23 Nov 2024

40. JAVIER ALVARADO. JEAN JOSEPH RABEARIVELO

-13 Jun 2021
Crítica

 

JEAN JOSEPH RABEARIVELO- UNA TRAVESÍA DE LIBROS

Y LOS MORDISCOS A LA LUNA

 

Por Javier Alvarado

 

Cada libro de nuestras bibliotecas puede contar una historia y nosotros repetirla. En un Encuentro de Poetas, celebrado en Tuluá Valle, tuve la oportunidad de conversar muchas veces con el gran poeta colombiano Juan Manuel Roca, quien me contaba de sus avatares en sus clases de literatura y de poesía y repasando nombres me habló del gran lirida malgache, Jean Joseph Rabearivelo, cuyo verdadero nombre era Jean Casimir Rabe.  Era la primera vez que escuchaba su nombre y Juan Manuel Roca me habló de lo difícil que era conseguir libros suyos traducidos y que él conservaba el tomo, traducido magistralmente por Xoán Abeleira; y recuerdo que me recitó fragmentos del poema donde se habla de una rata invisible que mordisqueaba a la luna.

 

Recientemente, en mis búsquedas de traductores que cedan su trabajo para las revistas donde colaboro, Altazor y Nueva York Poetry Review, di con Xoán Abeleira y ha cedido, muy generosamente, algunos poemas para sendas publicaciones y ahí le conté a él la peripecia para obtener el tomo “Casi sueños-Traducido de la noche, publicado por Hiperión en septiembre del año 2000.”.

 

Hoy en día existe la ventaja de comprar por Internet y así, rastreando en varias páginas me percaté que existían solamente dos ejemplares, uno en Islas Canarias y otro en Lima, Perú.  Traté de hacerme con el de Islas Canarias, pero no fue posible.  Fue entonces cuando le hablé a la querida amiga y poeta Katherine Estrada Aguirre, quien vive en Lima,  y le conté lo que tanto me afanaba y daba la casualidad que el poeta Bruno Pólack viajaría a Chile para la Feria Internacional del Libro y que yo también estaría y entonces planeamos la compra.  Ella la efectuó y le tuvo que mandar el ejemplar a Bruno hasta Surco con un mensajero en moto.   Bruno luego viajó a Chile y no coincidíamos en fechas y lo dejó en manos del queridísimo Héctor Hernández Montecinos, quien lo puso en mis manos días después, luego de concluir un recital en Santiago.   El poeta y traductor Xoán Abeleira encontraba esta historia increíble y lo que a veces tenemos que hacer para obtener un libro y lo maravilloso es encontrar manos altruistas que lo hagan posible y el me exhortó a compartirla.

 

Otro libro esplendoroso por su rareza y significación es el Diwan Africano (Poetas de expresión francesa) de Rogelio Martínez Fure y publicado por la Editorial Arte y Literatura Ciudad de la Habana, 1988, donde confluyen poetas enormes de África y él  inaugura dicha muestra es nada más y nada menos que con Jean Joseph Rabearivelo, del cual se dice;

 

“El primer poeta malgache de expresión francesa nació en Tananarive (hoy Antananarivo), la capital, el 4 de marzo de 1901.

Terminó sus estudios, pero hostigado por las necesidades económicas y las presiones sociales de la vida colonial, se vio obligado a desempeñar las más disímiles ocupaciones: secretario, intérprete, diseñador de encajes, profesor,  bibliotecario, corrector de pruebas en una imprenta (trabajo que conservó hasta su muerte), y otras.  Comenzó a escribir poemas desde muy joven, pero únicamente después de grandes esfuerzos y gracias a un tesón asombroso logró dominar solo, la lengua francesa a la perfección y se dedicó a su enseñanza.  También aprendió español.”

 

 

Con respecto a Rabearivelo y su relación con el mundo hispánico; Guillermo Pie Jahn e Irina Razafimbelo; en su estudio “Jean Joseph Rabearivelo y el mundo hispánico” y que se puede consultar en línea, hacen hincapié en la relación epistolar que sostuvo “el príncipe de los poetas malgaches-llamado así por Leopold Sédar Senghor” con el escritor mexicano Alfonso Reyes y la cual fue fructífera para ambos.  Otro aspecto a resaltar, es que Rabearivelo, fue traductor de Luis de Góngora a la lengua malgache:

 

“Rabearivelo se mostró siempre muy atraído por los problemas de la traducción poética.  Su proyecto de crear una literatura malgache moderna pasaba por verter a su lengua materna una selección de obras ejemplarizantes.  En este contexto, hay que situar las traducciones que realizó de uno de los poetas más representativos del barroco español: Luis de Góngora.  Rabearivelo profesó por este escritor una profunda veneración: las Soledades era uno de sus libros de cabecera y guardaba en su modesta casa de Antananarivo un busto del poeta cordobés al que compuso varios poemas.”

 

Otro punto valioso a señalar en este ensayo académico es que Jean Joseph Rabearivelo escribió poemas en español:

 

“Rabearivelo escribió poesía en español, décadas antes de que naciera la literatura ecuatoguineana.  Por ello, podemos considerarlo el primer escritor contemporáneo en lengua española del África subsahariana.”

 

Un poeta que lo atraían los idiomas y la traducción.  De ahí el título de uno de sus libros: Traducido de la noche.  Con todas manifestaciones de genio creador; su existencia fue compleja.  El poeta malgache tuvo una vida difícil y el espectro o presencia del colonialismo pesaba mucho sobre la vida de su pueblo; esto no lo frenó a aprender otras lenguas en las cuales escribiría poemas de una gran carga metafórica, surrealista y rica en matices y en interpretaciones.

 

Retomando nuevamente a Rogelio Martínez Fure se señala:

 

“En 1924 se editó La coupe des cendres, su primer libro.  La publicación de poemas, novelas, crónicas literarias y piezas teatrales lo convirtieron en el escritor más popular de Madagascar, y su fama trascendió las fronteras.  Por su vastísima cultura literaria universal, antigua y moderna, por su talento creador que se explayaba en los principales géneros de las Bellas Letras, fue “el primer indígena colonial que mereció las más altas distinciones, como el Premio Moreas y el Premio de la Academia Francesa para la Poesía”.  Era también miembro de la Academia Malgache.  Sin embargo, esto en nada mejoró su situación económica.  Incomprendido, víctima de los prejuicios colonialistas imperantes  en su época contra “los hombres de color”, se sentía exiliado a la vez de la cultura francesa y de su pueblo.  Las deudas, la falta de opio, los deseos frustrados de visitar Francia, la pérdida de Voahangy –su hija favorita-, el fracaso de unas relaciones amorosas idealizadas con un “imposible”, la indiferencia de la administración colonialista frente a la miseria que empezaba a minar su salud y carácter, la absoluta desolación espiritual, fueron motivaciones todas que lo empujaron a ingerir cianuro de potasio, el 22 de junio de 1937.”

 

 

 

Por su parte, en la nota introductoria en el libro publicado por Hiperión, Xoán Abeleira acota:

 

“A última hora, el gobierno le niega  un viaje previsto a la Exposición Universal de París, donde el bailarín Serge Lifar iba a interpretar su cantata Imaitsoalana… La desilusión es atroz.  Las deudas se le acumulan.  Los acreedores lo llevan ante los tribunales, y es declarado culpable.  En un intento desesperado por acrecentar sus recursos económicos, solicita un puesto de funcionario público, pero la administración le rechaza por no tener ningún título oficial.

Dos días después de la negativa, el día 22 de junio, “ a la edad de Guerin, a la edad de Deubel/algo más viejo que tú, Rimbaud anti-nada”, el poeta escribe la última página de su diario y se suicida ingiriendo 10 gramos de cianuro.”

 

Entre las anotaciones realizadas en este estudio introductorio, vale la pena citar:

 

“El tremendo pesar que esta negativa le produjo puede parecer hoy un tanto exagerado, pero pensemos en lo que para un joven autor africano, admirador de la cultura francesa desde la adolescencia, podía significar el hecho de ir a París en los años 30 a estrenar una obra suya.”

 

La vida  difícil y las circunstancias adversas para el gran poeta de Madagascar signaron su final trágico.  Hoy día, leer sus poemas es un deleite con la espiritualidad y la belleza.   Cada poema parecer mostrar un paisaje, una gruta, un respiro, una ensoñación con lo telúrico; sus animales, sus frutos, sus iluminaciones.  Hay símbolos extrasensoriales y una apología a lo divino, una poética de lo celeste, más allá de las estrellas:

 

¿Son vanos todos estos anticipos

que quieren darnos alas

y que nos prometen

que algún día seduciremos a alguna marciana?

 

 

El universo literario de África es exuberante y desconocido en muchos aspectos.  Hace años que no se reedita la fabulosa traducción de Abeleira y con mucha suerte se encuentra en librerías de viejo, al igual que el Diwan Africano.  Valdría mucho reimprimir y revalorar la obra de este gran poeta, de una tierra lejana, de la cual Walt Disney, nos dio una película con matices cómicos, pero donde también se yergue una constelación maravillosa con poemas, escrita por Jean Joseph Rabearivelo, en su natal Madagascar, la gran isla Roja. 

 

 

JEAN JOSEPH RABEARIVELO

(MADAGASCAR)

 

Traducciones de Xoán Abeleira

 

VERANO

 

Siembra, siembra el verano,

siembra semillas de agua luminosas.

Planta, planta el verano,

planta tallos de agua frágiles.

Siembra, siembra, planta, planta,

siembra y planta en el crepúsculo.

¿Quién o qué cosechará las espigas?

¿Quién o qué recogerá los frutos?

¿Acaso el pajarillo muerto de sed,

proveniente de las selvas henchidas de corrientes puras,

ocultas, ocultas bajo zarzas?

¿O la abeja que está como borracha de sol

y se tambalea en el interior de las ramas?

¿O la mujer niña que acaba de desmelenarse

tras lavar algunos enseres a orillas del río?

¿O acaso una fuente, en algún lugar, se ha secado

hasta el punto de que su chorro extinguido añora los ríos?

 

Pero, ¿no será más bien que un río rumoroso,

aquí o allá, ya no llega hasta el golfo,

ya no llega a engrosar el mar?

¿O que la plantación de aquellos que están bajo la tierra

se vuelve dos veces sombra en las tinieblas?

Yo creo que son las plantas

las que desean ardientemente ofrecer a mis ojos a veces azules,

ofrecer el día recién  nacido

que cerrará sus alas en el umbral de la noche,

espigas y frutas fecundadas por el verano.

  

 

FIEBRE DE LAS ISLAS

 

¿El sol se ha estrellado sobre tu cabeza

tal vez para que sientas cómo sus trizas resplandecientes

penetran el árbol que sostiene tu espalda

y luego perforan en seco las ramas de tu cuerpo?

Tu cráneo es un enorme fruto verde que madura

la canícula de todos los Trópicos, pero sin la frescura

de sus palmeras ni de su brisa marina!

 

Tu garganta está seca, tus ojos se inflaman;

y de pronto ves, más allá de lo que ven los hombres,

todos los Trópicos:

ayeayes engalanados como novios;

llevan las cuatro patas cargadas de racimos de plátanos,

cargadas de flores jamás vistas por quienes no son gentes de bosque,

y entre el grito con el que se alegran de bañarse al sol,

resuena todo el tumulto de las cascadas.

 

Pero, simultáneamente ,

el hielo de la tierra te llama,

te envuelve ya por entero

para que sientas ese escalofrío por todo tu ser,

y para que simules querer ocultarte bajo las nubes del cielo,

y bajo todas las hojas de las selvas insulares,

y bajo todas sus pesadas brumas,

y bajo las últimas lluvias con olor a leche quemada.

¡Sella muy bien tus labios par que de ellos no salga

ninguna de las cosas que ves

pero que los demás no ven!

¡Que te acune este eco que se amplifica

en tus oídos, en tus oídos

transformados en dos conchas gemelas

en las que palpita el mar que te rodea,

oh joven hijo de las islas!

 

 

IMPRESOS

 

Más que los grandes mapas de colores

que cuelgan de las paredes de mi infancia

y que consulto

cada vez que mis hijos suben a duras penas la escalera de la curiosidad,

más que el mapamundi esférico

que miro con sus ojos de nada

los libros de mi librero—

más que todos esos espejos sin alinde

que reflejan el universo;

más que esta ridícula prisión

que guarda en vano las montañas,

y los bosques, y los mares,

y las inmensas sabanas,

sacan de su sueño al viajero

que hay en mí

estos impresos de todas partes

que son desparramados sobre la gran mesa de la oficina de Correos

y luego pasan de mano en mano, aquí y allá,

antes de ser embutidos en la saca curtida del cartero

que los distribuye junto a las cartas de amor o de amistad.

 

En ellos resuena, en el silencio,

el pensamiento del mundo entero

y los diversos minutos de su vida,

y todos sus acontecimientos.

 

En ellos conviven las palabras más divinas

y los más puros balbuceos

y la angustia de los hombres y su serenidad

y el anillo que se pone en el dedo

y el puñal que se hunde en el corazón

y el primer llanto de un niño

y la tierra que se arroja sobre un ataúd.

 

Oh impresos de todas partes

embutidos en una saca de cuero,

impresos que a menudo habláis en una lengua que desconozco

y que vosotros glorificáis con vuestros arabescos entrelazados

como nervaduras de palmeras trenzadas en Arabia,

o una esfera deshilachada

bajo la nuca de un chino,

o como las volutas de humo

extraídas de la pipa de un piel-roja americano

y que aún temblequean como barbas de maíz

o el hermoso vestido rameado

que esculpe el cuerpo de una india,

oh pliegos reunidos

que queréis salir volando

de debajo de vuestras fajas,

mi deseo de vagar

hasta los confines del mundo

se evade con vuestra añoranza

de las prensas que os imprimieron.

Pero cuando ya os he leído

--oh, tras ir a recogeros,

pues no podía aguardar a que os trajese el cartero

(al pasar por delante de la aduana

vi otros paquetes encordelados

similares a innumerables cordones umbilicales mal cortados

cuya respiración original aún se decantase)—

veo que todo es semejante en todas partes

pues siempre el mismo cielo es el techo del mundo,

los vientos cercan sus murallas invisibles

y un deseo de yerbas brota por doquier bajo los pasos

como los pensamientos y las reflexiones,

o como la prisa y la negligencia

que os han convertido en estas hojas pintadas y volantes

que llegan a  mí desde toda la tierra.

 

 

IMÁGENES LUNARES

 

Claro de luna, claro de luna --¿y luego qué?

 

No bebas en exceso la leche que fluye

de la teta de esa perra salvaje y tuerta

que ladra en las ruinas del cielo

como llamando desde lo más profundo del desierto de la noche

a su innumerable camada

cuyos ojos se abren en miríadas de estrellas.

 

Claro de luna, claro de luna --¿y luego qué?

 

El viento mismo es lechoso, el viento

que agita las sombras esculpidas

sobre el suelo

y aumenta el número de las almas

visibles de todas las cosas

que parecen fluir de ese ladrido silencioso

pero que resuena por doquier.

 

Claro de luna, claro de luna -- ¿y luego qué?

 

¿Ves esos pájaros pacíficos

que crecen en el corazón de paisaje fantasmal?

Pacen la sombra,

picotean la noche.

¿Con qué, pues, llenarán el buche

cuando se vuelvan cantos en sus corazones

las espigas de arroz y de maíz

arrebatadas por los gallos?

 

Claro de luna, claro de luna --¿y luego qué?

 

Yo ya no soy lo bastante joven

como para buscar una hermana lunar ahí fuera,

junto a los corros infantiles:

sostendré en brazos a mis hijos hasta que se duerman,

y leeré libros con mi mujer

hasta que la luna cambie

y sea ella misma para nosotros

a la espera del alba

que nos sorprenderá en las riberas del sueño.

 

 

DE TRADUCIDO DE LA NOCHE

 

II

 

¿Qué rata invisible,

surgida de las paredes de la noche,

mordisquea la tarta láctea de la luna?

Al amanecer,

cuando se nuevo se escabulla,

se notarán las marcas

ensangrentadas de sus dientes.

 

Al amanecer,

los que estuvieron emborrachándose

o jugando toda la noche,

contemplarán la luna

y balbucearán:

“¿De quién es esa moneda

que rueda sobre la mesa verde?”

“Ah!—añadirá uno de ellos,

¡como lo había perdido todo,

el tipo se ha suicidado!”

 

Y todos, riendo burlones,

dando tumbos, caerán al suelo.

La luna ya no estará allí:

la rata se la habrá llevado a su agujero.

 

 

XIX

 

Algún día, algún joven poeta

realizará tu anhelo imposible

tras conocer tus libros

raros como flores subterráneas,

tus libros escritos para cien amigos,

y no para uno, y no para mil.

 

Sobre el golfo de sombra donde te leerá

a la única luz de ese corazón

cuyos latidos serán los tuyos,

no pensará que estás

en las pacíficas marejadas

que seguirán llenando los abismos submarinos sin sol,

ni en la arena, ni en la tierra roja,

ni bajo los peñascos devorados por líquenes

que se encenderán tras él

hasta el país de los vivos

ciegos y sordos desde el Génesis.

 

Levantará la cabeza

y pensará que es allí, en el cielo,

entre las estrellas y los vientos,

donde se alza tu tumba.

 

 

XXX

 

¿Son vanos todos estos anticipos

que quieren darnos alas

y que nos prometen

que algún día seduciremos a alguna marciana?

 

¿Vana también la quimera

que perdió a Ícaro

más que el sol

que sorbió la cera maravillosa?

 

Más qué triunfo seguro

me anuncian ya todos estos signos

que tierra y cielo se envían

en la linde del sueño:

 

en nuestras ciudades de vivos

hasta las más humildes chozas

responden a las llamadas de fuego

que envían las estrellas nacientes.

 

 

TRADUCCIONES DE ROGELIO MARTÍNEZ FURE

(Extraído de Diwan Africano)

 

MONTE ALTO

 

No vengo a saquear los frutos

que tiendes, en tus cimas inaccesibles,

al pueblo de las estrellas y a la tribu de los vientos,

tampoco para arrancar las flores que nunca he visto,

a fin de vestirme o de ocultar alguna vergüenza que ignoro,

yo, hijo de las áridas colinas.

 

Pero de pronto recordé en mi último sueño

que aún estaba amarrada con las lianas de la noche

la vieja piragua de las fábulas

que todos los días hacía pasar mi infancia

de las orillas de la noche a las orillas de la mañana,

del cabo de la una al cabo del sol.

 

He remado, y heme aquí en tu corazón, ¡oh montaña vegetal”

Heme aquí venido a interrogar tu silencio absoluto,

a buscar el sitio donde los vientos nacen

antes de abrir agujereadas alas entre nosotros

agujereadas por la inmensa red de los desiertos

y por las trampas de las ciudades habitadas.

 

¿Qué oigo?, ¿qué veo , oh alta arboleda?

He aquí sonidos perdidos que se reencuentran y se pierden de nuevo como ríos subterráneos

cruzados por enormes pájaros ciegos

que arrastra la rápida corriente

para ser sepultados bajo el limo.

 

Es tu respiración, tu respiración profunda

y ya fatigosa como la de un viejo

que trepa la cuesta de sus recuerdos

descendiendo la pendiente de días que cesarán.

Tu respiración, y la de tus innumerables pájaros,

y la de tus ramas comidas por todo un mundo apocalíptico.

 

¿Pero puedo ver en tu noche sin color,

en tu noche más eterna que la muerte de los virtuosos

y la vida de los miserables,

oh gruta de hojas de la que una salida se encuentra tal vez a la orilla de los mares

y la otra en el abismo del horizonte,

oh tú, que te pareces a un arco iris que une dos continentes?

 

No veré más que el sol que se debate

-como un jabalí saeteado en los montes del azur-

jabalí de luz capturado en las poderosas redes

que tiendes en medio de maduros frutos y de flores duraderas,

allá arriba, allá abajo, en el extremo límite

donde el genio de la tierra y la fuerza del árbol pueden encontrarse.

 

Pero, más tarde, a pesar de días tan innumerables

que tus sucesivas hojas estén ya caídas en la eternidad

aunque las noches séptuplas hayan más de siete veces espesado la noche del tiempo,

mientras yo pueda coger las mañanas en flor

al extremo del tallo quebrado de las noches,

guardaré por siempre el recuerdo de tu silencio y de tu claridad extraños.

 

Serán como guijarros lanzados en la arena

y recogidos por un viejo marino

que los lleva a su casa y los pone cerca del casco

de una minúscula piragua con balancín

comprada en una lejana isla que el sueño solo habita,

pero donde unas cabañas bordean el mar.

 

Serán más bien como bolas de ébano,

de palo rosa o de otras especies preciosas

que colocaré sobre mi mesa,

donde tu recuerdo las esculpirá

pacientemente

para hacer fetiches con ojos de vidrio,

silenciosos fetiches en medio de mis libros.

 

 

NACIMIENTO DEL DÍA

 

¿Habéis ya visto el alba ir como tunanta

al vergel de la noche?

Hela ahí que regresa

por las sondas del Este

invadidas de gladiolos en flor:

toda maculada de leche

como esos niños criados antaño por becerras;

sus manos que portan una antorcha

son negras y azules como labios de niña

que mastica moras.

 

Se escapan uno a uno y la preceden

los pájaros que en la trampa ella capturó.

 

 

FLAUTISTAS

 

Tu flauta

la tallaste en la tibia de un toro poderoso,

y la puliste sobre las áridas colinas

flageladas por el sol;

su flauta

la talló en una caña que temblaba al viento,

y la agujereó a la orilla del agua que corre ebria de sueños lunares.

 

Las tocáis juntos en lo profundo del anochecer,

como para retener la piragua esférica

que zozobra en las orillas del cielo

como para liberarla

de su sino;

pero vuestros quejumbrosos sortilegios

¿son escuchados por los dioses del viento,

de la tierra y del bosque,

y de la arena?

 

Tu flauta

lanza un acento donde se percibe la marcha de un toro furioso

que avanza hacia el desierto

y de allí vuelve corriendo

abrasado por la sed y el hambre,

para caer abatido por la fatiga

al pie de un árbol sin sombra,

ni fruto, ni hojas.

Su flauta

es como una caña que se dobla

bajo el peso de una ve de paso,

no de un ave capturada por un niño

y cuyas plumas se erizan,

sino un ave separada de los suyos

que contempla su propia sombra, para consolarse,

en el agua que corre.

 

Tu flauta

y la suya

lloran sus orígenes

en los cantos de vuestras penas.

 

 

LAMBA

 

Pocos árboles florecen sin follaje,

pocas flores se abren sin perfume

y pocos frutos maduran sin pulpa,

tú eres el follaje, tú eres el perfume,

tú eres la pulpa del viejo árbol

que es mi raza, oh lamba.

 

Tu nombre rima bien con piernas

en esta lengua que he escogido

para preservar mi nombre del olvido,

en esta lengua que le habla al alma

mientras que la nuestra murmura el corazón.

 

Tu nombre rima bien con piernas

con las piernas que cubre tu fineza transparente,

pero rimas bien con muchas otras cosas en mi pensamiento.

 

Tu aparición rima con los peñascos en Imerina,

cuando hay fiesta y la muchedumbre va por las terrazas

con las bandadas de pacíficas garcetas

que vienen a posarse en los bosques de juncos

desde que naufraga el sol.

 

Con la roja tierra que alimenta los bambúes,

con las cabañas que bordean las arboledas,

¿qué colmenas llenas de mujeres-niñas?

¿qué mujeres-niñas ungidas con grasas vegetales?

con el sol resplandeciente

y las fuentes que ocultan las malezas

y todas las desconocidas bellezas de la isla austral

que tú animas plegada sobre los hombros de los mios

oh lamba, que he abandonado

pero que me envolverá al fin,

en el silencio de la tierra

de donde brotará el impulso de las hierbas.

 

 

VIEJAS CANCIONES DE IMÉRINA

 

XVII

 

-Cerca del cántaro se extravían mis palabras; al pie del mango no dejo de asombrarme.

 

-Si estáis asombrado, ¡yo estoy sorprendida!

Al pasar por delante de la casa de vuestra mujer, hace un rato me tiraron guijarros, mas no me volví; me insultaron, más no respondí.  Amad a vuestra esposa, pero no me abandonéis a mí.

 

XX

 

-Nuestros lambas, oh Bien Amado, las lavaremos juntos, y con la primera que se seque nos envolveremos ambos.

-Antaño éramos dos pies de higueras que saqueaban los locos; ahora somos una toronja doble bien cuidada: quien no sabe ser cariñoso no tiene nada; quien no puede comprar no obtiene nada.

-¿Disfruta el bananero fecundo él mismo de sus frutos?  ¿Son los hachones protectores que se plantan, dueños del campo?

-Uno se come el arroz de su cosecha, pero sin pretender tener para todo el año.

 

XXXIII

 

-¿Quién está allí, al norte del hogar?

-yo. La-que-tiene-un-rostro-de-oro.

-¿Quién está allí, al oeste del hogar?

-Yo, la-fina-del-cabello-crespo que ahuyenta el remordimiento.

-Sus dos manos están llenas de naranjas, yo le pediría bien,

pero me da vergüenza con ella.  ¡No obstante, si le hiciera demasiado caso a mi vergüenza, la boca se me haría agua!

-¿Quién le haga demasiado caso a su vergüenza nada tendrá;

quien a sus responsabilidades tema, no conseguirá lo deseado.

 



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