03 Dic 2024

12. DAVID ANUAR. RIMBAUD

-03 Oct 2020
Crítica

 

Esa bestia llamada Rimbaud

  

            Veo a través del cristal la luna naranja y escucho la voz de Rimbaud que me dice que escriba con ferocidad estas letras de las que huyo –maldita costumbre la mía– desde hace semanas. Leo su desfachatado “Roman”:

 

Con diecisiete años, no puedes ser formal.

––¡Una tarde, te asqueas de jarra y limonada,

de los cafés ruidosos con lustros deslumbrantes!

––Y te vas por los tilos verdes de la alameda.

 

¡Qué bien huelen los tilos en las tardes de junio!

El aire es tan suave que hay que bajar los párpados;

Y el viento rumoroso ––la ciudad no está lejos––

trae aromas de vides y aromas de cerveza.[1]

 

            Ebrio de sí, tenía 16 cuando escribió este poema. De la misma época es el jamón jugoso y las tetas grandes del cabaret verde, poema de una felicidad atmosférica arrobadora:

 

En el Cabaret -Verde, encargué unas tostadas

de manteca y jamon jugoso y calentito.

 

Estiré las dos piernas, feliz, bajo la mesa

verde, mientras miraba los dibujos ingenuos

del tapiz. ¡Qué alegría cuando la criadita

la de las grandes tetas y los ojos como ascuas

 

––a ésa, sí que no le asusta un simple beso––,

con risas, me ofreció tostadas de manteca

y jamón tibio, en plato de múltiples colores!

 

jamón blanco y rosado que perfumaba un diente

de ajo, y me llenó la jarra inmensa: espuma

que doraba el fulgor de un sol casi dormido.[2]

 

            No todo en Rimbaud es desfachatez y alegría, incluso, tal vez, lo memorado sea precisamente lo opuesto, el desgarramiento, la crítica, ese dolor indecible que aúlla en Una temporada en el infierno (1873) donde el poeta clarividente a sus 19 nos dice: “Logré desvanecer de mi espíritu toda esperanza humana. Sobre toda alegría para estrangularla di el salto sordo de la bestia feroz. Llamé a los verdugos para morder, mientras agonizaba, la culata de sus fusiles. Llamé a las plagas, para ahogarme con la arena, la sangre. La desdicha fue mi dios”.[3]

            ¿En qué radica, entonces, la genialidad de este ángel roto de la poesía francesa? Sin duda hay una dosis de virtuosismo reconocible desde sus poemas escolares escritos en el colegio de Charleville cuando tenía 15 años. Por otra parte, Rimbaud pertenece a esa tradición del hallazgo formal cultivada por Baudelaire en sus Pequeños poemas en prosa y por Mallarme en “Un golpe de dados”. Sin embargo, no sólo refinó los poemas en prosa en sus Iluminaciones (1874) sino que hizo algo radicalmente nuevo en Una temporada en el infierno: Rimbaud escribió el primer poema en prosa de largo aliento que proponía un mundo, un tono y un trayecto unitario, total, de universo cerrado sobre sí mismo, una suerte de Divina Comedia remasterizada. Y por si ello no fuera poco, alquimista al fin y al cabo, mezcló la prosa y el verso en lo que hoy llamaríamos un híbrido, aunque con una clara predilección por la prosa como forma visionaria de la poesía por venir, como Rimbaud mismo dejó asentado: “Hay que ser absolutamente moderno. Nada de cánticos: conservar lo ganado”.[4]

            No obstante, creo que nada de esto constituye por sí solo el verdadero genio de Rimbaud, su poesía está más allá de la forma y de cualquier hallazgo dentro de ésta, no en vano sus poemas han logrado la proeza de sobrevivir incluso las malas traducciones españolas; su escritura es tan potente y desarraigada de la forma, de la lengua misma, como si fuera rugido puro, exacerbado, descontento radical ante el mundo y cualquier forma de status quo (político, económico, social, cultural, histórico, sexual). Rimbaud es una actitud espiritual, un pulsar ese nervio no legible, universal, sumergido en lo más profundo y oscuro de la psique humana. Es imposible conocer el origen de esta actitud, de esta clarividencia, aunque algunos de sus críticos han insinuado que Rimbaud fue violado brutalmente durante la Comuna de 1871 en París, en el Cuartel Babilonia, de ahí la fijación anal de ciertos poemas de esa época como “Venus anadiomena” y en particular “El corazón robado”, un poema profundamente perturbador y desgarrado:

 

¡Mi triste corazón babea a popa,

mi corazón que colma el caporal

y me vierten en él chorros de sopa,

mi triste corazón babea a popa:

con las bromas sangrientas de la tropa

que brama un carcajeo general,

mi triste corazón babea a popa,

mi corazón que colma el caporal!

 

Itiofálicos y soldadinescos

sus chistes sangrientos lo han depravado;

y de noche componen unos frescos

itiofálicos y soldadinescos.

¡Oleajes abracadabrantescos

llevadme el corazón, que sea lavado!

Itiofálicos y soldadinescos

sus chistes sangrientos lo han depravado.

 

Cuando se agoten sus chimós gargálicos

¿cómo vivir, oh corazón robado?

llegarán con sus estribillos báquicos;

cuando se agoten sus chimós gargálicos

sentiré sobresaltos estomáquicos,

yo, el del corazón despedazado.

Cuando se agoten sus chimós gargálicos

¿cómo vivir, oh corazón robado?[5]

 

Rimbaud es alarido, inconformidad, rebeldía, herida psíquica inabarcable que resume en sí mismo toda una forma francesa de ser, de resistir: la Revolución del siglo XVIII, la Comuna de París de 1871, el Mayo Francés del 68; en Rimbaud, pues, se sintetiza la historia espiritual de un pueblo bestial, decadente, a rugidos.

 

David Anuar

13 de enero de 2020,

FLM, Ciudad de México

 

 

[1] Arthur Rimbaud, Poesías completas, edición bilingüe de Javier del Prado. Madrid: Cátedra, 2001, p.259.

[2] Arthur Rimbaud, Poesías completas, pp. 275-277.

[3] Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno, traducción de Oliverio Girondo y Enrique Molina. Buenos Aires: EDICOM, 1970, p. 21.

[4] Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno, p. 83.

[5] Arthur Rimbaud, Poesías completas, pp. 331-333.

 

 

David Anuar (Cancún, Q. Roo, 1989). Poeta, dramaturgo y traductor. Licenciado en Literatura Latinoamericana (UADY, 2013) y maestro en Historia (CIESAS, 2018). Becario del PECDA (2012, 2015) y de la Fundación para las Letras Mexicanas (2018-2020). Ganador del Concurso de Cuento Corto Juan de la Cabada (2011), del Premio Francisco Javier Clavijero a la mejor tesis de maestría (2019) y del Premio Estatal de Poesía Tiempos de Escritura (2020). Autor de Erogramas (2011, Catarsis Literaria El Drenaje), Cuatro ensayos sobre poesía hispanoamericana (2014, Ayuntamiento de Mérida), Bitácora del tiempo que transcurre (2015, Ayuntamiento de Mérida), Estrellas errantes (2016, UAEM) y Memoria de Gabuch (2020, ICAQROO). Editor de la antología Contramarea. Breve antología de poesía joven de Quintana Roo (2017, Plataforma Colectiva), y de la obra completa de Adriana Cupul Itzá, Y mi cuerpo no ha muerto. Poesía recuperada (1993-2002) (2019, IMCAS). Su obra poética y narrativa ha sido traducida al inglés.



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