salir esa mañana de domingo
de la Tower Records,
la vasta cúpula azul se abría
ante el solo de un sax tenor
soplado por el Coleman Hawkins de aquella esquina
recubriendo Manhattan entera.
Música nocturna que doraba muros matinales.
Esa luz nos recordó los domingos vacíos
en los lienzos de Edward Hopper.
“¿Podremos habitar ese cuadro?”
“Aunque paguen, los turistas
sólo pueden ver, no tocar”,
decía el letrero.
(de Clase turista)
ICE CREAM
Compré dos bolas de helado.
La punta de mi lengua lamió esas dulces cúpulas
y Manhattan toda se estremeció.
(de Clase turista)
MONTE ALBÁN MÁGICO
A Julio Ramírez
Al escalar la pirámide más alta
me dejo caer en otro mundo
y pido a otro turista que me tome fotos
para llevar de regreso a la Tierra.
Salgo de un recinto para acceder
al edificio de Los Danzantes
y escucho a un niño
contar a extranjeros,
a cambio de una moneda,
leyendas no escritas.
Sé que este planeta mágico
se llama Monte Albán.
Muerdo un champiñón
y en flor de loto me elevo.
Un tipo interrumpe mi viaje.
“¿Dónde está el baño?”
No entiendo por qué los dioses
permiten la entrada
a turistas despistados.
(de Clase turista)
TESTAMENTO DE CLARK KENT
[I. El secreto de Clark Kent]
Vio pasar las estaciones detrás de una ventana
corrigiendo noticias detrás de su máquina.
En silenció amó a Luisa, la reportera del Daily Planet
–veloz criatura sin alas.
Pero en sus ratos libres
a escondidas extendía su bermejo capote
y, despojado del antifaz de cristal,
ascendía a los dominios donde el arcángel pacta con el águila.
Desde esa cúpula ejerció a su modo el poder y la justicia:
Su mano abierta desvió el misil,
su mano cerrada borró mapas,
su rayo láser abrió cuerpos.
En sueños aconsejó a Luisa
siempre mostrar la verdad bajo la pluma.
Después de enfrentar al ave del manto sombrío
retornaba a su escritorio a corregir
–sobre su propia leyenda, escrita por otros–
comas, puntos mal colocados, ortografía incorrecta.
A nadie confió su secreto.
Se jubiló sin recibir aplausos.
Luisa –La Distante–
no pudo asistir a la despedida:
redactaba una historia sobre aquella inalcanzable criatura,
la del tímido plumaje escarlata.
[IV. La madre evoca]
Era un niño normal, como todos.
Después de sus labores escolares,
mientras otros hacían rodar su bicicleta,
mi hijo volaba muy bien y muy alto.
pero, ya ve usted, mientras uno crece
le hacen trizas los sueños,
ya en el colegio, ya en oficinas,
los amigos, las mujeres.
Mi Clark no vuela más.
Ahora es un hombre de bien,
anclado a un paralítico escritorio;
un hombre, como dicen,
con los pies en la Tierra.
[IX. Luisa Lane se queja]
Estoy harta de verlo volar,
de verlo sostener estúpidos puentes
o apagando incendios
a horas de estar en la cama.
No soporto más su ridículo capote
de mago de fiestas infantiles.
Estoy a punto de pedirle el divorcio,
de buscarme un sujeto normal, sedentario,
que coleccione corbatas;
un perro faldero que mueva la cola
cuando le grite por su nombre.
[XI. Más allá de Smallville]
Más allá de Smallville,
del pleito de copas
y del duelo de bastoneras;
más allá de la granja feliz,
de los dibujos animados
y de los estadios de beisbol,
giran otros planetas.
Más allá de Smallville también hay plantaciones,
pozos que arden,
ciudades bombardeadas.
Hay países habitados por esqueletos
y Kal-El no los ha visto nunca,
no está escrito en los diarios de Smallville.
Aunque se eleva por los aires
y su vista es de águila,
Kal-El lleva los ojos vendados.
Héctor Carreto nació en la Ciudad de México en 1953. Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas (UNAM). Ha publicado los siguientes libros de poesía: ¿Volver a Ítaca? (1979), Naturaleza muerta (1980), La espada de san Jorge (1982), Habitante de los parques públicos (1992), Incubus (1993), Antología desordenada (1996), Coliseo (2002), El poeta regañado por la musa, antología personal (2006), Poesía portátil 1979-2006 (2009), Clase turista (2012), Testamento de Clark Kent (2015), Picnic (2017) y Todo tiempo pasado fue mejor (2019).
Ha obtenido los premios nacionales “Efraín Huerta”, “Raúl Garduño”, “Carlos Pellicer para obra publicada” y el “Premio Nacional de Poesía Aguascalientes 2002”. También mereció el “X Premio de Poesía Luis Cernuda 1990”, en Sevilla, España. Sus poemas se han traducido al inglés, francés, italiano, portugués y húngaro. Además ha traducido y divulgado la obra de autores de lengua portuguesa, así como es autores de diversas antologías de escritores mexicanos y extranjeros.
Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte (periodos 2001-2003, 2004-2007, 2012-2015, 2016-2019), es profesor-investigador de la Academia de Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) y de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. También escribe microrrelato y ha sido incluido en antologías de México y España.
Ha recibido varios homenajes tanto en México como en Estados Unidos.