A Enrique Guejía Meza,
Médico tradicional y
alguacil del Cabildo Indígena de Tacueyó
(Uno de los cerca de 300 líderes sociales asesinados desde el inicio
de la implementación de los acuerdos de Paz,
el domingo 4 de agosto de 2019, 5:30 a.m.)
Toribío, Cauca
THË WALA
Soy Wala y hablo la lengua Nasa Yuwe. Este que ves al lado mío, junto al cuerpo que se desangra, es mi bastón de mando. Muerto fui, un domingo al empezar agosto y anunciarse el día cuatro con el aleteo del mensajero del sol. Lo vi la tarde anterior al salir de la aldea de la luz, donde está mi casa. Imaginé que traía flores en su pico y que a la vereda la invadían los olores de los leños y la comida hirviendo. Creí que vendría con la suerte y la alegría de la minga en ese vuelo.
Fue un instante, pero bastó para alejar el extraño frío que se metía en mis pies desde el subsuelo, paralizando mis dedos. Esa tarde soñé con bailes. En el ocaso, señalé el lugar de las tres piedras. Aquí, la mujer, el agua y la luna; allá, los hombres; y, en la esquina, los niños, los nietos del trueno, y el territorio del gran pueblo. Le di gracias al abuelo fuego y le dije adiós a la Tulpa.
Lo presentí en mayo, cuando las garzas comenzaron a caer de los árboles por el veneno y desconocidos llevaban la madera, después de la tala, cerca al cementerio. También fueron víctimas de la ponzoña los ratones, las abejas, las arañas y las palomas. Alguien no quería desecho en esas tumbas.
Antes de salir, en el sereno de la madrugada, revisé las plantas amargas y corté algunas dulces. Intercalé en la huerta, las bravas con las frías y las calientes. Les pedí a todos no molestar al duende, caminar sin hacer ruido por los bosques y recoger muchas hierbas alegres. Ir al páramo por la yacuma y el apio.
Muerto fui esa mañana, a la salida del sol, cuando saludaba el viento. El pájaro Píhua cantó al lado derecho. Alcancé a escuchar un sonido infinito y seco y como entraban en mi cuerpo los destellos. Tengo en mi bolsillo las cáscaras de canelo que bajé de la montaña.
Ahora camino rumbo a los páramos donde viven los ancestros. Me muevo entre la niebla y los valles estrechos. Equilibro los espíritus. Busco la armonía. Soy Wala y este es mi bastón de mando. Me hablan las plantas y las hierbas. Llovió la noche de mi muerte. Y yo me sentí hijo del agua.
Poema inédito que será publicado en una antología próximamente
III
Creí saberlo todo
cuando me miré a los ojos
por primera vez.
Detrás de mí
estaba la marioneta.
Aquella que aguantaba con sus dientes
los hilos de mis brazos.
Aquella que empujaba con su lengua
mi cabeza hacia atrás
y hacia adelante.
Aquella que dirigía mis pasos
con sus manos,
empujando las caderas con un dedo.
La que pegaba su torso a mi espalda
para hacerme mover.
En fin, la igual a mí, la otra,
la que permanecía entre las sombras
mientras doblaba mis rodillas
con sus pies
hasta hincarme.
VII
Me bautizaron con rostro de mujer
y ungieron mis piernas
con aceite.
Luego hicieron resbalar por ellas
el nombre
con el que aún me llaman.
No me arrepiento,
pero cada vez que mojo mi piel
con gotas de la bendita agua
confieso el sonido
de las campanas de reloj.
VIII
Por este orificio de mujer
han pasado agujas en forma de luz
que bordaron extrañas historias
donde milenarios héroes apagaron su sed.
Por este orificio de mujer
salió la estrella fugaz
que lleva el hilo
del deseo y la memoria
III, VII y VIII son parte del poema y el libro del mismo título El sueño de la otra. Primera edición 1997, Colombia. Segunda edición 2019, México.
III
Quieres que yo llegue hasta tu cuerpo
Quieres que me quite los brazos
y los ponga sobre tu pecho
Quieres que los dedos
de mi mano derecha
acaricien tu cuello
Quieres que mi labios
hablen en tu oído
Quieres que mis mejillas
no se separen de tu boca
Sí, yo sé,
tu también me quieres
y sólo tengo libre
mi mano izquierda
para desvestirme
III, perteneciente al poema Las Voces del Adiós, El sueño de la Otra. 1997, 2019.
SUEÑO DEL CÓMPLICE
Un caballo negro espera
Aldaba del espejo
abre ya
la puerta del otro océano
Trampa que caza el animal equivocado
Mis piernas ya no son, ¡galopan!
Por fin,
me atrapo
y me dejo ir.
Del libro Jardín de sombras, 1994.
DANZA
Un dulce vegetal pica la lengua.
Aún me falta por morir
las largas uñas se juntan en el rostro
parten el aire
destapan los ojos
dividen el cuerpo
la cintura está en la otra orilla
la cabeza queda de este lado
las piernas alcanzan a bordear los hombros.
Un poco de agua sobre la piel
y todo volverá a estar en orden.
Del libro Memoria de aprendiz, 2011
HISTORIA DE AÑO NUEVO
También llueve aquí en abril.
A los cuentos completos de Onetti
le agregaron ocho páginas en blanco.
Se cortaron las historias
mi tiempo no es tu tiempo
a la hora que tú duermes,
yo vigilo tu sueño de pez
que nada entre corales.
El agua se mueve,
alguien se aleja,
se acerca,
escapa de la red.
Del libro Memoria de aprendiz, 2011
Yirama Castaño Güiza. Socorro, Santander, Colombia. Poeta, periodista y editora. Participó en la creación de la Revista y de la Fundación Común Presencia. Hace parte del Comité Asesor del Encuentro Internacional de Mujeres Poetas de Cereté, Córdoba. Sus poemas han sido traducidos y publicados en medios de Colombia y el exterior. Ha participado en los más importantes Festivales de Poesía en Colombia y en Encuentros de escritores a nivel internacional. Libros de poesía: El sueño de la otra, 2019. -Corps avant l´ oubli, Cuerpos antes del olvido (Yirama Castaño, Stéphane Chaumet y Aleyda Quevedo), 2016. -Poemas de amor (Yirama Castaño, Josefa Parra), 2016. -Malabar en el abismo, Antología, 2012. -Memoria de aprendiz, 2011. -El sueño de la otra,1997, Jardín de sombras, 1994. Naufragio de luna, 1990. -Antologías más recientes: Pájaros de sombra, 17 poetas colombianas, 2019. Queda la Palabra Yo, Antología de Poetas Colombianas Actuales, 2018, Antología Poética Ventre de Lumiére, Vientres de luz, 14 poetas colombianas + Jattín, 2017.