25 Nov 2024

143. POESÍA NICARAGÜENSE. CARLOS CALERO

-16 Ene 2021
Poesía

 

EL GRILLO

 

A la hora del silencio el grillo

dice: Nazca en mi mano su lenguaje

con vino y penumbras.

Su voz que se meta

en el corazón de mis hijos

y me deje nostálgico,

cuando el tiempo les coloque

bajos los pies un barrio y mi vida.

El grillo no oculta su canto.

Lo escucho en los Beatles

o los pisos musicales

que golpean los dedos de Beethoven.

Mis hijos han crecido,

hasta entonces,

con dos grillos secretos en sus bolsillos

y los sacan, únicamente,

para dedicarme sus pensamientos

o el retrato de mis recuerdos.

Cuando ellos van alejándose,

de lo que estuvo en la sala y la nostalgia,

el grillo los ve grandes en la distancia,

y me narra cómo han pasado los años

con una ventana y los adioses

que no son para siempre,

o indica el peso amoroso

de esos hijos en mis hombros.

El grillo yace en la mesa blanca.

He construido una diminuta estatua de aire

para que cuando despierte,

en un acetato de Pavarotti,

crea que todavía canta, canta y canta.

 

 

EL MIGRANTE UNA ESPECIE DE MAR

 

El mar, si lo quiere,

en cada sílaba, emigra como una isla.

Su lenguaje mueve

un péndulo de ciudades,

autos, trenes en cada estación de arena.

Quiero conocer por qué no cesan

las fronteras con otras pieles

cuando emigran y gritan

cargamos al sepulcro del mundo,

y cuanto más caminamos nos regresan.

A los migrantes se les compara con los pájaros,

se les define como raya rota,

se les odia, se les teme,

y no dejan de heredar heridas y nostalgias

que el mar arrastra

y saca los muertos de su vientre,

con el que engendra otros migrantes,

que reclaman su ola para soñar

en los territorios del gran océano

que los ahoga o imanta,

sin haber puesto un pie en los puertos.

El mar "entrega en el día

lo que la noche arrebata".

El migrante sabe que su oleaje

tiene hambre no solo de úteros y pobreza.

El migrante no siempre conoce su destino

en las fronteras donde trafican con su sepultura.

Sabe, el migrante, que su destierro

sepulta raíces en el viento

y, extrañamente, llega a pensar

que otros migrantes avanzan

con su propio tiempo hacia patrias inhóspitas.

El mar continúa,

reparte naciones ajenas

y llama a otro, tras otro mar

a pesar del miedo a morir por quienes

perdieron el rastro de sus sombras.

 

 

LA ABUELA Y EL COLOR BLANCO

 

La abuela se ha adueñado de la casa del mundo.

Qué hacemos con esta anciana

de la sombra y cementerios blancos,

de los anteojos antiguos

y rosario pintados de color blanco.

La abuela habla de una ciudad rodeada de mar

y barcos lentos, aves marinas

semejantes a pedazos de colchas

deshilachadas por las espaldas

de las mujeres blancas venidas a retozar

dentro de las proas con sueños blancos.

La abuela mira que la bahía se pone blanca

y la sueña eternamente blanca.

Muchos años y ya están los nietos

reunidos para calcular

las posesiones blancas de la herencia.

Uno ha viajado desde la ciudad

de cúpulas y plazas con palomas blancas,

otro abandonó algo

que había empezado para que fuera su finca

en que los volcanes y retumbos

mataban del susto a los rumiantes blancos;

el tercero se había casado

hasta perder lo feliz de su memoria blanca;

un cuarto nunca salió de esa casa

donde moraba la abuela blanca

entre paredes, una cocina artesana,

camas, armarios lacados,

puertas rayadas por la incertidumbre,

un pequeño jardín de nostalgias,

amapolas y claveles blancos,

y el perico blanco sagaz que repetía cada vez

cuando la abuela abandonaba

la casa blanca para dirigirse al mercado:

blanco,

blanco,

blanco,

hijueputa color de la vida y la ciudad,

blanco.

Un hombre adulto y blanco,

con síndrome de Down, procuró atraparlo.

Igualmente, una mariposa blanca,

con sus dedos de hojalata, lo intenta, lo intenta.

 

 

LA LENTE DEL TELESCOPIO

 

La                                                                                                                        

lente del telescopio espacial Hubble,

esa mañana de marzo, no apuntó al fondo

hasta donde su ojo alcanza el universo.

No. Estaba sobre Managua.

Estaba como una paloma de piedra sobre la Catedral.

Estaba sobre el féretro donde el hijo

de la poesía, el hermano de la historia,

el alquimista de la biología nuclear

y el amor a Dios por y para los hombres,

se dice, reposaba, pero en verdad

movía el lenguaje de un planeta o una estrella

en los talleres de los neutrones y protones,

hasta la simbiosis perfecta de transmutarse,

otra vez, y retornar al Cosmos, a la partícula

del origen y su viaje al presente

como perdiz, como lago, como remo,

como salmo en Solentiname,

como Nicaragua de llantos,

como un campesino que soñaba armado

en los caminos y telégrafos del amor

y una idea de libertad desde Niquinohomo.

La mano del Creador movió ese telescopio.

Movió la memoria de sus hijos, movió a un pueblo

saltando sobre su aro de fuego y guirnaldas,

movió a los corazones y la voz amenazada

por los zombis fanatizados y la policía.

El telescopio comprobó que los dictadores

temen a los poetas. Temen a la legión de las palabras.

Esa mañana el telescopio y los ojos del mundo vieron,

corroboraron, escribieron en el cuaderno de la memoria

la barbarie, el insulto, el agravio, el salvajismo

contra el hijo de las galaxias, el hijo de la justicia,

el hijo amante del misterio de la belleza

desde Merton, desde Whitman, Emerson, Eastein,

desde la piel y los ritos de los navajos, de los siux,

desde los estanques y lirios japoneses,

desde Kavafis y su sorbo de sal y redes en el Ponto

y las barcas victoriosas y diezmadas desde Troya.

El telescopio de la memoria precisó la imagen de Ernesto

y la sonrisa breve, de boina y barba sabia y blanca,

de los ojos de garza contemplativa,

de su nariz de isla que sueña, que canta, que huele

los pasos de un país recobrado, distinto y libre,

encachimbado nos diría;

de sus dedos y manos con plumas primitivas

donde el agua, los peces, una canoa, un tepezcuintle

pesan y alumbran como estrellas nova

hacia lo perfecto y lo mutable.

El telescopio de sus noches descubre la ruta

por donde va Ernesto, por donde lo vamos siguiendo,

por donde el recuerdo levanta una mano

y la posa sobre su féretro y le dice hermano,

andate tranquilo, andá satisfecho,

andate profeta, andate maestro, andate, andate,

esa luz en la selva, aún, somos nosotros.

 

 

BURBUJAS EN LA ORINA

 

Entre las delicadas burbujas,

casi perlas y trozos de bauxita,

el rostro antiguo del universo

donde un reino es lo corrosivo,

lo que se desecha,

donde el poder no tiene sentido

y la voluntad es resistirse a la nada

o no sobrepasar la libertad del otro.

El escape fecal de un inodoro

condensa la leve oscuridad,

similar a un rostro beduino

o de escultura femenina

de lo antiguo en América.

Veo como un fantasma sosegado

la cabellera de burbujas en la orina

y me extraña oír un susurro

de mujer que emerge de un conjuro,

abandona la pelambre maligna

y te besa sin que te ahogue

su aliento de ángel repentino.

 

PALABRAS

 

I

El oficio más viejo del mundo no está en escribir las palabras, sino el cómo olvidarlas.

 

II

Con este olvido retornan, no sé cómo ni el cuándo pero retornan.

 

III

Será que olvidamos la boca que por todos habla, y nos quedamos sin asombros.

 

IV

Por qué escribir para recordar los secretos si nacimos para olvidarlos.

 

V

El oficio más viejo del mundo no está en escribir más palabras, sino el cómo olvidarlas.

 

 

 

Carlos Calero nace en Nicaragua. Se naturaliza costarricense. Fue docente de secundaria y nivel universitario. Ha sido gestor cultural, organiza lecturas, encuentros de poesía, y ha sido colaborador del Festival Internacional de Poesía de Costa Rica. Ha publicado varios libros de poesía: El humano oficio, La costumbre del reflejo, Paradojas de la mandíbula, Arquitecturas de la sospecha, Cornisas del asombro, Geometrías del cangrejo y otros poemas, Las cartas sobre la mesa. Antología Generación de los Ochenta. Poesía Nicaragüense, en coautoría con el poeta nicaragüense Carlos Castro Jo. El poeta Carlos Pacheco realizó una tesis sobre su poesía, acerca de la influencia del exteriorismo y lo erótico en el poeta Calero. Ha publicado artículos sobre otros poetas. Ha sido publicado en varias antologías de Nicaragua y Costa Rica. Lo han invitado a festivales y encuentros de poesía, tanto en Costa Rica, como Guatemala, El Salvador y Nicaragua.

 



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