04 Dic 2024

29. ROLANDO PÉREZ. MIGUEL ÁNGEL ZAPATA

-28 Feb 2021
Crítica

 

 

MIGUEL-ÁNGEL ZAPATA Y EL ESPACIO INTERIOR DE LA POESÍA[1]

por

Rolando Pérez

Hunter College, City University of New York 

 

 

René Descartes comienza sus Meditaciones acerca de la filosofía primera con una serie de reflexiones sobre la borrosa distinción que a veces ocurre entre lo que soñamos y lo que percibimos como sujetos conscientes. Descartes se dirige de forma personal y directa a su lector en lo que es una de las descripciones más poéticas e inolvidables en la historia de la filosofía. Descartes escribe:

 

 ¡Cuántas veces no me habrá ocurrido soñar por la noche, que estaba        

aquí mismo, vestido, junto al fuego, estando en realidad desnudo y en

la cama! En este momento estoy seguro de que yo miro este papel con

los ojos de la vigilia, de que esta cabeza que muevo no está soñolienta,

de que alargo esta mano y la siento de propósito y con plena conciencia:

lo que acaece en sueños no me resulta tan claro y distinto como todo

esto. Pero, pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras

dormía, por ilusiones semejantes. Y fijándome en este pensamiento, veo

de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales

que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo

atónito….  (1977 9)

 

Con esta duda radical Descartes dio el primer golpe a la metafísica aristotélica, y abrió paso a la epistemología moderna; o mejor dicho, al nacimiento del empirismo y la fenomenología: que conllevó a la diferenciación entre el mundo interior de nuestra conciencia y todo lo demás que existe fuera de nosotros; es decir, el mundo fenomenal de las cosas u objetos.  Y ahora, se preguntarán: ¿Por qué empezar con todo un discurso filosófico cuando el tema de este ensayo es el de un poeta peruano contemporáneo?

 

Porque como diría Descartes, es “claro y distinto” que la poesía de Miguel Ángel Zapata desde su primer poemario, Partida y ausencia (1984) hasta sus dos libros más recientes, Fragmentos de una manzana (2011) y La lluvia siempre sube (2012), tratan de la inseparabilidad de los espacios que habitamos corporalmente y los espacios que habitamos con nuestra imaginación. En efecto, en la poesía de Zapata, las dos formas de espacio coexisten sin problema ninguno, ya que uno necesita al otro. La rigidez de una línea fronteriza que hizo que el filósofo francés cuestionara su conocimiento del mundo, no existe para Zapata.  Zapata viene de una tradición que incluye a Baudelaire, Francis Ponge, Henri Michaux, su compatriota César Vallejo, Alejandra Pizarnik, y Gastón Bachelard. Por lo tanto, les propongo que la imagen de pensamiento que mejor expresa la relación dialéctica interior/exterior de nuestro poeta es la de la “ventana” a la cual se refiere constantemente en sus poemas: como una metáfora de síntesis. Pero empecemos por la casa—la casa imaginaria de Zapata.

 

 

LA CASA IMAGINARIA

 

En “La casa imaginaria” del libro Escribir bajo el polvo (2000), Zapata escribe:

 

Tu casa estaba en aquella colina que viste muy cerca del mar,

allá donde pensaste con paciencia la disposición del alma de

los pájaros cuando cruzaban el horizonte arrastrados por

las nubes. Tu casa está ahora en una colina sin agua…

(2010 92, mis cursivas)

 

He puesto las palabras “viste” y “pensaste” en cursivas porque esta casa, como cualquier otra casa en la que uno vive, está construida por nuestros sentidos (visión), intuición (pensamiento), y palabras. Cierre sus ojos por un momento y primero imagínese la casa de su niñez, una casa hecha de años de recuerdos, y ahora cierre sus ojos de nuevo e imagínese la casa en la que vive hoy, en la actualidad, y se dará cuenta que la experiencia fenomenológica es casi indistinguible. Es decir, en ambos casos el espacio material de la casa es internalizado para convertirse en “tu casa”. La casa, construida de imágenes y mundos imaginarios, engendra sueños de pájaros que atraviesan el horizonte “arrastrados por las nubes” (Ibíd.). La casa, “es nuestro rincón del mundo,” nos recuerda Bachelard  en La poética del espacio:

 

                       

Es—se ha dicho con frecuencia—nuestro primer universo. Es realmente

un cosmos. Un cosmos en toda la acepción del término. Vista íntimamente,

la vivienda más humilde ¿no es la más bella? Los escritores de la ‘habitación

humilde’ evocan a menudo ese elemento de la poética del espacio. Pero dicha

evocación peca de sucinta. Como tienen poco que describir en la humilde

vivienda, no permanecen mucho en ella. Caracterizan la habitación humilde

en su actualidad, sin vivir realmente su calidad primitiva, calidad

pertenece a todos, ricos o pobres, si aceptan soñar. (1965 28)

 

¡Y ahí está el asunto!: el reto condicional que un poeta como Zapata acepta de todo corazón—el de soñar con toda voluntad; y dejar, a diferencia de Descartes, que lo exterior penetre en lo interior: porque uno no vive literalmente en el medio de la nada. Cada uno de nosotros vive en algún rincón del mundo, en algún barrio que es propiamente nuestro. “Miren mi cuadra: está llena de árboles enormes, patios, y al fondo el colegio de mi hija,” escribe Zapata en “Mi cuadra” en su poemario Escrito en Nueva York: 2001-2006 (2010 52, mis cursivas). Aquí una vez más, el poeta nos pide que miremos la cuadra donde él vive. “Miren” lo que yo veo. “Lo más hermoso de estas calles es que puedes salir a pasear en bicicleta”, dice el poeta (Ibíd.), como si le estuviera hablando a alguien que está de visita en su barrio, en su cuadra, por primera vez; y precisamente lo más precioso de “estas calles”, sus calles, es la libertad que le ofrecen de poder pasearse en bicicleta.

 

 

LA VENTANA[2]

 

Uno ve el mundo desde adentro y/o desde afuera de la casa. Para Sartre el “infierno son los otros”, porque el Otro tiene el poder de convertirme en un objeto con su mirada que me juzga. Y de esta manera el Otro me reduce a la misma otredad que yo le confiero a él/ella, al momento de convertirlo en objeto, cautivo de mi juicio. Pero por supuesto, esta es una dialéctica (hegeliana/sartreana), esencialmente agónica del Yo/Otro. Para el filósofo americano, George Herbert Mead, el Otro me “crea”, en el mejor sentido de la palabra, igual que yo “creo” al Otro, en el sentido de una complicidad que compartimos para crear nuestros mundos. Siempre tenemos la opción sartreana de demarcar territorios y montar barricadas para que nadie entre;  o por lo contrario, poner una ventana en el medio de la calle, como sugiere Zapata, y dejar que el mundo exterior entre y el mundo interior salga. “Mira la ventana, está nevando”, escribe Zapata en un poema titulado, “Una puerta” (2010 31, mis cursivas). Notablemente Zapata no nos pide que miremos la nieve, sino que miremos la ventana: porque después de todo no importa si miramos la “nieve” caer desde adentro o desde afuera. Lo que importa es la que la nieve es una experiencia que inspira al “escribir y escribir” (Ibíd.). En el poema en prosa, “La ventana” del poemario La octava estación( 2002) Zapata escribe:

 

Voy a construir una ventana en medio de la calle. Vaya absurdo, me

dirán, una ventana para que la gente pase y te mire como si fueras

un demente que quiere ver el cielo y una vela encendida detrás

de la cortina. Baudelaire tenía razón: el que mira desde afuera a

través de una ventana abierta no ve tanto como el que mira una

ventana cerrada… (2010 69)

 

“It’s not what you look at that matters, it’s what you see”, dijo Henry David Thoreau Está claro: lo importante no es lo que se mira sino lo que se ve. Es posible que al mirar a través de una ventana se pueda observar una habitación vacía, una mujer recogiendo algo del suelo, dos amantes jóvenes compartiendo una noche de verano en la entrada de una casa, etc. Y sin embargo, nada de eso importa. Lo importante es lo que se ve con el corazón y la imaginación, como bien lo comprobó Edward Hopper al poner a la vista tanto y tan poco que ver a la misma vez. Zapata, al igual que Baudelaire, entiende que la ventana cerrada nos ofrece un mundo de infinitas posibilidades. “Yo solo escribo lo que veo, por eso camino,” declara Zapata en “Los canales de piedra” en La lluvia siempre sube (2012 41). Ver y observar objetos naturales y artificiales: puertas, árboles, hasta mascotas, es parte del mundo voyerista de Zapata. Y no, “voyerismo” no es una perversión; o si lo es, es la “perversión” de todo arte;  ya que no hay arte o artista (escritor, pintor, o compositor) que no observe lo ajeno, que no se deje afectar por el mundo que lo rodea. Las manzanas de Cezanne son singularmente las manzanas de Cezanne y de ninguna otra persona. Para él las manzanas sabían exactamente como las pintó, como hacen los niños cuando se meten cosas en la boca: para saborear el mundo e internalizarlo. Sólo entonces lo conocen. Y así, una ventana es una imagen de pensamiento de síntesis: la síntesis kantiana de intuición y entendimiento conceptual,  a la cual, Bachelard le añade el concepto baudelaireano de la síntesis poética, que, por supuesto, es muy parecido al de Zapata. Bachelard escribe:

 

El espíritu filosófico discute sin cesar sobre las relaciones de lo uno

y de lo múltiple. La meditación baudelaireana, verdadero tipo de

meditación poética, encuentra unidad profunda y tenebrosa en el

poder mismo de la síntesis, por la cual las diversas impresiones de

los sentidos serán puestas en correspondencia. (1965 170)

Esta cita viene del capítulo titulado “La inmensidad íntima”.

 

 

LA PROSA POÉTICA DEL MUNDO

 

Son numerosas las referencias a los árboles en la poesía de Zapata, y por casualidad, o quizás no, suelen aparecer en los poemas donde también se mencionan las ventanas. En “Ventanas” Zapata escribe:

 

El mar tiene sus ventanas abiertas,

y allá adentro siempre hay algo distinto:

un árbol, una calle, tal vez el umbral de la felicidad.

(“Ventanas” 2010 51)

 

Y en “Poema” escribe el autor:

 

El poema está aquí en el árbol de tu casa. (2010 49)

 

La inmensidad del mundo se encuentra en nuestra casa. Bruno Schulz, el escritor polaco, autor de La tiendas de color canela y Sanatorio bajo la clepsidra, prefirió su pequeño pueblo nativo de Drohobycz a París, aun en el momento en que París era la meca de todos los escritores europeos de la época. En las callejuelas de su pueblo--y no en el bullicio de las calles sin árboles de Paris--Schulz conoció el misterio del mundo.  “Devuelto a las fuerzas imaginarias, investido por nuestro espacio interior, el árbol entra con nosotros en una emulación de la grandeza”, dice Bachelard en conexión a un poema de Rilke (1965 177). Entonces quizás no nos sorprenda que Zapata comienza su libro Escribir bajo el polvo con el siguiente epígrafe de Los cuadernos de Malte Laurids Brigge de Rilke: “Para escribir un solo verso, hay que haber visto muchas ciudades, hombres y cosas, hay que conocer los animales, sentir cómo vuelan los pájaros y saber qué movimiento hacen las florecillas al abrirse por la mañana” (2010 83). Estas palabras de Rilke resumen la poética espacial de Zapata.

 

En “La hora del poema” Zapata escribe:

 

Es la hora del poema: ves la primera letra en el paisaje, abres la

ventana y ahí la morada del cielo. Es el día en que revienta la luna y

la alhucema sahuma las paredes de la casa. (2010 122, mis cursivas)

 

“[L]a hora del poema”, como dice Zapata, es también la hora del paisaje, del mundo fenomenal, que el poeta convierte en poesía. “Los dos espacios, el espacio intimo y el espacio exterior vienen, sin cesar, si puede decirse, a estimularse en su crecimiento” dice Bachelard (1965 177), en lo que bien podría ser una apta descripción de la obra del poeta peruano. ¿Ha de sorprendernos, entonces, que Miguel Ángel Zapata, hijo de las piedras humanas de Macchu Picchu, sea un gran maestro del poema en prosa, el género literario que mejor expresa la síntesis cum ventana de la poesía (interior) y la prosa (exterior) del mundo?

 

Al final del día, después de un paseo por el barrio, observando el mundo que le rodea, Zapata duerme tranquilo, libre del temor cartesiano “que que no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia…” Es decir, las temidas “ventanas” de Descartes, hacen a nuestro poeta vivir/escribir el mundo ficticio / “real”.

 

[1]Una previa versión de este ensayo se publicó en Anales de la Universidad Central de Ecuador 371. 2014: 561-567. Aquí aparece con algunos cambios menores del autor.

[2] Sin contar los títulos de los poemas (“Ventana”, “Mi antigua ventana”, “Variedad de ventanas” de Escrito en Nueva York; “La ventana” de La octava estación; y “Escribo en la ventana” de Lumbre de la letra, la palabra “ventana(s)” aparece 66 veces en los poemas de Zapatas.

 

 

OBRAS CITADAS

 

Bachelard, Gastón. La poética del espacio. Trad. Ernestina de Champourcin. México:

Fondo de Cultura Económica. 1965.

 

Descartes, René. “Meditaciones acerca de la filosofía primera, etc.” Meditaciones

metafísicas  con objeciones y respuestas. Introducción, traducción y notas. Vidal Peña. Madrid: Alfaguara, 1977: 4-52.

 

Zapata, Miguel Ángel. Ensayo sobre la rosa: poesía selecta: 1983-2008. Lima: Universidad

de San Martín de Porres Fondo Editorial, 2010.

 

________. Fragmentos de una manzana. Sevilla: Sibila-Fundación BBVA, 2011.

 

________. La lluvia siempre sube. Buenos Aires: Melón Editora, 2012.

 



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