CELEBRACIÓN POR EL TIEMPO FELIZ DE SIDNEY WEST
para Juan Gelman
Un día de sol con mucha luz
iluminado el aire que Eduardo respiraba
claro inmenso el espacio
aire libre de esos veinte años
Para ser más luminosamente exacto
ese día de sol
Eduardo tuvo entre las manos
los poemas de Sidney
los poemas de West entre las manos
mismas que acariciaban una hija
que Eduardo tuvo en esos esplendentes años
cuando venía una tristeza acaso
o dos a lo sumo cada mes
solo eso
y fulgurante sol metía el entrecejo
en el libro de Sidney del amigo Sidney
y las manos que pasaban dulcemente
sus palmas por la nuca de la hija
sostenían el Sidney
y los dedos que podían entretejerse en los cabellos de la hija
pasaban las páginas del West una por una
siguiendo con los ojos los lamentos las muertes
mientras la hija feliz y muy pequeña lucía radiante en el jardín corriendo tras los soles de
ese día
todas las hijas
los hijos
niños
niñas del universo
tengan los Soles
todos los días
totales
tengan la luz
y Eduardo repetía las voces del Sidney las de West
de Juan del Sur
de Juan de oriente
del Gelman de todos los puntos cardinales
y ese libro se quedó en una casa
cerrada para siempre a Sidney West a Eduardo
con la hija sin soles sin soles sin soles
Hacia los veintisiete Eduardo caminó
las calles de Madrid
y en un lugar exacto llamado
Fernando VI número 17
compró una obra poética de Juan
la librería Antonio Machado iba soñando caminos y Eduardo entonces habló suavemente
con Sidney
y lamentó lamentablemente alguna ausencia pero sonriente
porque es exacta la palabra porque es exacta
y en la puerta del Museo Del Prado
luego de ver el perro semihundido en la arena de Francisco de Goya lloró por los
muchachos que no estarían ya nunca
por la hija sin los soles que él le procuraba
y junto a Don West Don Sidney el compadre Sid
aguantó varias cañas y coñacs y aullidos
en la noche ya fría de Francisco Quevedo
Ya los treinta venían con un pie en el estribo
y la hija no estaba
pero Sidney el viejo el amistoso
contemplaba los cielos subir hacia los hombres
y estrechar los abrazos
Ahora corren los perros persiguiendo las risas de los niños
y Sidney West impávido como el Zenzontle de Ramón López Velarde
repite sus músicas
Nacen los niños crecen como ramas de un poderoso y líquido ahuehuete
y el abuelo Sidney el abuelo que vino del oeste
cabalga en su neblina para cruzar los humos avanzar entre el polvo y detenerse al claro
porque cuando aparece el viejo Sidney viene el joven West
irrumpen los hijos
los niños con sus soles
y la hija que vendrá
que volverá con su calor entero
y nuevamente vienen los rigores del tiempo
pero la luz la luz la luz
y este compadre Sidney este compadre West
y el Juan que compuso melodías con la muerte
y el Juan que detuvo a la muerte por los hombros
y este Gelman que nos da sus palabras sus soles
su compañero Sidney su compañero West
sus niños
numerosas edades en una sola mano
las manos que acarician el tiempo con ternura
y Sidney West de nuevo cantando con nosotros
tal vez una tristeza o dos ya en el extremo
pero vivo vivísimo
en voces numerosas de todos los pájaros que supo inventar
Vuelen gorriones pobres y desnudos
palomas y zenzontles lleven a Sidney al aire refulgente
al cielo clarísimo que existe más arriba del humo y de las nubes
al espacio de más alto
al universo y al cielo más alto del más alto universo
lleven a Sidney West para que cante.
COPLAS PARA RAFAEL ALBERTI
(a la manera de Juan Panadero)
Alberti, cuánto has tardado:
Te demoraste una vida
En regresar a lo amado.
Eres marinero en tierra, Que viajaste con el viento
Empujado por la guerra.
Con el corazón exploras,
Porque aún en el exilio
Está abierto a todas horas.
También canta el ángel mudo:
Buenos o desengañados,
¿Los ángeles son escudo?
La juventud pasa pronto
Y lo que el poeta ha visto
¿Lo hace convenirse en tonto?
El viento trae un aroma
De la arboleda perdida:
¿Se equivocó la paloma?
¿Tantos exilios había
Para volver a tu cuna?
Ya estás en Santa María.
Beberé un vaso de vino
Con todos los exiliados
Que caminan su destino.
Y, celebrando a Picasso, Los colores de la guerra
No van a ensuciar mi vaso.
Alberti, te invito un vino:
Bebámoslo con los ángeles
Que te indican el camino.
Junto con Juan Panadero, Déjame cantar contigo:
Hoy quiero ser tu escudero.
PARA ERNESTO GUTIERREZ
Cuando Ernesto Gutiérrez me habló de Mallarmé
caminando Reforma, me gustó Mallarmé,
los adioses, las iras de los dioses antiguos.
Nos despedimos luego y Ernesto me decía
que uno no sabe nunca si ha de volver a verse. En Managua comimos gallo pinto, en su
casa.
Más tarde yo me fui y Ernesto me decía
que uno no sabe nunca si ha de volver a verse.
Años después, no muchos, en Brasilia busqué
a mi Ernesto Gutiérrez. Y no he de verlo más. La tierra ya lo tiene igual que a las
semillas. Uno no sabe nunca si ha de volver a verse.
UN POEMA PARA EFRAÍN HUERTA
Irresponsablemente
felices, Efraín, fuimos nosotros.
Solíamos al sol salir desnudos,
irrumpir en la tarde y enredarnos en ella,
romper tu intimidad.
Cuando lean estos versos los muchachos,
recordarán momentos:
Un cocodrilo que dormía en la orilla
junto a un árbol austero,
con las fauces abiertas, mantenía una parvada
en alborozo intenso.
Un pájaro comía de sus dientes,
otro más picoteaba en su piel de corteza.
Algunos intentaban ejercer, indecisos,
sus trinos confundidos.
Irresponsablemente
felices, Efraín, fuimos nosotros.
BIBLIOTECA DE JOSÉ LUIS MARTÍNEZ
Aquí no hay muertos.
Ramón, a la mitad del foro,
lee un poema con sabor a chía y ajonjolí.
Rulfo vino a buscar a Juan:
un instante de luz en las palabras.
Gorostiza envuelve en llamas
la soledad de los pasillos
por donde José Luis Martínez,
bibliófilo celeste,
coloca libros detenido en el espacio,
suspendido en el tiempo.
El alma se hace enorme,
el hombre empequeñece.
RAMÓN LÓPEZ VELARDE
Una gitana sabe que el futuro
tiene una asfixia agónica en tu mano
y danzando te irás, siguiendo un piano, hacia el melódico horizonte oscuro.
Con el gélido aliento de la calle
se hiela tu esqueleto atribulado;
a la mujer de negro has contemplado
en la letal atmósfera del valle.
Un lacónico caballo de ajedrez
a la grupa te lleva hasta Jerez.
El diplomático ataúd aguarda
a tu escuálido ángel de la guarda.
Y en una tumba atroz del cementerio
ejecutas tu danza y tu adulterio.
MUERTE DE RILKE
¿Dónde leí que Rainer María Rilke murió
por la infección que le produjo pincharse la mano
con la espina de una rosa?
La rosa no viene a mi poema,
viene la espina de la rosa.
Pero no llega hasta el papel la espina,
se clava en la palma de la mano
de Rainer María Rilke.
De ahí brota una gota de sangre
y se escurre a mi poema
una mínima rosa.
FRAY LUIS DE LEÓN
Fray Luis de León
desde la celda oscura
mazmorra miserable del rencor
piensa los versos luminosos
que traen hasta sus ojos un íntimo paisaje
El carcelero se asombra
pues la noche
cubre su tedio y su cansancio
y en la obstinada oscuridad
la celda irradia luz
LA MESA DEL ESCRIBANO
“No soy un escritor,
soy un escritorio”,
habría trazado Pessoa
con un íntimo ritmo marítimo
en el papel amarillento como un mapa
sobre la mesa hostil
donde escribía
las cartas comerciales
de su supervivencia.
Y Álvaro de Campos habría pensado:
“no soy una persona,
soy un personaje”,
mientras Fernando escribía
en su escritorio múltiple
las voces más expresivas del convulso siglo.
“No soy un viaje,
soy un viajero”,
habría dicho Ricardo Reis
cuando marchábase al Brasil
con su Fernando Pessoa en el corazón
para perderse
en un continente de rostros misteriosos,
aparentes y vagos.
Y Caeiro, el maestro,
habría reflexionado:
“no soy auténtico,
soy idéntico”,
en su afán de diluirse
en la naturaleza
mientras Fernando abría los sobres mercantiles
y preparaba respuestas lógicas, triviales.
Pero en la mesa comercial del escribano,
mientras un barco de carga sorteando la tormenta
traía su salario
para el oporto y la tinta,
aparecían más nombres de hombres verdaderos. “No soy este instante”, habría escrito
Pessoa,
“soy el tiempo”.
PERSONA, PERSONAE
Disculpe usted Fernando, su Persona de múltiples poetas,
Simulación, amaño, sin duda es fingimiento literario.
Usted pensaba, creo, que al tener en la sombra la poesía
Que hicieron acuciosos heterónimos, podría aclararse entonces
Muchos rasgos de sí, de su lirismo congénito, locura
Heredada, por cierto, de la abuela paterna y encubierta.
Bendito sea el que tiene la locura a flor de piel, herencia
De una abuela sencilla, tejedora, cantora de voz blanca,
Siempre afinada y dulce, de ojos maravillados en azules.
Secreto sotto voce de la casa, de la familia lúcida.
En fin, Fernando Esquivo, hombre sin rostro que decían los críticos,
Confesado y agudo indagador de signos y apariencias,
Degustador de moscatel y oporto, ridículo, frenético:
Su rostro inexistente, disculpe usted, Fernálvaro, Alricardo,
Se convierte en la mueca que se burla de este mundo aparente
Igual que un niño retraído a bordo de un barco imaginario.
Por la ciudad anónima y silente, ven pasar las personas
A un poeta que lleva cuatro sombras con él cuando camina
Dirigida una a una, al Occidente, al Norte, al Sur, al Este;
Los circunspectos puntos cardinales... Un sombrero y su sombra.
EL INGENIOSO HIDALGO
Don Miguel de Cervantes,
anciano ya
y manco y desdentado,
inicia la lección mayor
de nuestra vida:
un octosílabo
que todos repetimos
En un lugar de La Mancha.
Agrega un endecasílabo
clásico y formal
de cuyo nombre no quiero acordarme,
acaso más culto y refinado.
El primero es popular,
ibérico,
castellano,
manchego,
el otro
importado
por Boscán y Garcilaso
desde la bota
que los mapas calzan
con orgullo milenario.
¿Es la mala memoria voluntaria
de cuyo nombre no quiero acordarme,
-- //--
o es el culto lirismo
del mester de clerecía?
El primero lo cantan
los juglares
acompañados
de un laúd que tañe
agudo
como un refrán
sentencioso.
Es la voz popular
la que da inicio
a la más portentosa
lección de nuestro idioma.
Eduardo Langagne (México, 1952) Poeta y traductor, maestro en Letras Latinoamericanas por la UNAM, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de su país. Fue reconocido en 2016 con el premio especial José Lezama Lima, de Casa de las Américas, por su libro Verdad posible, que se publicó ese año en Cuba. Entre sus más recientes publicaciones, en 2017 apareció en la UNAM su traducción de los Primeros Cuentos de Joaquim Maria Machado de Assis. En 2016 apareció Tiempo ganado en Voz viva de México, de la UNAM y No todas las cosas, Antología personal 1980-2015, en el programa editorial del Estado de México. En 2015 se publicaron en Argentina su antología y prólogo de Tarumba y otros poemas de Jaime Sabines; la Universidad del Externado de Colombia publicó su Antología de Sor Juana Inés de la Cruz Poner bellezas en mi entendimiento. Su obra aparece en numerosas Antologías poéticas de México y otros países. Actualmente dirige la Fundación para las Letras Mexicanas.