Todavía llueve. Los objetos en esta casa
también llueven. No sé dónde colocar
cada cosa. La cama, los libros,
los textos de la universidad, las llamadas perdidas.
Ha pasado mucho tiempo desde
que te fuiste.
Y quizás eso es lo que me mantiene aquí
entre esta lluvia de objetos que no logra encontrar
un sitio
un espacio donde quepa cada línea, cada signo.
Ya he mudado de piel
y los caminos que me llevan a vos
laten en cada gota que golpea la tierra seca
como queriendo fusionarse con el polvo
y recobrar un cuerpo del lodo
hacerlo andar
y ponerlo a gritar mi nombre.
Sigue lloviendo
y he sido fiel a cada gota que cae
y me sorprende
el calor de cada una de ellas
ajustándose a mi frío,
su caída
ajustándose a la mía.
Todavía llueve. Los objetos en la casa
también llueven y vos
no estás aquí.
MONÓLOGO DE LA AUSENCIA
Estas sillas hablan
desde el abismo de su lengua. Se presentan
como una réplica
un momento del pasado: un miembro
que se extiende del mismo cuerpo
y que aún conserva la fibra y el hueso,
la sensación, la imagen.
Usted, en algún lugar que yo desconozco,
yo aquí
con la sangre aún a pulso,
latiendo.
Con el calor corporal siempre disparado
en rojo en las mejillas
en dolor líquido que mana
desde ventanas selladas de un vidrio viscoso.
Nada se parece a las tardes con usted
en su silla de madera
con la sonrisa de un niño pequeño,
con ese gesto
que siempre regresa.
Nada se parece a sus manos gruesas
apretando las mías
articulando una espera.
Nada se parece ya a esas tardes, papá,
y esto que no hace mucho
que nos dejaste.
EL ÚLTIMO HORIZONTE
I
Hoy es el último horizonte
que te escribo.
El último eco que mi pecho exhala
en estas tierras extrañas.
No hay distancia más lejana
que el perfil de tu espalda cerrando la puerta
el golpe de la madera
el sonido del metal clavando su punto.
Lo he dicho desde siempre:
esta historia no es historia sin tu risa
sin tu forma de estar
sin tu voz partiéndose en leña para espantar el frío
sin el hilo de palabras que tejías en tu boca para saciar el miedo.
Siempre has sabido que no es de hierro
la coraza de mi silencio
ni mis cuatro palabras un acantilado de ramas secas.
Siempre dijiste que la memoria es materia viva de tejidos
camino de regreso, paso cebra del tiempo.
Con los años he creído en todo eso.
y he aprendido una forma diferente de tenerte.
Respiro . . . y
todo lo tuyo viene desde dentro.
De este lado de la puerta
se cumple tu voz en mi oído. Respiro.
II
Este SOL que respiro
transpira por todo el cuerpo.
Se hace lava.
Desborda el volcán que por siglos
de los siglos era amén entre mis pechos.
Este SOL, de mi cuerpo poseído,
provoca la palabra
que se vuelve mandamiento escrito en PIEDRA.
LEGUA en lenguas de fuego.
Hace líquida la humanidad que llevo dentro,
esparce magma de norte a sur,
de mano a mano.
Este SOL engendra el milagro,
la savia
que riega el cuerpo entero;
la tinta
que en este papel
se hace llamarada.
XIII
Dentro de la CASA
llaves y objetos cobran vida. Los AFECTOS.
Yo afuera, en un reflejo del vidrio de la ventana.
Lágrimas de mi hija
robando un paso. Deteniendo el SiLeNcIo. Mis ojos
no se atreven a decirle la partida.
Los suyos incansables
me buscan.
Después de tantos rodeos a mí misma,
vacío lo que me
queda en sus
manos pequeñas. Las SELLO
con la estampa gastada de mis labios. Hoy no me he ido,
más bien, me he quedado para siempre.
Yolany Martínez nació en Honduras. Es poeta y académica. Es egresada de la Carrera de Inglés de la Universidad Pedagógica Nacional Francisco Morazán y de la Carrera de Letras en las áreas de Literatura y Linguística de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. Culminó sus estudios de Maestría y Doctorado en Literatura Hispánica en la Universidad de Oklahoma, EEUU. Ha publicado los libros de poesía Fermentado en mi piel (2006), Este sol que respiro (2011) y Espejos de arena (2013) y en proceso de edición Lo que no cabe en las palabras (2020). Algunos de sus escritos aparecen en las compilaciones Garage 69 (2010), Poesía Molotov (2011) y en la antología Wandering Song (2012) de poetas centroamericanos residentes en los Estados Unidos. En el 2002 fue acreedora del Primer lugar en el “Concurso de cuento Arturo Martínez Galindo” promovido por la Dirección de Desarrollo Estudiantil de la UNAH y en el 2015 le fue otorgado el Primer Lugar en el First Annual Poetry Night patrocinado por la asociación Kappa Gamma Epsilon del Departamento de Lenguas Modernas de la Universidad de Oklahoma. Asimismo, en el 2019 se le otorgó el Premio Nacional de Poesía Los Confines por el texto Lo que no cabe en las palabras.