16 Abr 2024

86. POESÍA VENEZOLANA. LUIS EDUARDO BARRAZA

-23 Oct 2020

 

3

 

Hacia el centro, y barbado; si bien disimulando

hacia el fondo

 

entrecortado por vertebradas sospechas, uno

consumiéndose indiscriminadamente ante su propia perplejidad

de ciego

 

como una pipa que se fuma

aunque ceci n’est pas une pipe, a sus treinta

sin velas por favor

 

y todos circulares y atentos

 

y después uno

haciendo canciones de solo entre vasos a medio tomar

y muy quieto

 

y adentro

la familia que uno es

y la que no también

 

siempre mirando desde lejos

sacudiendo y recorriendo los estertores de la fiesta

como una bestia informe

 

¿y a dónde vamos aquí ancados y en perspectiva?

 

se pregunta uno

aunque la respuesta sea la misma:

 

de no mirar espejos y lavarse la cara

el disimulo diario que lleva uno por rostro

enjabonarlo bien

 

mejor no preguntar es andar doméstico                 insular

mediterráneo en deambulaciones hipotéticas de frontera en frontera

 

de casa en casa

y más mudanzas y girasoles en la pared

nunca faltan

 

así / como caminando y regresando al agujero una y otra vez

porque su propio nombre carece de peso y uno también, lo sabe

porque uno es su nombre / aunque intente negarlo

 

mientras se intima

 

                         [hace falta una pausa en medio del camino]

 

y aunque ya la hizo, o eso cree

nada está bien

 

porque no se puede andar comulgando con su propia escritura

injuriando cada letra y faltándole el respeto a la sintaxis

y a los otros

 

(a las guturales no, por favor –y sin velas)

 

y su alfabeto

y su ortopedia vascular

 

y sonidos van y vienen toda la noche

 

[quizá un libro de treinta –se dice uno]

 

y todos otra vez

circulares y advenedizos

no, no serán aún, hasta finalizar

 

y no es que uno niegue el peso de sus intestinos

entiéndase bien:

 

[la bicicleta que le cruza a uno el horizonte

no es solo una metáfora improvisada]

 

y como eclosionando

uno se propone entonces trazar una línea larga y definitiva

como imponiéndose una vez más otra frontera

con su debido padre uno / y su madre

y la novedad de estar una vez más sobre la tierra

 

como eclosionando, uno

y lejos

 

con la frente sobre la mesa (disimulando)

y gracias, a todos, y sin mirar

y no se olviden de las botellas vacías

y la sangre coagulada                            por favor

 

porque a pesar de todo uno no es el cadáver que se viste de seda

aunque lo parezca

y a veces lo reconozcan por la calle los niños

mientras compra un helado o un diurético           y se esconda

o disimule entre pelucas

y se lama la oreja para despistar

 

no soy, se dice uno

con su padre a un lado, calvo y acusador

no soy, repite uno

el difunto que mastica y traga y regurgita el mismo simulacro

que a nadie importa

 

o debería importar

 

porque uno al menos debería ser un poco más que su sombra

aunque sus huesos y sus malos usos insistan      y digan lo contrario

 

usted no es tal, señor vencido

usted es todo eso otro que lo ficciona y lo invisibiliza

sobre el papel

 

y hacia un mejor árbol

para hacerse una casa, uno

va, adentro y muy duro de rostro

perdiéndolo todo –y barbado–,  inmemorial en la caída

 

en el acto de vomitar playas

y fragantes corderos frente a los suyos

 

y sin pisar tierra ya

se decide uno, y a salvo

 

porque uno ya entiende que no es, ni será

y apenas si se obliga a mantenerse a raya

sin separarse un ápice de todo lo que lo desdice

 

limitado

e incompleto

entre la multitud distraída

 

para darse una vez más el lujo de tenderse en el aire, metamórfico

y simplista

 

como un ancla

 

o una mancha de semen

justo   a   un   lado   de   la   vida

 

 

7

 

Uno se da a la tarea de inaugurar islas

donde estarse muchas horas atado a la velocidad de las hormigas

y las herraduras

 

del funeral permanente

que cruza una calle tras otra

 

uno mismo en el ejercicio de llevar en hombros su propio peso

de cargar con las flores necesarias

para ahuyentar a los niños

 

(o a los ebrios que nunca faltan)

 

lentes oscuros

camisa blanca uno mismo en exacta repetición dentro de la madera

cubierto por el tricolor de la intemperie

digno a la edad

de una geografía que no le cerró los ojos

ni lo guardará en su entraña de himnos / de madre sola

cavilenta y cigüeñal

 

de manos-rotas-patrias para hundirse en el estiércol

de su propia sombra

 

                                    de isla en isla

 

uno mismo

 

                                     ya sin lápidas

 

                                                                      de muchas veces al día

 

 

10

 

Porque no es el gusano en medio del camino

ni el monstruo oscuro que adentro lo devora

conmovido a diario

por su torpe inocencia

 

porque a lo inmóvil va uno, eso lo sabe

lustrando piedras / a gachas

desenterrando espejos

buscándose con extraño ahínco de voces familiares

que lo seducen

 

arreando vacas bajo el mar

ordeñándolas en los rincones

 

vistiéndose con banderas enlutadas

para compensar a los que afilan el hacha

con el perfume de sus larvas / y sus desiertos

 

Mosca huesuda

de anoréxicas contradicciones

bulímico amor de estarse inválido

 

insistiendo

 

ahuecando el tiempo en degenerados movimientos

midiendo cada nombre

sopesando cada nueva ebriedad

 

tendiendo arcos imaginarios

a un lado de sus propias costillas

conjurando bestias informes para sobrevivirse

 

a uno

 

porque no es el gusano

ni el retrete

 

ni el ojeroso cadáver que supura infiernos

 

desnudo

e irrisorio, de marginales días

y gracias

 

inconcluso

 

                                                entre vocales abyectas

 

 

11

 

Uno se es a sí mismo un quintal de miedo contra las ventanas

y los días

 

y a lo oscuro como viniendo

se aparta

a tres vasos de agua

sin pastillas bajo la almohada

 

y de camas sonámbulas / entre los otros

uno se huye y se aposenta respirar entre señales de humo

el disimulo de su inconstancia / ahora

transversal sobre el papel

 

y su país de tripa y aeropuertos / macerado

abocado a la serenidad de sus playas

 

uno

 

la arena inicial

las olas en los pies que una vez lo arrullaron

y acrecentaron el desconcierto de los ojos

 

y sin manuales de conducta ya

enfermo como imposible a voces de un mar en medio que le separa las noches

los husos horarios

 

y los puentes invisibles como hamacas entre palmeras

y postes de luz

 

porque uno a veces se amanece con el sol entre la desesperación de las uñas

y el legado de sus trinitarias como escrituras y prontuarios de su propio encierro 

por los que darse a tientas

 

uno mismo / y callado

contra la apariencia de una voz que lo designa

 

o eso cree entrever

 

bajo la niebla de las palabras

y el plagio permanente de darse forma entre los residuos

de su ahora

 

más extranjera

 

                              e intraducible

 

                                                                                                               idiosincrasia

 

 

12

 

Uno decide nada hacer                      y a hacer el silencio se queda

 

con el cuerpo / y la sombra / y el fantasma de estar emergiendo

con los ojos mutilados de Edipo en los dedos

con el sueño lento que viaja hacia todos

desde los girasoles taciturnos de Van Gogh           

ya mordidos tantas veces por la otra medialuna de su oreja

que lleva uno adentro

 

espontánea / y gratuita

 

estimulante como ella sola

en la vendimia de la blanca sangre que llamea       

junto a las rituales voces que lo acompañan a uno, a toda hora

 

bíblico y sin hacer nada

como quieto sin estarlo

como sordo pero escuchando atento

la maquinaria perfecta del exterminio

 

como amodorrado de sentidos

eligiendo siempre el lado más oscuro

en la batalla

en la nada táctil

en el todo de silencio que avanza

como en una bicicleta imaginaria atravesando la cuerda floja del destino

manchado / y difícil de asir            

subyugado en la noche por los futuros balidos del cordero           

que la tierra hará saltar un día cualquiera de nuestras manos

ya frías

 

como fábulas ejemplares

y dislocadas / que promueve la multiplicidad

 

Así       la rebanada chorreante y gorda ahora          

para alimentar el concepto

el matadero propio que esconde uno ante la vista de todos

en una silla muy quieto

con su sombra y el fantasma hueco de su sombra

 

ya sin cuerpo / ya sin alma

 

como en una bicicleta imaginaria en la fuga de ritmos resurgiendo

 

como quien decide nada hacer

y lo repite en voz baja

eternamente

y sin descanso

 

ante la cuerda floja del destino

 

con el manso cuchillo

 

                                               apuntando siempre a la verdad

 

 

18

 

Uno se sabe bajo el yugo de su mal llevada anatomía

a expensas de los descalabros sintomáticos

de la mañana

 

(que aún no empieza)

 

de la cuchillada renal

que lo hará doblarse en una esquina cualquiera

o la grieta inadvertida que se ensanchará de pronto en las aceras insubordinadas

del corazón

 

para bien o para mal

piensa uno             encamado aún

en compañía de los hijos que uno mismo va aplazando a falta de tierra

previsor en el deterioro de sus años-manos de autobús en autobús

de una frontera a otra

 

obedeciendo

y levantando la tapa del retrete

cuanto sea necesario, el rache

 

la sacudida innecesaria

 

abriendo la boca 

y masticando sin hacer ruido entre las mesas

módico y costumbrista

 

una vez más

abriendo la boca

y tragando el café cerrero de los dioses

 

silencioso y equilibrista

en los actos intrauterinos de un cuerpo que se amolda a la noche

a la mujer uno en reverencia de sábanas

para darse a la difícil tarea de pertenecer

por un momento aunque sea

genitivo uno

ovillado aún en el despojo matinal

y el sermón de una luz que entra y lo revela

 

humillado por el óxido

y el calcio de unas bisagras que a nada lo conducen

ni lo logran levantar siquiera

 

inmóvil

bajo el peso irremediable de un mar sin ventanas ni futuros

arañando imposibles a flor de boca

 

uno

de cuerpo entero

en la capitulación de saberse más allá de la sospecha

 

                                              casi a salvo entre el desorden de su barba

 

y el instinto

de las moscas

 

 

20

 

Uno apenas si despierta y se descubre dócil ante la anémona filial

de los días

 

futurista

y menos severo aún

de perplejidad en perplejidad

disimulando entre el carisma de los perros

 

buceando a solas en las cavernas menstruales de sus adentros

suicidas

 

como hoyando el sentido tuerto de las piedras

y los retratos

 

adelgazando la voz para confortar a las hormigas

y dejando que poco a poco

se le lleven a sus anchas la cordura

 

la dignidad de cargar con su propio peso

sin amuletos ni vidrios rotos en los bolsillos

 

uno mismo en el oficio invariable de ocultarse detrás de las pestañas

y su sombra

 

una vez más

retomándose bajo el hilo imaginario de la escritura

para huirse a muchas voces envejecer

 

unívoco y gregario

de catedrales angustias junto a la cama

dermado ante la velocidad introspectiva del tiempo

y el agravio de las aceras

 

de agujero en agujero uno

comulgando entre pudores y obscenidades

 

circunstancial

y conmovible a manos varias

y vueltas

 

como escuchando dormido entre las tejas

el recuerdo voluble de la lluvia

 

o entre montejos

y falsas algarabías

 

la respuesta clandestina

 

                                                     de una última cigarra

 

 

24

 

Uno se prorroga tarde adentro mientras puede

 

insular           como si de tropicales

y transparentes playas indecible

se dejara arder en medio de la casa

 

junto al desorden de los muebles

o el desamparo de la ropa en los ganchos

 

meditabundo

entre el café de las 5 pm

y la conciencia de saberse respirar

 

otra vez

 

minimalista          pero hereditario aún

de los sueños y aspavientos que la sangre arrastra

riñón abajo junto con los desperdicios del día anterior

vía retrete

 

más limpio uno ya

supone, y dúctil ahora bajo la luz

y el desenfado de la regadera

 

en el ejercicio de estimularse

y hacerse hábil en la deposición de sus armas

contabilizando las arrugas y los miedos

sopesando la flacidez de un cuerpo demasiado viejo

para la sed de las uñas

 

verificando la arritmia crónica de los semáforos y los cuchillos

que se ocultan bajo el pellejo

 

pero tonal y hegemónico           a pesar de todo y la memoria

de súplicas noches y lágrimas

casa atrás

ante la figura de un rostro en cruz

en una jerga-idiosincrasia de lázaros días

con los ojos entreabiertos

y la mano tendida siempre al amanecer

 

Uno todo a tientas y arrepentido / riñón abajo

con la cabeza fija en el suelo miope y descalzo

de su andadura presocrática

 

como pidiendo explicaciones a las piedras

o como tratando de encontrar en ellas

 

                       el resplandor de una ventana

 

 

Poemas del libro inédito Impaces.

 

 

Luis Eduardo Barraza (Venezuela, 1990). Poeta y Licenciado en Letras. Autor de Calamarius (Valencia-España, 2018), Los días arqueados (Caracas-Venezuela, 2017) y Solicardia (Maracaibo-Venezuela, 2016). Ganador del Premio de Literatura Experimental del Sporting Club Russafa (España) y del Concurso Anual de Poesía Librería Lugar Común-Embajada de Italia (Venezuela). Poemas suyos han sido traducidos al inglés, italiano y portugués, y aparecido en distintas revistas literarias. Es creador y director de la Biblioteca Virtual de descarga gratuita https://poesiavzla.wordpress.com.

 



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