NO TODAS LAS CIUDADES VIVIERON EN MIS OJOS
I
Mi madre creció entre las huellas de un pantano. De la pólvora
Su memoria aun recorre los rostros de caudillos que disparan a quemarropa
Su memoria aún recorre los caudillos que disparan la nostalgia
y se atreven a mirar nuestro presente.
Hablan con la boca llena de odio
y nunca tragan los nombres de la guerra.
Así mi abuela toma el aserrín de las enaguas
prepara las tortillas que bordan silencio
El fuego destila su luz y regresa a mi madre
Como los muertos regresan a donde se supieron vivos.
Porque toda ciudad dibuja cada uno de sus sueños
porque toda ciudad habla de sus muertos
antes que de sus vivos.
Por eso mi padre nos bautiza desde la ceniza de noviembre
hasta el rosal de una primavera ausente.
Si se habla de guerra, hay que abrir las entrañas de la calle,
Olvidar el desnudo de la infancia.
porque esta es la memoria de nuestro polvo.
II
No conocí las ciudades que pasaron por mi casa.
Dibujé mi infancia con la garganta abierta,
sin las entrañas del eco.
No sólo se habló de nuestros primos caídos
Allá afuera está la guerra, tu padre no aparece.
Gritó el abandono y calló mi madre.
Mi encierro penetra los cinco años.
Afuera las balas abren su cauce
y así iniciamos el catecismo.
III
Los milagros nacen vacíos
y todos callan.
El otoño crece y deshoja los pájaros.
En este cuerpo hay parques, escuelas
y otra ciudad entre los labios.
Nadie se atreve a pronunciar
porque hace falta un rayo
que venga y no se vaya
porque sólo así nos iluminamos.
Tenemos un sol que sale de los dientes
Así nos tragamos las palabras y las mañanas.
IV
Dios entra a la tumba de mi padre y divide el camposanto en la fracción del pan.
El aire cercena la lumbre mientras mis primos tejen su espanto.
Mi madre abraza el verbo que no se ha hecho carne
y mi abuela nos cubre la herida de nostalgia.
La hiel abre sus piernas y bebo del sexo muerto.
Me duele la espalda de tanta ciudad que cargo
Yo no tengo las palabras que puedan vestirme.
Yo no tengo un río de hojas.
[Acá nada fluye]
Esto no sé si es un sueño o el tizne de un delirio.
No sé quién está cortando el vuelo a los pájaros.
[Acá nada fluye]
Quiero dejar a mis muertos y se me caen los espejos de los ojos.
Entonces ¿Para qué nos subimos al altar que no nos corresponde?
No sé cuántas guerras habitan la ciudad.
Yo no me conformo con beberme los pueblos y darlos de ofrenda.
Ojalá que todo no fuera tan frágil.
Jorge Manzanilla Pérez. Estudiante del doctorado en Estudios Culturales por la Universidad de Arizona, Maestro en Escritura Creativa por la Universidad de El licenciado Paso, Texas y en Literatura Hispanoamericana por la Universidad Autónoma de Guerrero, ha publicado los siguientes libros de poesía: Escarnio, Diáfano 23 y Vitral de todos mis cuerpos. Fue acreedor a la mención honorífica en el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Mérida 2015. En El Paso, Texas. Obtuvo el galardón Creative Awards 2017. Obra suya se ha publicado en el New York Times y se ha traducido al portugués.