CINE MUDO
No es que le falte
el sonido,
es que tiene
el silencio.
QUIERO ESCRIBIR CON EL SILENCIO VIVO
Quiero escribir con el silencio vivo.
Quiero decir lo que la mano dice.
Porque tú lees mejor el texto vivo
y el alma, en su guerrear callado, escribe.
A veces la ola blanca da en la roca
de espumeantes cavernas y sus fauces
orla con su jirón que hace y deshace
letras que tú descifras. Que la boca
calle y entre a lo blanco en la esforzada
faena que se pierde. La luz poca,
mi alejarme de ti de cada día,
pausas son del sentido, inacabadas
imágenes de mí. La línea tosca
salta y completa tú la melodía.
JUAN RAMÓN
Erguido chopo español, ardiente y solitario!
J.R.J.
¿Son acaso distintos
ese chopo español y tu alma de ascua
fija, llameante en la cima?
Tu palabra, zarzal heridor
tantas veces, ¿distinta
a la esbeltez del agua en los jardines
del Generalife?
Más allá de toda
voluntaria virtud o inconsciente
hermosura ¿no ampara
al hijo el primigenio brío?
¿Cómo creer que la tumba
tuya, en tu cementerio de Moguer,
te guarda bajo su lápida
mejor que el ciprés allí plantado,
con su cimero verde
profundo y melodioso?
Y tu voz ¿no es como su copa,
sobresaliendo del cercado de los muertos,
fogueando alta y atada
al amor de esas cuatro tapias pobres
y blancas?
¿Es que los dos vigilan otra cosa
que el sol de lo real,
riqueza única de la pobre
España, -su solo y fiero
corazón?
LOS EXTRAÑOS RETRATOS
Ahora que estamos solos,
infancia mía,
hablemos,
olvidando un momento
los extraños retratos
que nos hicieron.
Hablemos de lo que tú y yo,
por no tener ya nada,
sabemos.
Que esta solitaria noche mía
no ha tenido la gracia
del comienzo,
y entré en la danza oscura de mi estirpe
como un joven tristísimo
en un lienzo.
Mi imagen sucesiva no me habita
sino como un oscuro
sin poder distinguir siquiera
qué de mi pan o de mi vino
invento.
En el oscuro cuarto en que levanto
la mano con un gesto
polvoriento,
donde no puedo entrar, allí me miras
con tu traje y tu terco
fundamento,
y no sé si me llamas o qué quieres
en este mutuo, extraño
desencuentro.
Y a veces me parece que me pides
para que yo te saque
del silencio,
me buscas en los árboles de oro
y en el perdido parque
del recuerdo,
y a veces me parece que te busco
a tu tranquila fuerza
para que tú me enseñes el camino
de mi perdido nombre
verdadero.
De tu estrella distante, aparecida,
no quiero más la luz tan triste
sino el Cuerpo.
Ahonda en mí. Encuéntrame.
Y que tu pan sea el día
nuestro.
FRESCO DE ABEL
Piensa en Abel, el primer niño, en la pared degastada del tiempo.
Abel, cuyo nombre parece que comienza, y es la rosada intemperie
matutina.
Abel que es el comienzo como es Caín el término,
y que tiene el peso leve del rocío en la frescura de la hoja.
Los ojos bajos tornan más suave la línea de los labios,
y aún parece que se alzan como las manos en el sacrificio.
Un leve movimiento y no podemos seguir tanto escorzo inefable.
Abel de pasos como la nieve, el de la pobre vestidura azul.
Pienso en tus palabras, padre virginal, adolescente rumoroso,
que muestras en lo desnudo un velo más profundo.
Qué decías en la inocente calma de tu corazón,
cuando la luz se alejaba como el peso de una piedra en el mar.
“Padre mío, perdóname, he aquí que ya no soy un niño,
y que palpo mi rostro que ha dejado en mi mano un rudo espejo.
Yo siento el leve horror de ir colmando otra sangre,
acercándome a la medida de Adán, tu hijo, a mi medida.
Padre mío, perdóname mi muerte, perdónanos la muerte.
Yo te doy gracias porque he sido un niño
y conocí la sombra del paraíso. Ah, ya es hora
de que atraviese el umbral, y tengo miedo.
De la mañana de mi vida desciendo
como los cansados párpados de una madre sobre su hijo.
He aquí que entro en mi solitario corazón diferente
y guardo solo lo que ya he perdido.
Di por qué es preciso que me aleje para volver.
No he crecido. He dejado atrás a un niño.
Haz permitido que llame mío a tu niño.
Y que tus dones sean mi libertad.
Acepta estas ovejas.”
TEOTIHUACÁN
¿Cuál es el centro, qué queda de espaldas
a qué, cuál es el lado príncipe
en la llanura rodeada de dios por todas partes?
Zodiacal mide los años de las aguas,
el teatro del inmenso cataclismo,
el coro de la divinidad aún no aplacada.
Ellos tuvieron revelación confusa.
Allí se derramó toda la sangre.
Allí fue la pluma tornasol.
Ese espacio es aún sagrado.
Todos los enigmas se han allí reunido,
los crueles guerreros de cabeza de ave!
EN METAPA
Vamos a la casa en que nació Darío
en Metapa, antes llamado pueblo de Chocoyos,
y ahora Ciudad Darío. Y la casa es pobrísima,
pegada a la tierra, como una raíz,
y parecida a la casa en que nació Sandino
que era pobre también. Vemos la cama
del poeta, la cocina con gran piedra
para amasar la yuca y el maíz. El techo es de tejas
que llaman de doble agua. En la vitrina cerrada
libros y manuscritos, escasos. Voló el águila lejos
de aquí, pero aquí estuvo el nido. Aquí nació una nueva
música. Olvidó el dios Pan su flauta en una rama
que encontró el niño indio. (En algún parque vimos
la escultura de su rostro en figura de cemí.)
Ídolo es la hermosura aquí, porque es prenda y miraje
el día de la justicia. No han debido llamar
a esta aldea Darío, sino dejarle el nombre
con que él la conoció y nombró, Metapa,
que suena a rostro de madre indígena, a raíz,
húmeda como el delantal de la sirvienta que nos crió.
Hay que amar la raíz, oscura, retorcida, fea quizás,
sin la que no serán la libertad y la hermosura
del árbol pleno en flor. Metapa suena a origen.
en el mercado de Masaya, pobre también, vi una cuna,
y pensé que era una cuna de esta tierra
en que nació Sandino y en que nació Rubén.
La cuna era de mimbre bien tejido, cálida como un huevo.
Parecía que iba a salir a navegar. Y entonces fue que me fijé en su
forma,
trabajada, elegante: era un cisne.
Fina García Marruz nació en la Ciudad de La Habana el 28 de abril de 1923. Estudió la primaria en el Colegio Sánchez y Tiant y el bachillerato en el Instituto de La Habana; se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad de La Habana en 1961. Desde joven mostró su pasión por la literatura y la música. Fina estuvo entre la pléyade de jóvenes poetas que se relacionaron con el andaluz Juan Ramón Jiménez, durante la visita del poeta en 1936 a Cuba. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Clavileño, y del grupo de poetas de la revista Orígenes (1944-1956), que encabezó el poeta y narrador, José Lezama Lima, en el que participaba también su esposo, el poeta, narrador y ensayista Cintio Vitier, así como Eliseo Diego, Octavio Smith, Gastón Baquero, Ángel Gaztelu y Cleva Solís, entre otros. Con sus primeros cuadernos Fina se destaca y singulariza entre los originistas con sus Poemas, 1942 y la Transfiguración de Jesús en el Monte, 1947, por el acento profundamente espiritual de su estética. Su obra poetíca fue apareciendo de manera paralela a su labor investigadora con obras como Las miradas perdidas, 1944-1950, 1951; Visitaciones, 1970; Créditos de Charlot, 1990; Los Rembrandt del Hermitage, 1992; Viejas melodías, 1993 y Habana del Centro, 1997, entre otros. Desde 1962 trabajó como investigadora literaria en la Biblioteca Nacional «José Martí», y en la Sala Martí y el Anuario Martiano que fue dirigido por Cintio Vitier. Ejerció de investigadora literaria en el Centro de Estudios Martianos, desde su creación en 1977 e integró el equipo que realizó la edición crítica de la obra poética de José Martí e inició también la edición crítica las Obras Completas de José Martí. Ha recibido el reconocimiento nacional e internacional a través de la concesión de numerosos galardones de prestigio como el Premio Nacional de Literatura, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda o el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2011.