ELLA CON SU AROMA DE ALBAHACA
Cuando el viento es una caverna de amapolas,
mi madre es una raíz vestida de polen.
Es un tibio valle, jardín que viaja libre por las venas
con su lava de sangre y de río.
Cuando recuerdo su aroma fresco de albahaca y pan,
me devuelve a una espiral de nubes,
a un pasillo de la infancia.
Madre, es el preludio de un poema que me arrulla de luz.
Cuando la esperanza se conjuga
–entre latidos de clamor–
me abrazo a tu cuerpo como el tronco a la tierra.
Anita, eres perfume, gruta, verbo,
puñado de semillas en mi ceremonia de nacer.
DUALIDAD DEL TIEMPO
Dicen que la vida y la muerte son mundos contrarios,
mas no hay separación dentro y fuera.
Quizá sean extractos de una misma sangre
o sinónimos de un mismo tronco.
Ambas están atornilladas por un hilo;
detrás del rostro de una, se esconde la otra.
Cuando la campana de la muerte repica,
la vida responde en coro.
Son huellas de fronteras indivisibles
con coordenadas entre el cielo y la tierra.
Ambas nos muestran una flecha, un mapa y un destino.
Quizá un trazo circular hacia el origen,
una señal prendida de la cola de un cometa,
un milagro cotidiano de lo azul en el umbral del cielo.
Acaso marcan un cruce o una región de pájaros
que atraviesan el soliloquio del agua.
Peregrinación de tiempo
por nuestro cuerpo.
HABLO EN SUEÑOS CON MIS MUERTOS
Cuando La Habana duerme,
espero impaciente la aparición de mis seres invisibles,
ciudadanos del aire.
Suelo dialogar en la madrugada con mis muertos.
Les consulto acerca del aroma de mi presente,
el Ashé de sus voces desciende a mis versos.
¡Cuánto rocío les debo!
Ellos alientan los latidos de mi canto,
tejen la música remota en mis oídos,
me trazan telares de fábulas.
La lluvia de sus lenguas
salpica el preludio de este poema.
SINFONÍA DE ANCESTROS
Voces, gritos, canciones.
Una orquesta de gaviotas que resuena desde adentro,
sinfonía de los atardeceres del alma, barcos de la
memoria.
Van vestidos de ébano y marfil,
y con sus sonrisas de agua,
y con sus pasos de Serpiente Cósmica,
van transitando entre la comarca de los sueños.
En la escritura de nuestros cuerpos
los ancestros con sus tintas de calamar,
nos dibujan árboles en las pupilas,
manglares de nostalgias, cartografías antiguas.
Los ancestros lamen nuestros oleajes de sangre,
rememoran nuestras heridas,
se ocultan entre las hojas secas.
Impacientes se asoman con el ojo de sus lenguas.
Bogan en las orillas con sus remos de ceiba.
Trenzan las pieles del tiempo.
OLOR A CAFÉ
Será porque cada arruga de su rostro
es una vereda del destino.
O será porque a través de la vida
ha coleccionado calendarios,
galerías de tapiz familiar.
No sé por qué cuando boga el olor a café
por los amplios corredores de la casa,
mientras la nostalgia madura su túnica,
el silencio es el único lenguaje de mi abuela.
OSTRAS EN MI LENGUA
Me habita una niña vestida de blanco
y untada de trópico.
Desde otras vidas me acompaña con ternura.
Va y viene por mi cuerpo como por el aire.
Llevo su olor a cilantro, artemisa y verbena.
¡Y cómo sube un sabor a ostras en mi lengua!
Siento su brío en el litoral de mi alma;
el cauce de sus venas rondar mis brazos.
Yo misma la vi usar crayones para colorear
la pecera de mis pensamientos.
Sus pies narran una fábula bajo el agua.
Derrama palabras con tintas de calamar
sobre la página de mis sendas.
Soy su añoranza de retorno
a la comarca de un mar cimarrón.
Conversamos como si multiplicáramos
un solo canto.
A mano alzada, algunas veces, es ella quien
escribe mis poemas.
Habla con mi voz y yo con sus sílabas.
OJOS ANTIGUOS
Una noche rezume misterio.
Ruge erizada en los bordes de mi sueño.
Araña mi cuerpo, peregrina mi alma.
Cae como la mirada de los planetas en mis oídos.
Tiene reflejos de aguacero vibrando a un mismo son.
Ellos están en el vivero sanguíneo,
en la prédica del viento,
en las sombras de la lechuza y del búho.
Sus fulgores, ocultos entre la retina de las nubes,
son los ojos antiguos de mis dioses.
ROGATIVA FINAL A LOS DIOSES
Dioses, caminantes del cielo,
llámenme por mi nombre.
Desde hace siglos nadie lo hace acá en la tierra.
De tanto llorar se me han mojado las raíces.
Tengo los huesos anegados de una tristeza antigua.
De tanto buscarme por los senderos
me ha dado fiebre.
De tanto desear respuestas
se han desatado mugidos en el alma.
Dioses, lo suplico, llámenme por mi nombre:
Busco leer su alfabeto en forma de sueños,
Busco trazar una promesa de esperanza
en los ojos del viento.
Cuando el tabaco me dibuje palabras
y me esculpa un destino,
tomen el cuerpo de algún pájaro
y crucen mi ventana haciendo aleteos.
Quiero descifrar su grafología secreta
en esta lluvia vestida de noche.
Quiero que el pregón de sus voces
agrande mis pestañas.
Quiero que su canción sea como un concierto
de arena bajo mis pies.
Dioses, tengan misericordia de mí,
llámenme por mi nombre.
Con sus bocas negras,
con sus generosas manos acaricien mi frente.
¡Ahoguen esta pena!
Del Poemario Las semillas del Muntú
(Escarabajo Editorial, Abisinia y Nueva York Poetry Press, 2019)
Dinah Orozco Herrera, Barranquilla (Caribe Colombiano). Poeta, Activista y militante afrocolombiana. Hace parte del Programa "Mujeres Afro narran su territorio" del Ministerio de Cultura de Colombia.Licenciada en Educación, con especialidad en Lenguas Modernas de la Universidad del Atlántico. Magíster en Literatura Hispanoamericana del Instituto Caro y Cuervo. Recibió el Premio Benkos Biohó, 2016, en la categoría de Etnoeducación, por su contribución como Maestra en la implementación de la Cátedrade Estudios Afrocolombianos para educación superior y educación inicial. Y es Premio-Reconocimientodel “Día Internacional de la Mujer Afrolatina, Afrocaribeña y de la Diáspora”, otorgado por el Movimiento Social de Mujeres Negras de Bogotá, la Secretaría Distrital de la Mujer. Sus poemas han sido traducidos al Inglés, portugués y búlgaro y han sido publicados en varias revistas nacionales e internacionales. Es autora del Poemario Las semillas del Muntú (2019).