La historiografía literaria nos muestra como los diferentes actores sociales se han servido de la literatura para construir conocimiento e historia; así como imaginarios, naciones, mitos y leyendas, muchas veces basadas en las realidades de los pueblos. Escribir es más que el desarrollo de un talento o de un oficio: es una pulsión responsable, ya que a través de este ejercicio se va cincelando la huella de los acontecimientos de la humanidad.
En la modernidad, algunos escritores y filósofos, lejos de objetivar la moral, se abocan a desmantelar los paradigmas sociales cimentados en las reglas de un discurso impuesto por el vencedor, el más fuerte: “en toda sociedad la producción del discurso está a la vez controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos que tienen por función conjurar sus poderes y peligros, dominar el acontecimiento aleatorio y esquivar su pesada y temible materialidad” (Foucault, 2002). De esta manera el discurso del racismo que, a partir de la conquista, se manifiesta paralelo al del patriarcado, descansa sobre estas bases ideológicas que a su vez se alimentan del binomio inferioridad / superioridad, impuesto por el pensamiento eurocentrista que nos hizo creer que Europa y Norteamérica eran el centro del conocimiento y la civilización. Vetándole al mundo el verdadero origen de los pueblos, nos inculcaron sus propios intereses, invisibilizando una vertiente de historia y un cosmos de valores y solo nos mostraron la miseria, el hambre y la guerra de un África devastada.
No en vano desde los albores del siglo XVIII, la literatura ha tenido una visión crítica, que ha enfrentado la moral y los poderes institucionales (Paz, 1990), para llegar a los siglos XIX y XX, con un discurso capaz de deconstruir el paradigma eurocéntrico, propiciando una voz a las culturas que por siglos han estado marginadas y explotadas, y de esta manera dejar testimonio de los abusos cometidos a lo largo de la historia, en relación con las posiciones políticas e ideológicas originadas en los centros de poder económicos. En esta coyuntura, a finales del siglo XX, aparece el discurso poético de Shirley Campbell Barr, escritora, antropóloga y activista afrocostarricense, resistiéndose a escapar de su responsabilidad y del momento histórico que le corresponde vivir; por eso los cimientos que caracterizan su obra están imbuidos de una fuerza interior y una sensibilidad especial que captan su propio ser en relación con el entorno social, para denunciar y establecer procesos de reivindicación humana.
En la poesía de Campbell, emergen hondas imágenes en un lenguaje coloquial, a veces narrativo y conciso, que develan temas trascendentes del ser humano: nacimiento, vida y muerte, migraciones, religión y la familia, entre otros. La escritora mezcla el lenguaje conceptual con el poético para hacer una reflexión que cuestiona la visión de mundo, en la que el racismo y el patriarcalismo son un modelo de dominación, todo con la finalidad de conminar al lector a experimentar una vivencia paralela. En consecuencia, se puede analizar la poesía de Campbell a la luz de las teorías de Foucault, ya que su voz lírica contribuye precisamente con esta deconstrucción de ese paradigma que determinó la visión impuesta sobre la negritud, y con ello otorga a la cultura afrodescendiente, marginada por siglos, la posibilidad de manifestarse.
La poeta nos dice que “no es siempre lo mismo la piel que se lleva desde el principio y la piel que se carga con conciencia: la piel, el color, llegan contigo, están ahí, son. La conciencia de negra la vas construyendo en el camino, la vas cimentando con la vida.” (2018). Al reconocer, aceptar y amar su color de piel, encuentra en su interior un caleidoscopio de olores y sonidos diferentes, encuentra las raíces de un África profunda y negra, como la misma noche que sus ancestros han vivido a lo largo de la historia. Tenerla ahí, de frente, justo cuando se asoma por la ventana del Océano Atlántico. Tenerla ahí, de pie, después de tanto dolor, gravitando en su imaginación adolescente. Un color que une a la esencia de su piel esos retazos, trazados y repartidos por toda la geografía del planeta.
Y ahí estaban, continente y mujer, vibrando al ritmo de su música, sus dioses y sus diosas, sus colores; impávidas, descubriendo entre las coordenadas de la sangre esa intensa emoción de reconocerse. Ya no eran ajenas. Campbell percibe en el brillo de su piel a la madre con los mitos fundacionales de la humanidad, a ese continente que antes se le había mostrado como coto de caza, yacimiento de minerales, fuente infame de esclavitud. Y a través de sus sueños y de sus palabras pudo cantar al África desde su dignidad e identidad, desde la construcción de culturas y valores, desde las luchas de independencia personales y de los pueblos, y sintió latir en su corazón, el corazón de esa tierra enigmática y maravillosa. Entonces se levantó rotundamente decidida a decirle a la humanidad que ese pálpito que viaja entre su sangre también recorre las venas de América Latina y del mundo:
En algún momento no sé cuándo, empecé a sentirme poeta. Ya para entonces tenía la piel negra, traía esta piel desde el principio cuando mi padre, durante los primeros días de escuela, me había enseñado a defenderla con orgullo. Al regresar de la escuela y relatar los apelativos de los que éramos objeto, solía decirnos: conteste: soy negra y con mucho orgullo. (Campbell, 2014).
Campbell dialoga con sus ancestros cuando se le revela la historia que le fue negada, una historia que descubrió en su piel y en su alma; fue cuando entendió que tenía que sumarse a ese hilo de sangre de aquellos que habían luchado para levantarla, supo de inmediato lo que tenía que hacer y nos lo describe en su poema Nuestra historia con genuina emoción, sin eufemismos, con un dolor que sobrepasa los muros de la ira y el rencor para convertirlos en dignidad y orgullo:
La nuestra no nos llegó desde la cuna
desde los primeros días de la escuela,
no nos llegó en los libros
[…] nos llegó en harapos
descalza
acribillada
la recogimos humillada.
Fue necesario que saliéramos
como valientes guerreras a recuperarla
limpiarle las lágrimas
las manos
vestirla de nuevo
llenarla de orgullo
lavar sus rodillas
y cuando estuvo lista
la sacamos al sol…
(Campbell, 2017)
Encontrar el camino para reivindicar esa diversidad como origen del hombre, y más válido aún para su propio origen, va ligado a la revelación de que solo podrá lograrlo desde su misma esencia, desde esa “voluntad de verdad” que propone Foucault, y lo logra a partir de un hallazgo, quizá más intuitivo que reflexivo, que reivindica la belleza de su piel y de sus rasgos, por eso saca al sol su femineidad y su autoestima reflejando de esta manera a toda la cultura africana. Campbell, junto a otros humanistas, toma conciencia de que este es el momento donde el predominio de la historia oficial ya no existe, es el momento de ver a África con sus propios ojos, ya no necesita la mirada del otro; ahora la concibe desde sus valores ancestrales. Campbell, valientemente se atreve a desafiar los cánones, y lo hace con tal acierto, que toca las fibras más sensibles de sus lectores. A través del lenguaje poético establece un mecanismo que transgrede el discurso hegemónico y los postulados políticos e ideológicos, falsamente científicos e historicistas, que han prevalecido como sistemas de dominación y atentaron frontalmente en contra de las culturas afrodescendientes.
Se nos devela entonces que la poeta nacida en Costa Rica, donde creció y estudió; aprendió a amar a este pequeño país que la cobija, aún en medio de las contradicciones del constructo idílico de su imaginario. No obstante, seguía sintiendo la ausencia de ese lugar que está grabado en su piel y en su sangre como una urgencia ontológica. Recordemos las palabras del filósofo humanista Erick Fromm: “La necesidad de experimentar un sentimiento de identidad nace de la condición misma de la existencia humana y es fuente de los impulsos más intensos” (2006). De acuerdo con este postulado, la obra poética de Campbell está comprometida con la reivindicación de un pasado y una historia que le son propios y navegan en su sangre. Su voz lírica no solo dignifica ese pasado ontológico con el canto armonioso de sus versos, sino que lo exhibe con orgullo, como se aprecia en el poema Rotundamente negra: “porque me acepto / rotundamente libre / rotundamente negra / rotundamente hermosa” (2017).
Este poema que ha sido objeto de diversos reconocimientos y estudios en América Latina y el Caribe y se ha constituido en emblema de muchas organizaciones afrodescendientes en el mundo entero: estudiado desde la perspectiva de la aceptación del cuerpo femenino y el potencial vital de la mujer en un acto de transgresión al sistema patriarcal, para autoafirmarse como mujer, pero puntualmente como mujer negra; nos presenta un yo lírico que también podría interpretarse como la África hermosa que se concibe a sí misma y se valora, independiente de la aceptación del otro, de la visión eurocéntrica, de esa mirada tantas veces concebida desde el exotismo, el utilitarismo o la compasión como lo manifiestan sus artistas: “Por qué siempre las mismas fotografías, los mismos reportajes, mi África no es lo que te hacen creer” (Fakoly, 2007). Desde esta lectura, el sujeto lírico ha de interpretarse superando la visión del yo subjetivo para ser suplantado por un colectivo, la fuerza del continente africano que se manifiesta y se erige ante el mundo con su potencia vital, y así se autoidentifica y reivindica el propósito utópico para toda la humanidad.
Me niego rotundamente
a negar mi voz
mi sangre y mi piel
y me niego rotundamente a dejar de ser yo
a dejar de sentirme bien
cuando miro mi rostro en el espejo
con mi boca
rotundamente grande
y mi nariz
rotundamente hermosa
y mis dientes rotundamente blancos
y mi piel valientemente negra.
(Campbell 2017)
Con imágenes sutiles y emotivas, sin adjetivaciones inútiles, realiza un viaje existencial para descubrir esa madre milenaria y mirarla de frente en el espejo, por eso la descripción de sus rasgos va más allá de conceptos que superan los estereotipos. Se podría decir que es más un canto a esa tierra indómita que a su propio cuerpo, reconociéndose en la negritud de un continente que ha sufrido injustamente las más graves vejaciones. Un continente que ha sabido resistir los embates del tiempo y se mantiene en pie a pesar de las desigualdades que corroen el planeta. Un continente que se acepta y se siente orgulloso de sus rasgos y de sus tradiciones, y que lucha por conservar sus lenguas, sus ritmos, sus ritos y sus dioses: “…Y me niego categóricamente / a dejar de hablar mi lengua, / mi acento y mi historia”.
Podemos visualizar que cada vez más, los seres conscientes, que eligen el camino del amor contra la guerra, desbordan los nuevos sueños de un humanismo asentado en la solidaridad, a pesar de que el mundo se debata entre la construcción de la libertad individual y social y la dictadura globalizada de “ese mundo feliz” y ficticio de las grandes corporaciones. Ellos han comprendido que la igualdad no se circunscribe a dogmas irreversibles y obsoletos, saben que las antiguas cicatrices del dolor de las divisiones impuestas pueden superarse.
Y es entonces posible crear y establecerse sobre los sueños de Martin Luther King, Mandela, Gandhi y tantos otros, y libertar el pensamiento de la cadena cruenta de la violencia, para generar un estado de paz desde adentro, desde el corazón de la gente buena, donde se erige la voz de los poetas, de los verdaderos profetas que establecen una utopía sin cercenar el encuentro, el amor, el abrazo de todos sobre la piel de todos. Campbell sabe que solo así se reivindicarán los pueblos, por eso desde su voz lírica, África se niega “a ser de los que se callan, de los que temen, de los que lloran”. Los pueblos se aceptarán en la libertad, en lo que somos, como somos, rotundamente hermosos en la diversidad, y nos volveremos a esa África de dónde venimos todos, nómadas, migrantes eternos, en búsqueda del corazón de toda la humanidad.
En todo este contexto, es digno de mencionar el acierto de la ONU al darle reconocimiento histórico a África como fuente de civilización y conocimiento en la constitución de las culturas del mundo, en el año 2011. Concebir el continente africano como ese abrazo que se ha desplazado hacia diferentes costas con la riqueza cultural que lo caracteriza, lo vemos y lo sentimos en los ritmos de nuestra música y de nuestra danza, en los colores de la plástica, en la poesía percutiva de nuestros antepasados y en mucha de la tradición culinaria. Por eso América no se puede entender ni explicar sin África “este continente, literalmente hablando, está en nuestra sangre” (Uribe, 2012). Desde este punto de vista, todos tenemos la misma historia y la misma trayectoria.
Campbell, con una poesía sencilla, pletórica de símbolos y de contenido humanístico, reivindica a un continente rotundamente doloroso, sí, pero capaz de liberarse para construir la verdadera paz y el amor universal. Y desde el coro de la África profunda, sobresale la voz de la poeta: “porque me acepto / rotundamente libre / rotundamente negra / rotundamente hermosa”.
Lucía Alfaro nace en San José, Costa Rica. Es graduada en Administración de Empresas y Bachiller en Filología Española de la UCR y egresada de la Maestría en Literatura Latinoamericana. Es miembro fundadora y tallerista del Grupo Literario Poiesis, en el que realiza la actividad de gestión cultural desde el 2007. Es editora y promotora cultural de Poiesis Editores desde enero de 2015. Fue Coordinadora del Festival Internacional de Poesía – Casa de Poesía desde el año 2010 hasta el 2017. Es la presidenta de la Fundación Jorge Debrado, fundada en agosto 2017. Ha sido invitada a representar la poesía de Costa Rica en once encuentros internacionales de escritores en diferentes países latinoamericanos. Ha publicado 6 libros de poesía. Obtuvo el segundo lugar de poesía en el certamen Brunca de la Universidad Nacional de Costa Rica – Sede Pérez Zeledón (2013), y el primer lugar en el certamen Hispanoamericano de Hikus organizado por Némesis Perú (2019). Parte de su obra se publicado en varias antologías, periódicos y revistas nacionales e internacionales, tanto virtuales como impresas. ha sido antologada en diversas compilaciones en Costa Rica y en las antologías de los Festivales Internacionales a los que ha sido invitada: México, Nicaragua, Panamá, Cuba, Colombia, Uruguay. Poemas suyos han sido musicalizados por renombrados cantautores costarricenses. Poemas suyos han sido traducidos al portugués y al inglés.
Shirley Campbell Barr nació en Costa Rica. Estudió Drama, Literatura y creaciónliteraria en el Conservatorio de Castella en donde se desempeñó durante seis años como instructora en el Taller de Expresión literaria. Es Antropóloga graduada de la Universidad de Costa Rica. Tomó cursos de postrado en Feminismo Africano en La Universidad de Zimbabue y obtuvo una maestría en Cooperación Internacional para el Desarrollo de la Universidad Católica de Santa María y la Fundación Cultural y de Estudios Sociales (CIES). Tiene seis colecciones de poesía publicadas. Es activista del movimiento afrodescendiente en América Latina, y participa regularmente en conferencias, talleres, lecturas de poesía difundiendo su trabajo, así como contribuyendo en los procesos de movilización y concientización de las comunidades afrodescendientes. Su trabajo ha sido difundido a través de las organizaciones de mujeres en América Latina y grupos comunitarios de la región. Su poema Rotundamente Negra, que le da nombre a dos de sus libros ha sido objeto de diversos reconocimientos y estudios en América latina y el Caribe y se ha constituido en emblema de muchas organizaciones afrodescendientes y de mujeres en la región. Varios de sus poemas han sido utilizados como objetos de investigación además de haber sido incorporados en radionovelas populares, obras de teatro, presentaciones infantiles, exposiciones fotográficas en países como Argentina, Colombia, Bolivia y España, entre otros. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés y portugués. Campbell ha asistido como profesora invitada a diferentes Universidades en Los Unidos, Jamaica, El Salvador y Brasil, incluidas la Universidad de Mount Holyoke, en Boston Universidad de Birmingham en Alabama, y la Universidad de Syracuse en Nueva York, University of the West Indies, Kingston; Universidad Federal de Santa María, Santa Catarina, Brasil; Universidad Latinoamericana (UNILA) , Brasil, entre otras. Campbell se desempeña como consultora independiente en las áreas de género, VIH/SIDA, Salud Reproductiva y Derechos Humanos. Además de ofrecer recitales periódicos, ofrece conferencias en temas relacionados con mujer negra y poblaciones afrodescendientes en general.