La antología de emergencia Disipados y moleculares surge en medio del estallido social más poderoso de por lo menos las últimas cinco décadas en Colombia. Su nombre aparece como una forma de reapropiar las delirantes teorías neonazis que han sido difundidas en las universidad militares del país, y que se dieron a conocer en el debate público a través de un tuit de Álvaro Uribe Vélez, en donde se hace una mala lectura de la teoría de Felix Guatarri, y se realiza un relato que legitima el trato militar de la protesta social. La antología intenta recoger la manera en que los y las poetas han reaccionado a esta coyuntura, donde las fuerzas represivas del Estado han mostrado su cara racista, clasista, machista, de manera descarada e impune. Después de más de medio centenar de muertes, decenas de abusos de índole sexual, cientos de desaparecidos y miles de heridos, en apenas un mes de movilizaciones sociales, se han dado ciertos logros populares, y es probable que vengan más. Así, la política colombiana no volverá a ser la misma.
La antología está siendo distribuida a través de la colección de formato híbrido (digital e impreso) llamada Dosis Mínima, de la editorial Jübilo, al cuidado de Juan Camilo Biermann. Los volúmenes de la antología pueden ser descargados para su lectura digital, o para ser impresos y armados en casa por quien así lo desee. Para mayor información, y las indicaciones para la edición casera, consulte www.dosisminima.org. Este tipo de formato ha aportado a su fácil distribución.
La antología puede descargarse en el enlace: DISIPADOS Y MOLECULARES 2021 - Google Drive. En la carpeta “Listos” aparecen organizados para ser leídos de manera digital.
Prólogo a Disipados y Moleculares
por Juan Camilo Lee Penagos
(antologador de emergencia)
El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla”
“…se alimentan de la imagen de los antecesores esclavizados y no del ideal de los descendientes liberados.”
Walter Benajmin. Tesis sobre el concepto de historia.
Un muchacho de la primera línea, a través de un “en vivo” de Facebook, lee a su madre un texto poético, teniendo como fondo las imágenes y los sonidos -explosiones, gritos, insultos- del enfrentamiento con el ESMAD. El muchacho combina su texto -que lee- con sus propias exclamaciones y comentarios, que le surgen al calor de la situación de peligro en la que se encuentra. Y lo hace con habilidad asombrosa: no es posible distinguir muy bien cuándo lee y cuándo se expresa según la necesidad del momento. Uno de sus compañeros resulta herido en la cabeza.
Es difícil imaginar a ese joven leyendo alguno de los hermosos poemas que se han escrito sobre la violencia en Colombia, y que pertenezcan a eso que llamamos, un poco irreflexivamente, la "tradición". Pues la "tradición" no es un conjunto de poemas escritos en el pasado, que se suman o amontonan unos sobre otros, indistintamente, y que los eruditos podrán conocer con precisión. No. La "tradición" no es eso. Más bien, sobre ese conjunto indiferenciado de textos, que podríamos llamar el "archivo" de poemas, se tejen relaciones, mapas, texturas, continuidades y rupturas, disponibilidades, puntos ciegos, olvidos azarosos, descubrimientos e invenciones. Ese complejo tejido es la "tradición", siempre móvil, siempre en disputa.
Y, sin embargo, qué poco se ha disputado en Colombia, o qué poco se ha logrado dislocar ese paisaje, esa geología de la historia de nuestra poesía. Al igual que la estructura política o social, nuestra estructura poética es lenta, conservadora, bien pensante, temerosa, anacrónica.
Por eso el muchacho de primera línea leyó a su madre un texto que poco o nada tiene que ver con nuestra poesía.
Si bien se podrían nombrar excepciones, nuestra "tradición" poética trata la violencia desde el dolor de sus víctimas. Es una poesía-bálsamo, una poesía opiácea, un lirismo que traza los sentidos posibles desde el silencio de muerte que los puebla. Una poesía que mira al pasado para conjurar las maldiciones que en él yacen. Una poesía de quienes han sobrevivido, es decir, una poesía post-desastre, una poesía triste.
Es, pues, una poesía necesaria, pero se ha convertido en la única. Se encontrarán, en el "archivo", otras posibilidades, pero lo hegemónico es la poesía que menciono.
En el momento de peligro, entonces, el muchacho no encontró un poema colombiano. Nuestra poesía no ha sido escrita desde el momento de peligro, y por eso no es leída por quienes combaten.
Durante este paro, incluso quienes no estamos en primera línea, hemos sentido el peligro, y muchos nos hemos atrevido a escribir desde esa sensación. Tal vez impulsados por ese vacío en nuestra "tradición", hemos vivido la necesidad de hacer poemas nuevos al calor de algo incomprensible en el momento en que ocurre: una ruptura histórica.
Casi o hemos tenido poemas que nos cubran, a pesar de que se escribe sobre la violencia hace décadas.
Nuestra "tradición" escribe -porque aún hoy lo hace, porque es una inercia en el presente- sobre nuestros muertos y nuestras derrotas, no sobre las posibilidades de otro futuro, no sobre lo que se necesita para adueñarnos del mañana.
¿Qué tipo de poesía ha de escribirse para estar a la altura de los peligros, para que no sea utilizada por los estamentos del poder? Tal vez, sólo tal vez, en esta antología realizada a toda prisa, en medio del desastre, con poemas en buena medida escritos durante el paro, puedan percibirse algunas líneas diferentes a las de la “tradición”, que nos den pistas sobre qué buscar y qué construir mirando nuestro "archivo".
Probablemente, los hermosos poemas de nuestra tradición serán leídos por las generaciones futuras como escrituras cómodas, ya usurpadas por quienes dominan. Es nuestra tarea redimirlos, ver en ellos una potencia hasta ahora oculta, escribiendo sobre ellos, en contra de ellos -en un palimpsesto- unas formas distintas de poesía. Perder el miedo al panfleto, a la narración, a lo didáctico. Miremos la poesía testimonial, la poesía política. Arrebatemos a la novela el análisis estructural del país.
Vandalicemos la tradición, vandalicemos la autonomía literaria.
APENAS ALGUNAS CONCESIONES
apenas algunas concesiones
a la escasa -y pastosa-
materia de los días
pues dónde hallar la integridad final
la causa primera el orden
oculto entre las cosas vivas
si lo que hay son apenas despojos
excrecencias concretas y más -aún-
cuando es la violenta disciplina del monocultivo el único
indicador de alguna suerte de proyección
o de futuro
sobre estas tierras
los caminos atraviesan los anchos ríos secos
y las ruedas de los camiones levantan
un mismo polvo siempre
arriba
entre las alambradas
en el cerro
están las aguas
detenidas
corren
ya no en la única dirección posible
-hacia los bajos
magnánimas enormes pacientes diminutas-
sino hacia los persistentes cuajos de un mismo verde
mismas manos/ mismas bocas
entubadas veloces
eludiendo siempre los poblados del polvo
las manos/ las bocas del polvo
éstas mismas manos aprenden a soñar con el derrumbe
-y sólo la repetición hace voraz al sueño-
justos terremotos
divinos remezones
la humana y necesaria dinamita
sus palabras
lentamente de boca en boca
anticipan el estallido
hacen aparecer ante los ojos multiplicados
solidarizantes
la posibilidad de la lluvia
la furiosa bajada de las aguas y sea
lo que dios quiera
allí
en la abundancia peligrosa
se encuentran los sueños de los viejos/ y los niños
la nostalgia de lo que fue vivo la enorme
anticipación de lo no visto
sólo la destrucción podrá devolvernos a la vida
el polvo sólo en la luz
del fuego puede hacerse a un cuerpo
Santiago López
Llueve en abril
aguacero de silencio desbordado,
grito que retumba
en las paredes olvidadas de esta ciudad,
deidad de barro que nos mira con asco,
ahogándonos en el abecedario:
El verbo no se hizo carne.
Los fantasmas amordazan las metáforas
dejan muros ensangrentados,
hacen la danzan macabra con el grafitis,
ellos; la voz de tantos.
La palabra se perdió sin germinar
se desgranó y se pudrió
la censura inunda cada calle
que nos obligan a no habitarlas
a ser mudos transeúntes de cada recodo
nos incita a quedarnos atados de pies y manos,
a no decir nada.
Martha Ortiz
LA ORTIGA
Quisiera que este girasol que se niega a florecer, porque parece margarita salvaje, abriera de pronto sus pétalos tímidos y se alegrara de ver la luz, aunque llueva. Quisiera también que su amarillo no tuviera que ver con la lluvia, que no se entristeciera de estar cercado en la matera y se hiciera tan pequeño extrañando a sus ancestros grandes que parecen dos manos juntas y se doblan con el pesar de sus semillas. He esperado que abra la flor y día a día he sido testigo del empuje, es la más grande de la matera que planté en luna nueva. Me contempla la tarde y los recuerdos felices con mis hijos. Me aferro a lo que puedo controlar, este escrito y este silencio contando muertos y desaparecidos cada hora. Amo y ese debería bastar para estar más viva, para abrir la fuente de mis aguas al universo. Aun así, pienso en la lluvia que arroya aún en la sequía y en la llovizna que viene a refrescarnos como milagro, en las banderas que ha tirado el río por entre sus cuencas. Pienso en el dolor de las madres y no puedo evitar la llegada de la noticia catastrófica. No soy el girasol, mi corazón es el de esa ortiga que nació involuntaria y que a pesar de doblarla muchas veces se hizo más fuerte el tallo y creció más alta que las flores tímidas. Ahora que hay flores pequeñas voy a dejar de matar la hiedra, a lo mejor su belleza es la que falta para quitar la vergüenza de corazones que se vuelven soles en medio de lo oscuro. Los girasoles, por muy pequeños que sean, siempre florecen y son amarillos. Las ortigas pican al tacto y se levantan solas a pesar de que las corten. Tantas ganas de enraizar entre flores y venenosas, tanta nada ante la corriente que nos lleva en esta sombra. Florecerán, absorberán luz y sombra, drenarán el agua y me recibirán, porque está escrito, lo dejo aquí, lo único que permanece en cada ser es su naturaleza cambiante.
Angélica Hoyos
SALMO PARA DESPUÉS DE LA GUERRA
“Tal vez la poesía, (…)
puede ser la prueba irrefutable,
o cabeza de un prontuario definitivo
de que Dios existió alguna vez”.
Héctor Rojas Herazo.
Señor,
ahora somos frágiles…
los años de la derrota (aunque hayan quedado en el olvido)
habitan entre nosotros. Por eso hoy el poema es bálsamo.
Señor de los remendados,
ya no podemos elevar oraciones:
conjuros para ahuyentar enemigos y pestes,
tal vez un Poema que sirva de diálogo
para diluir tantos miedos acunados en viejas plegarias.
Señor,
como tus llagas,
las nuestras son huellas de fe en medio de la ola de siniestros.
También hemos caído y nos hemos levantado
para espantar los pájaros de la angustia
que anidan en nuestras lágrimas.
Señor de los fragmentados,
redime con tu sabia mudez a tus hombres y mujeres,
herederos del miedo,
para que la fragilidad se desvanezca y
retornen a nuestra voz y nuestros sueños
y nuestras casas las Bienaventuranzas.
Así sea.
Juan Acevedo
POEMA
Esta marcha es la del pueblo;
Nunca se echa un paso atrás;
Raíz india es la que empuja
Para hacernos avanzar.
Esta marcha es la del pueblo;
Hay más brazos que juntar
Para que los sueños sean
Bastiones de realidad.
Si tú marchas como pueblo
Serás pueblo y algo más:
Alto faro entre las sombras
Y clamor al alborear.
Esta marcha es la del pueblo
Y hay más cantos que cantar,
Porque el uno enseña al otro
Y no hay modo de olvidar.
Esta marcha es la del pueblo
En busca de la igualdad
Y dos razones impone:
Justicia con libertad.
Esta marcha es la del pueblo
Por el pan y por la paz.
Habrá trabajo y muy digno
Y más ganas de abrazar.
Esta marcha es la del pueblo.
Va con río, selva y mar;
Su presencia es un silencio
Que debemos escuchar.
Esta marcha es la del pueblo
Va con águila y jaguar;
Grito y rugido acompañan
Y nos marcan el compás.
Esta marcha es la del pueblo;
Pronto habremos de lograr
Ser arrullo entre la noche
Y sonrisa al despertar.
Esta marcha es la del pueblo;
Nunca se echa un paso atrás;
Raíz india es la que empuja
Para hacernos avanzar.
***
Fernando Urbina
#NOSESTANMATANDO
a todxs los que han sido asesinados, heridos o desaparecidos
mientras protestan pacíficamente por sus derechos
el fuego abriga o quema
late adentro del cuerpo saludable
es la arenga guerrerista e incendiaria
es motor acelerado ráfaga sorda
y otra vez el corazón latiendo
el fuego enferma o limpia
es la esperanza de la minga abrazada por la tulpa
es la humareda de trinos, pantallas y noticias
vidrios negros camionetas blancas
la rabia ciega calentando la sien
nos están matando
zumbidos metálicos defecan glifosato
quemadura invisible sobre el agua
la coca la llave la memoria
se raspa se arrastra se aplasta con las botas
y se vuelve el pretexto del incendio
nos están matando
la hidroeléctrica cierra las compuertas de la represa
más importante que respire la subienda
y que siga cantando el agua pura y clara
es la corriente eléctrica que corta el monte
que alumbra de inconsciencia los palacios
y los barrios donde ya no se miran las estrellas
el fuego abriga o quema
late en la sonrisa del vecino
en el clasismo que escupe y esclaviza
en los ojos al borde del disparo
y otra vez el corazón latiendo
el fuego enferma o limpia
es la veladora de mi madre
el sudor de la marcha sobre la carretera
la pesadilla del terrateniente
que quisiera cercar todo el horizonte
pero no puede
nos están matando
el hambre la sed el fuego herido
los hombres de metal sobre caballos
los discursos vacíos en los podios
los ciudadanos que nunca se han quitado los zapatos
para tocar con sus plantas a la madre
y agradecer a los ancestros por el fuego
Juan Guillermo Sánchez
¿CÓMO ESCRIBIR UN POEMA DE AMOR?
¿Cómo escribir un poema de amor ante tanto odio?
ya quisiera hacer volar mis versos como loros alegres
sobre un cielo azul que se enciende al vaivén de los vuelos
pero no puedo concentrarme porque “nos están matando”
en este pedazo de cielo al que llaman Colombia,
las balas lastiman el viento y la muerte se pavonea en las calles,
un policía a quien cambiaron su alma apunta su arma
y sin pena alguna pinta el muro con la sangre de los inocentes
es un instante y el poema de amor sufre la pena
ante el odio enraizado de aquellos que olvidaron ser niños,
aquellas almas enfermas que se ahogan en su propio veneno,
entonces vuelvo y me pregunto:
¿Cómo escribir un poema de amor que recorra la piel
y el sentir palpitante de la luz de un amanecer?
¿Cómo amar la noche y la danza de estrellas en el corazón?
¿Si la noche está siendo usada por asesinos a sueldo para
cegar la vida de jóvenes semillas del universo?
el poema se hace testigo de la pena, se desgarra por dentro,
se acurruca en cada grito que evidencia la crueldad
y cuando el poema ha sido maltratado y arrojado al río
vuelve a recordar que está vivo en la memoria del tiempo
en el renacer de cada hombre o mujer que lucha sin descanso
por hacer posible la vida, la justicia, el amor
el poema entonces, se hace agua pura en la alegría y la pena.
Fredy Chikangana
Poeta Wiñay
EN EL DÍA DE LAS MADRES
En el día de las madres gringas
el hijo que aún no nace de mí
llora el futuro que no tiene,
que ya le robaron.
Sus labios temen preguntar
por la leche que no bebe,
vive en el afán de los inagotables días
de los hijos nacidos que ya murieron
en una larga noche.
María Ximena Pineda