Nueva York, a 02 de noviembre de 2020.
El equipo de Nueva York Poetry Review felicita Agenor Prieto Machado, poeta panameño, radicado en España, por ser el ganador del Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró, en el rubro de poesía, por su libro Hacia el tú invocable. Según el fallo del jurado, conformado por Lil Picado (Costa Rica), Vasco Franco (Panamá) y Karla Olvera (México), obtuvo el premio “Por tratarse de un libro de escritura contemplativa, bucólica y de fina sensibilidad, capaz de gran plasticidad, así como el justo equilibrio entre sensibilidad e intelecto.”
Para celebrar su galardón, presentamos una selección de El silencio creador (Polibea 2015, Madrid), uno de sus libros anteriores.
HABITACIÓN JUNTO AL MAR
De blanca tela la cortina
bailaba. Su vestido alado
de un pliegue a otro sucedía.
Umbral de mar precipitado
con la noche en mi estancia. Transparencias
y sombras como olas a mis pies.
La cortina era a un tiempo su cara y su reverso
como en El Abanico de Mme. Mallarmé.
Qué ser, qué grito mudo colma el aire,
hermano del cristal. Mensaje
del mar con sus dobleces.
Y en el momento de existir negarse.
La blanca ensoñación plegaba
la noche llena de presencias.
Y vi que era tu signo, poesía
estar en todo como está la ausencia.
JARDÍN PARA BILL EVANS
Hay un brocado vegetal que oculta
el espejo del agua
desnudo como el cielo.
Aquella desnudez tiene retales
de un silencio caído
como aroma de ausencia.
Para abrir los arcanos
fue de espejos su arte,
una memoria
de la luz demorada en los esmaltes.
Qué hermoso balanceo
como pensiles tienen sus manos de olor a espliego.
Se ha visto el ejercicio de sus dedos
en el gorrión al pellizcar la piel del agua.
Un desperezo ávido si pulsan
las notas de marfil a las nieves de enero.
La memoria desnuda de la luz en el agua
es silencio pulsado en su desnudo teclado.
La claridad lunar es una perla
ahogada entre las manos de Bill Evans.
Y vemos afinar al ruiseñor
cuando irrumpe la luz y derrama en el día
su deambular febril en los objetos,
el canto en las clavijas ocultas del piano.
TINCTO EN LETE
Tan solo un palpitar me lo revela:
tu sueño es la floresta de una fuente.
Tan cercana a mis labios, tanto anhela
desbordar de sus flores por tu frente.
Y alberga el universo, y paralela
y al compás de tu pecho va mi mente.
Ni su origen, no alcanzo ni la estela,
tan sólo un respirar, amor, se siente.
Siento ante mi el fanal donde se enrola
tu ritmo creativo. Caracola
trazada sobre un lienzo inaccesible.
Leve, absorto, disfruto en este lecho
de ser tanto, o tan sólo un invisible
turista por la playa de tu pecho.
INTERMITENCIAS
Hay una noche absorta.
Hay un minuto a la deriva
en el abismo de la quinta hora.
Abrupta sima del instante, ola,
así me llega la unidad perdida.
Hay momentos sin duda decisivos
en que se reconcilian los opuestos.
Se escucha al ruiseñor y es con su canto ameno
un lírico reencuentro con lo vivo.
Inclinación del tiempo, suspendido
sobre la eternidad.
Un hondo palpitar en la presencia
se ofrece por los bordes al sentido.
Y cuánta claridad, cuán cerca y lejos
se mece la mirada: transparencia.
Así como una seda se me ha dicho al oído
- es un pañuelo desdoblado el tiempo -.
Casi llegan los labios a besar lo que dicen
- proximidad de alas y rumor de follaje -,
a tientas va la mano y en la sombra describe
el seno de una fruta por el margen del aire.
Y vuelve tu unidad a ser fragmentos,
a ser tacto y color, fuga y sonido.
En este mismo instante, cotidiano, se inclina
sobre el mundo un olvido como tumba de encajes.
Sólo el trino del ave testimonia en el día
al ángel que velaba por la noche en el parque.
SECRETO DE AMANTES
(NOCTURNO)
No le digas a nadie si termina
un sollozo de luz por los rieles,
si entre tú y yo, en ocultos cascabeles
se presiente su arista sibilina.
De día en su redil de aguamarina
baja a arrullar, la noche, nuestras pieles,
y a escribir la sentencia a sus claveles.
Escrituras del viento en la cortina.
No le digas a nadie dónde muere
la luz que el filo de cristales hiere,
dónde encuentra el mecer su varadero.
Si no la noche albergará, siniestras
memorias de abandono. Y sólo quiero
rescatar de sus páginas las nuestras.
DESAHUCIO
Serán muda presencia de cristales
los pliegues de tus sábanas ya frías.
Yo, huella de un guijarro y tú… reías
concéntrica en tu piel. Fue de alquinales
de enamorada miel, de manantiales
el tacto que en tu cuerpo me ofrecías.
Mi abrazo es ya de olvido; y tú, deslías
un rosario de quejas minerales.
Abrazo del que brota, sucesiva
de polvo, ora de lirio un alma esquiva,
un secreto que al beso está sellado.
Hallaré tal vez, mudo de colores
donde ostenta una lápida sus flores
el espejo de Venus agrietado.
ELEGÍA
En memoria de un amigo
cuyas cenizas guarda el Mar Caribe.
¿Es vano todo esfuerzo ante el olvido?
Desdibujar pisadas es un arte
es la expresión del tiempo. Tú te has ido
ante el afán de nadie por buscarte.
Acaso oí un crujir que recordaba
el mimbre de tu hamaca al reclinarte
por las tardes. Y al fondo navegaba
el buque transatlántico. Balizas
son tus ojos amigo, lo olvidaba.
Ya el mar, ya rompen olas. Te deslizas
tú, tiempo sin contorno, es tu solera,
ser cofre en que se albergan las cenizas.
Morir no es el final, es la primera,
mirada hacia el origen. Ya te guarda
un pez multicolor la calavera.
Contemplo junto al mar la nube parda
y al silencio en la tarde se me olvida
que el agua tiene brillos de alabarda.
Como la selva en fuga de una herida
se visten el tucán y el guacamayo
tu blanca guayabera en despedida.
Ahora cada tarde es un ensayo
de luz que se reclina en tu aposento
la luz que sólo asiste a tu desmayo.
Como un arco en tensión, la muerte, siento
crujir en el silencio, abrir la entraña:
dos alas herrumbrosas por el viento.
La vida es un cristal que no se empaña
al pulmón sin aliento de los días.
La vida es ese mar en donde baña
un dios indiferente sus baldías
miradas sin objeto, sus jirones
de eternidad sin voz ni melodías,
de tarde que murió en los malecones.
Y es que hemos sido un brillo en la pupila
de nadie, un rumor, cavilaciones
ese caldo herrumbroso que destila
el tiempo. Ha sido un hondo balbuceo
en los labios sin voz de una sibila.
Contemplo junto al mar el devaneo
de la luz que atesora interminable
los ecos de tu voz mas no el deseo.
Es por tu estancia un rostro lamentable
el mío, que de muerte siente acaso
el crujir de tu hamaca reclinable.
Y queda en la retina un brillo escaso
si al desatar la luna su marea
se abren celosías de tu paso.
Y queda cerca de mi voz qué sea
allá por los manglares. Si es tu nombre
lo que una flor de agua deletrea.
Algún día tal vez la luz se asombre
al hallarte en la tarde (ensueños parcos).
Yo no me olvidaré que ha sido un hombre
el óxido en el casco de los barcos.
MEDITACIÓN FINAL SOBRE LA POESÍA
El día se desdobla en el estanque.
Abre la flor su corazón de niebla
al disiparse.
¿Seré real? Hay un palacio. Siglos.
En las salas el suelo cruje. Espejos
colocan miembros truncos a una estatua,
y son manos de polvo que rozamos como borlas.
Iré yo descubriendo al merodearte
esta ficción de mí que tú alimentas.
Porque el alma es alinde, galerías de ecos
del que fui al que seré.
Tus dorados apliques, poesía, me dejan
reflejado en el agua. Un engarce de letras
en las arpas del día.
Del día desdoblado en el estanque
que finge flores, luz en los postigos
Y vencer a la muerte como el miembro fantasma
de una estatua en el espejo. Soy yo
real, tu repetido.
Agenor Prieto Machado nació en 1989 en la República de Panamá y reside desde la adolescencia en España, donde se ha licenciado en filosofía. La inquietud por la poesía le nace a los diecisiete años cuando empieza a frecuentar a los modernistas hispanoamericanos, así como a la poesía de vanguardia. Tras estos, los clásicos españoles, los románticos ingleses y demás autores de diverso carácter sacian su curiosidad lectora. En 2015 gana en Madrid el premio Javier Lostalé de Poesía Joven con la obra El Silencio Creador (ed. Polibea). Es asimismo el reciente ganador del premio Ricardo Miró (2020), máximo galardón de las letras panameñas, con el poemario titulado Hacia el tú invocable.