Nueva York Poetry Review publica una muestra de Venado tuerto, de Ernesto González Barnert (Chile, 1978), libro merecedor de una mención honorífica en el Primer Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press 2020. Invitamos a disfrutar de estos especiales, mientras volvemos en enero, con el formato de número semanal.
NO BUSCO UN PADRE EN LA POESÍA
sino un hermano
con el equilibro del ruiseñor
y el cuervo al batir las alas,
que no me empuje de la rama
de la que unos progenitores
me lanzaron temprano,
con amor y furia,
bastardo del sueño de la tierra prometida.
Un compañero o compañera
que aún en condiciones terribles de vuelo
no suelte la presa
sobre los campos feraces
de la guerra y el amor.
Sí, no busco un padre en la poesía
sino una rara avis
en la página más frágil de la literatura
atenta a la música de las cosas atoradas
en la punta de la lengua.
Sí, un pobre pájaro o pájara
dentro o fuera de su jaula
soñándose mi camarada
durante el fragor de la recolección
o la quietud de la caza.
EN QUÉ MOMENTO LA POESÍA CHILENA
se nos llenó de Tu Fu
con una mano por delante
y otra por atrás.
Me volví uno de éstos con su épica menor,
cuitas provincianas
y ese clamor ciudadano, burócrata
cada vez más apático e insoportable.
La vida es una guerra no lejos de aquí
pero aquí pega fuerte
con despidos, sueldos miserables
y un status quo
tan apretado como un traje de neopreno
o botón de oro.
Así, en esta copia feliz del edén
en que la mayoría apenas llega a fin de mes
o derechamente sobregirado
la norma es presumir de entereza
o sedición
de comentario en comentario
sobre el cajón de tomate
de las redes sociales, en el vino de honor
o la noticia online.
Así también regreso día a día de la jornada
a prepararme algo de comer.
Con el control remoto en la mano
navego de canal en canal
tan ansioso como cuando pequeño
no podía desatar el nudo de la bolsa
y la rompía para comer una hallulla caliente.
El pueblo en esta capitanía general
lo saben sus plutócratas
tiene una filosofía sin saberlo de corte gandhiana:
se resiste sin oponer resistencia alguna.
Así leemos en entrelineas la prensa y el espectáculo.
Soportamos al cura para una misa de casamiento o muerte.
Compartimos un asado con amigos
cuando juega la roja mirando de reojo
a las amigas del anfitrión.
Seríamos alcohólicos si no fuera por el café.
Seríamos tantas cosas
si no nos hubiésemos puesto huevones,
rendido tan rápido
o tuviésemos santos en la corte.
En fin, dejemos esta matraca
también para mañana
como la losa sucia en el lavaplatos,
la llave que gotea.
Estoy cansado como caballo de feria.
Mirar las estrellas solo me pondría más triste
pensando cuál ya no existe
y su luz viajó hasta mí.
¿Qué pasó con los chicos revoltosos?
¿Qué pasó con los sueños que teníamos?
¿Qué pasó con el para siempre?
¿Qué pasó con el para siempre?
Nunca lo sabremos…
Cantaba una banda inglesa
a principios de siglo.
En Chile, más que ser un Imperio
como nos acusaban los EE.UU. en el siglo XVIII
quisimos ser un bar británico,
un bar sin británicos escuchando música británica,
con minuto feliz.
Li Po al menos se tiró al río
para abrazar a la luna.
VENGO DE MUJERES DE HIERRO
con vestidos de verano,
que ponen una hoja de laurel
en una olla de agua hirviendo
sabiendo que eran los caballos
y no los jinetes
quienes recibían la corona.
A veces se tienden a nuestro lado
sin miedo o frío bajo un techo
golpeado todo el santo día y noche
por la lluvia.
No estoy seguro de qué es lo que aman
cuando nos abrazan,
siento su corazón latir con fuerza.
Tampoco lo qué desean
cuando te miran en la oscuridad
con los ojos abiertos.
CONOZCO EL MIEDO ATROZ A LA POBREZA
de los que dan o reciben la ostia en la lengua,
se aprietan la mano en la iglesia o leen con demasiado enfásis
pedazos escogidos de la Biblia en el estrado.
A los que vuelven o parten remando incansables
sus aparatos teléfonicos a la espera de un golpe de suerte o sexo
con una crucecita al cuello o calendario de la virgencita
del año pasado en la billetera.
Sí, a los que se arrodillan sin creer de veras en Dios
en un templo lleno de carajos
mientras afuera crece la hierba sobre nuestros muertos y vivos
sin hacer diferencia.
El viento la mayoría de los días
no cambia las cosas de sitio, ni expande el fuego.
La lluvia no lava más a la víctima que al victimario.
Y la tierra no tiene por qué dar frutos.
Sí, conozco el lenguaje roto de cada personalidad fuerte
que nunca aprenderá su lección,
ahora que la tuya & la mía lava con fuego
lo que escribe y condena a ser ligado con orgullo y oro,
se cree tocado por el espíritu santo.
Sí, a los que llenos de miedo e ignorancia
se llaman hombres de fe, mujeres de Dios
y recolectan, rotos por dentro, el diezmo
poniendo cada vez menos,
esperando cada vez más de lo que corresponde
en el cielo o el infierno.
NO CONTESTES DIOS,
estas oraciones torpes, salvajes, orgullosas,
sin ganas en tu altar
o que solo recordamos en el dolor
y la impotencia.
Ya tenemos suficiente
con llamarte impunemente.
De soñar golpear en el suelo
a los que en tu nombre
perpetraron crímenes y abuso,
sostienen tu dominio o empresa
con vanidad y miseria.
No respondas
a nuestras breves y pequeñas
historias de mierda,
vayas en auxilio
de nuestras lagrimas sinceras
sobre un mar de egoísmo
en el que ni siquiera teniendo todo
remamos tranquilo
de regreso a Ítaca.
Déjame dudar de los tiempos finales
y mejores
ahora que me desgarra
cada comienzo esperanzador.
Somos una plaga
echa bolsa, cansada, fuera de control
llevada de la mano por unos sicópatas
del progreso e interés,
con benéplacito.
Oh Dios déjame dejar esto en tu silencio
o el mío después de recordar a mi vieja
conteniéndose de apagar la llama de una vela
con el aliento
y hacerlo mojándose con la lengua
el índice y el pulgar.
Ernesto González Barnert nació el 30 de agosto de 1978 en Temuco, Chile. Ha obtenido por su obra poética el Premio Pablo Neruda de Poesía Joven 2018, Premio Nacional del Libro a Mejor Obra Inédita 2014, Premio Nacional Eduardo Anguita 2009, entre otros, además de varias menciones y becas. Entre sus últimos libros está Éramos estrellas, éramos música, éramos tiempo (Chile, 2018), la reedición de Playlist (2015, Overol) en EEUU (Floricanto Press, 2019) y en Chile, esta última bilingüe (Plazadeletras, 2019), además de la antología Ningún hombre es una isla (Buenos Aires Poetry, 2019) y su obra reunida Cinco mamuts en fila (Plazadeletras, 2020). Es cineasta y productor cultural de la Fundación Pablo Neruda. Reside en Santiago.