THEY DIDN’T GET ME
They didn’t get me.
I feel like the hunted prey that
escaped
schools
churches
office jobs
city streets
morals
Anglo culture/western civilization/ the democratic process
dutiful sex free sex no sex
9-5
the perfect mother
& " wife
IQs/MDs/PHDs/USA
delivery rooms with Drs. in hurry
project walls 1/2 inch thick
white kids who hate black kids
black kids who hate white kids
Mexican kids who hate light kids
people who hate themselves & hate everyone
The city was the hunter
and the streets of my childhood were
peopled with many like me—
the streets soaked up
oil& blood & rain & tears& dog shit & footsteps &
love&
children’s games & lives & piss & stunted trees & the
blossoming
trees on Guerrero St. & the hardy weeds that burst
through
the cracks in spring, especially spring,
and the people, the people, the people.
They told us in school one
time that a beautiful creek
ran down Dolores St., and on
Noe St. Indians fished for their supper, we were told—
Can’t you just see cornfields
spreading all over the Mission?
And all that time,
the earth wasn’t confined
to backyards and fences and the "country"—
the weeds kept telling
me something I couldn’t hear—
the earth was laughing and listening and singing
all that time. All our destruction
can’t touch it. It lies in wait.
They can’t touch us.
They didn’t get us.
Under my flesh/this skin
my heart keeps pumping
my blood
laughing and listening and singing inside me
all on its own
and I’m amazed.
To San Francisco’s Mission District,
my childhood ground.
NO ME ATRAPARON
No me atraparon.
Me siento como presa acosada que
huyó de las
escuelas
iglesias
trabajos de oficina
calles citadinas
moralejas
la cultura anglosajona/la civilización occidental/ el proceso democrático
sexo obligado sexo libre sin sexo
trabajo de 8 a 6
la madre perfecta
y la esposa perfecta
Coeficiente intelectual/Doctores en medicina/Doctorados/USA
salas de parto con doctores apresurados
multifamiliares con paredes de media pulgada
niños blancos que odian a niños negros
niños negros que odian a niños blancos
niños mexicanos que odian a niños de piel clara
gente que se odia a sí misma y odia a todos
La ciudad era el cazador
y las calles de mi infancia estaban
pobladas de gente como yo—
las calles absorbían
aceite y sangre y lluvia y lágrimas y mierda de perro y pisadas y
amor y
juegos de niños y vidas y orines y árboles atrofiados y los
florecientes
árboles en Guerrero Street y la yerba mala que explotaba
a través
de las grietas en primavera, especialmente en primavera,
y la gente, la gente, la gente.
Nos dijeron en la escuela una
vez que un hermoso riachuelo
corría por Dolores Street y en
Noe Street los indios pescaban su cena, nos dijeron—
¿Puedes ver los campos de maíz
esparciéndose a lo largo de toda la Misión?
Durante todo ese tiempo,
la tierra no estaba confinada a jardines traseros y rejas y "el campo"—
las yerbas me seguían diciendo algo que no podía escuchar—
la tierra reía y cantaba y escuchaba
todo ese tiempo. Toda nuestra destrucción
no puede tocarlo. Se mantiene a la espera.
No pueden tocarnos.
No nos atraparon.
Debajo de mi piel/esta piel
mi corazón bombea aún
mi sangre
ríe y escucha y canta dentro de mí
por sí misma
y estoy asombrada.
Dedicado al Mission District de San
Franciso, el territorio de mi niñez.
CALIFORNIA POPPY
Most of the kids in my fifth-grade
class in the Mission, San Francisco,
were brown, black, some white,
most poor, some with real
families, some money— and the
White Lady Teacher said:
"The California poppy is the state
flower, you must never pick
it, you must never pick
it, you must never pick
it, that’s the law.”
And I remember walking home that
day from the White Lady Teacher’s
class, down the alley where kids
met to fight, and I fought there
twice with boys, and both times
I made them bleed and cry, so
I won; and there they were.
The flowers I should never pick,
The flowers I should never pick,
The flowers I should never pick,
that’s the law. And I remember her
saying one time to some girls, "You’ll
have babies by the time you’re 16,
girls like you" and I knew
she was talking to me as I flushed
hot with shame and anger, anger and
shame. So, I picked one California poppy,
stuffed it in my pocket till it died.
And later, I picked 2, 3, 4, 5
and ate them too, and then I glared
and smiled at the White Lady Teacher
as the California poppy bloomed
inside me, fueled by
the heat of my heart.
Now, 42 years later, I close
my eyes and I see California extending
to the coast to the southern tip of Chile, to
the northern tip of Nome. I close
my eyes and see north to south, south
to north, as birds fly, as whales
swim pregnant with their young,
butterflies dreaming, dripping from coastal
trees—porpoises, otters, seals, sharks, eagles,
hawks, bears, mountain lions, jaguars,
wolves, humans, —north to south, south
to north for centuries. I close my eyes
and see my California poppy on fire.
I was born in California, beautiful,
holy, so sacred California.
I was poor in California, and hungry
in California. I have stolen food as
a child in California.
I stole baby clothes when
I was pregnant at 15 in California.
I was punished for speaking Spanish
in school when I was 6 and learned
to speak English in California, in California.
All my children—born when I was 15, 17,
21, 32— were born in sacred California.
My 2 grandchildren were born in
holy, so sacred California.
I’ve been on welfare in California.
I’ve been married in California.
I’ve been unmarried in California.
I’ve been beaten in California.
I’ve been raped in California.
I’ve been healed in California, yes,
in this beautiful, holy, oh so sacred
California. I learned to write in English,
hearing my grandmother’s voice, voices of my
ancestors, in sacred California.
I close my eyes and I see
California extending to the coast to the
southern tip of Chile, to the
northern tip of Nome.
I close my eyes and I see
north to south, south to north,
as birds fly, as whales swim
pregnant with their young,
butterflies dreaming, dripping from
coastal trees—porpoises, otters, seals,
sharks, eagles, hawks, bears, mountain
lions, jaguars, wolves, humans—
north to south, south to north,
for centuries. I close
my eyes and see
my California poppy on
fire. Blooming, dying,
blooming; fueled by—
fueled by the heat—
fueled by the heat of —
fueled by the heat of my—
fueled by the heat
of my borderless
heart.
(With the shadow of California Proposition 187 in
mind, which is hostile to the newcomer.
And to all those suffering and dying because of the human--made borders
everywhere on our planet, especially the children who,
naturally and rightfully, feel at home everywhere on
Earth until they’re taught not to.)
AMAPOLA DE CALIFORNIA
La mayoría de los niños de mi clase de quinto
año en the Mission, San Francisco,
eran morenos, negros, algunos eran blancos,
la mayoría pobres, algunos con familias
reales, algo de dinero—y la
Teacher Guerita nos decía
“La amapola de California es la flor
estatal, nunca deben de recoger-
la, nunca deben recoger-
la, nunca deben recoger-
la, esa es la ley”.
Recuerdo cómo caminé a casa
ese día desde la clase de la Teacher Guerita
hacia el callejón donde los niños
se amontonaban para pelear, y luché
dos veces con unos tipos, y ambas veces
Los hice sangrar y llorar, gané
y allí seguían.
Las flores que nunca debía recoger
las flores que nunca debía recoger.
Las flores que nunca debía recoger,
esa era la ley. Y yo la recuerdo
diciéndole un día a unas niñas, “Cuando
tengan 16 años van a parir bebés,
niñas igual que ustedes” y sabía
que ella se estaba dirigiendo a mí mientras me sonrojaba
encendida de vergüenza y furia, furia y
vergüenza. Entonces, recogí una amapola de California
la guardé en mi bolsillo hasta que se pudrió.
Y después recogí 2, 3, 4, 5
y me las comí también, y lancé una mirada fulminante
y le sonreí a la Teacher Guerita.
mientras la amapola de California florecía
dentro de mí, avivada por
el calor de mi corazón.
Ahora, 42 años más tarde, cierro
mis ojos y veo a California extenderse
desde la costa a la punta más austral de Chile,
a la punta más boreal de Nome. Cierro
mis ojos y veo desde el norte hasta el sur, desde el sur
hasta el norte, mientras los pájaros vuelan, las ballenas
embarazadas nadan con sus crías,
sueñan las mariposas, goteando desde los árboles
costales—vaquitas marinas, nutrias, focas, tiburones, águilas,
halcones, osos, pumas, jaguares,
lobos, humanos—del norte al sur, del sur
al norte durante siglos. Cierro mis ojos
y veo mi amapola de California en llamas.
Yo nací en California, hermosa
santa, sagrada California.
Fui pobre en California, y estuve hambrienta
en California. He robado comida
de niña en California.
Embarazada, robé prendas de bebé
a los 15 en California.
A los 6 me atormentaron
por hablar español en la escuela y aprendí
inglés en California, en California.
Todos mis hijos—nacidos cuando tenía 15, 17,
21, 32—nacieron en la sagrada California.
Mis dos nietos nacieron en
la santa, sagrada California.
He estado en ayuda social en California.
He estado casada en California.
He estado des-casada en California.
He sido golpeada en California.
He sido violada en California.
He sido curada en California, sí,
en esta hermosa, santa, oh sagrada
California. Aprendí a escribir en inglés,
escuchando la voz de mi abuela, las voces de mis
ancestros en la sagrada California.
Cierro mis ojos y veo
a California extenderse hasta la costa desde
la punta austral de Chile, hasta la
punta boreal de Nome.
Cierro mis ojos y veo
del norte al sur, del sur al norte,
mientras vuelan los árboles, las ballenas embarazadas
nadan con sus crías,
las mariposas sueñan, gotean de
los árboles costeños, las vaquitas marinas, nutrias, focas,
tiburones, águilas, halcones, osos, pumas
jaguares, lobos, humanos—
de norte a sur, sur a norte,
por siglos. Cierro
los ojos y veo
a mi amapola de California en
llamas, mientras florece, muere,
florece; enardecida por —
enardecida por el calor—
enardecida por el calor de --
enardecida por el calor de mi—
enardecida por el calor
de mi corazón
sin fronteras.
(Escrito a la sombra de la California Proposition 187 en
mente, que es hostil a los recién llegados
y a todos aquellos sufriendo y muriendo a causa de las fronteras hechas por humanos
en todo el planeta, especialmente los niños quienes,
natural y justificadamente, se sienten en casa en cualquier lado
del planeta tierra hasta que se les enseña a no hacerlo.)
ANCESTOR
There were times
you and I
were hungry
in the middle of a city of
full bellies
and we ate bread with
syrup on top, and we joked
and said we ate dessert morning
noon & night, but
we were hungry—
so I took some bottles to the
store and got milk and
stole deviled ham because
it had a picture of the devil
on it and I didn’t care—
my favorite place
to climb
and sit was
Devil’s Rock,
no one else
would sit there, but
it was the
highest place
around—
taking care
of each other,
an old lady and a child,
being careful
not to need
more than could be given.
We sometimes went to the
place where the nuns lived and
on certain days they would
give us a bag of food, you
and the old Mexican nun talking,
you were always gracious;
and yet their smell of dead
flowers and the rustle of their robes
always made me feel
shame: I would rather
steal.
And when you held my bleeding nose
for hours, when I’d become
afraid, you’d tell me,
"Todo se pasa."
After you died I learned
to ride my bike to the ocean—
I remember the night
we took the 5 Macallister bus
to the ocean and it was
storming and frightening,
but we bought frozen chocolate
bananas on a stick and ate
them standing, you and I,
in the warm, wet night—
and sometimes I’d wonder why
things had to pass and I’d
have to run as fast as I could
till my breath wouldn’t let me
or climb a building scaffold to the
end of its steel
or climb Rocky Mountain and
sit on Devil’s Rock
and dare the devil to show his face
or ride my bike till the
end of the streets hit
sand and became ocean,
and I knew
the answer, Mamacita, but
I couldn’t even say it to
myself.
Grandmother to mother to
daughter to my daughter,
and to my sons—
the only thing that truly
does not pass is
love—
and you
knew it.
ANCESTRO
Había ocasiones
en que tú y yo
estábamos hambrientas
en medio de una ciudad de
panzas llenas
y comíamos pan con
jarabe de maple, y bromeamos
al decir que comíamos postre mañana,
tarde y noche, pero
teníamos hambre—
así que llevé algunas botellas a la
tienda y compré leche y
robé jamón a la diabla porque
tenía una fotografía del diablo
en la envoltura y no me importaba—
mi lugar favorito
para escalar
y sentarme era
Devil´s Rock,
nadie más
se sentaría ahí, pero
era el lugar más alto
de los alrededores—
cuidándonos
entre nosotras,
una anciana y una niña,
teniendo cuidado de
no necesitar
más de lo que podía dársenos.
A veces íbamos al
lugar donde vivían las monjas y
en ciertos días nos daban
una bolsa llena de comida, tú
y la vieja monja mexicana hablaban,
siempre corteses;
y sin embargo su olor a muertas
flores y el susurro de sus túnicas
siempre me hizo sentir
vergüenza: prefería
robar.
Y mientras sostenías mi nariz sangrante
por horas, cuando el miedo
se me metía, me decías,
"Todo se pasa."
Después de tu muerte aprendí
a andar en bici hasta llegar al mar—
Me acuerdo de la noche
en que tomamos el autobús 5 Macallister
al océano y todo era
tormentoso y aterrador,
pero compramos paletas heladas
de plátano con chocolate
y nos las comimos
de pie, tú y yo
en la cálida, húmeda noche—
y a veces me preguntaba por qué
las cosas tenían que pasar y yo tenía
que correr tan rápido como podía
hasta que mi respiración no me lo permitiera
o escalar un andamio de edificio
hasta el final de su borde de acero
o subir Rocky Mountain y
sentarme en Devil’s Rock
y retar al diablo a mostrar su cara
o andar en mi bici hasta donde
acababan las calles e iniciaba
la arena y se convertía en el océano
y entonces supe
la respuesta, Mamacita, pero
no podía ni siquiera confesármela.
De abuela a madre y
de hija a mi hija,
y a mis hijos—
lo único que en realidad no pasa es
el amor—
y tú
lo sabías.
Poemas del libro Desire (Bilingual Press, 1998)
Traducidos por Violeta Orozco
Alma Luz Villanueva has published four novels, most recently, ’Song of The Golden Scorpion.’ Eight books of poesía, most recently, ’Gracias.’ A book of short stories, ’Weeping Woman, La Llorona and other Stories.’ Her novel, ’The Ultraviolet Sky,’ won an American Book Award, and was included in ’500 Great Books By Women’- ’Naked Ladies,’ The Pen-Oakland Fiction Award. ’ Some anthologies- ’Coming of Age In The 21st Century,’ a story from ’Weeping Woman, La Llorona and Other Stories,’ title of story, ’La Llorona/Weeping Woman.’ Ms. Villanueva taught in the MFA in creative writing program, Antioch University Los Angeles, for twenty years. She is the mother of four grown children, three grandchildren, and two great-grandchildren. She is the granddaughter of Jesus Villanueva, a full blood Yaqui from Sonora, Mexico- who raised her in San Francisco, California, and who told her stories, poetry, and taught her dreaming. There is a bronze plaque by the Ferry Building on the Waterfront, San Francisco, where she fished as a girl- an excerpt of her poem, ’They Didn’t Get Me.’
Alma Luz Villanueva ha publicado cuatro novelas, la más reciente es ’Song of the Golden Scorpion’. Tiene ocho libros de poesía, el más reciente es ’Gracias’, y un libro de cuentos, ’Weeping Woman, La llorona and other Stories. ’ Su novela ’The Ultraviolet Sky’ ganó el American Book Award y fue incluido en ’500 Great Books By Women’. Su novela ’Naked Ladies’ ganó ’The Pen-Oakland Fiction Award’. Dio clase en el programa de escritura creativa, el MFA de Antioch University en Los Ángeles durante veinte años. Es madre de cuatro niños crecidos, tiene tres nietos y tres bisnietos. Nieta de Jesús Villanueva, un Yaqui pura sangre de Sonora, México, que la crió en San Francisco, California, y que le contó historias, poesía y le enseñó a soñar. Hay una placa de bronce en el puerto de San Francisco en donde ella pescaba de niña con un fragmento de su poema ’They didn’t get me’.