19 Abr 2024

275. POESÍA COLOMBIANA. CAMILA CHARRY NORIEGA

-15 Ago 2021

 

JUICIO FINAL

 

Lasciate ogni speranza, voi ch´intrate

DANTE

 

En una obra de Giotto

el demonio devora a un hombre

mientras expulsa a otro por su cloaca.

 

El fresco es de una belleza espeluznante.

 

En él está contenido el mundo y su materia.

No representa Giotto a la bestia sino al hombre

descarnadamente hambriento.

 

El símbolo es sencillo y no requiere explicación:

lo ingerido se coagula, se hace carne y hueso,

se destituye

se engulle de nuevo

se expulsa

se endurece,

es el hombre separando la luz de la tiniebla,

el sueño del residuo.

 

El artista, desde la luz y el color,

nos obliga a penetrar

cuaja las sustancias,

asombra las retinas del observador

y le devuelve su reflejo

consumido.

 

Pero eso es solo lo primero;

la fascinación por los signos

más reales a veces que la misma realidad,

empujan en su trazo hacia la reconsideración:

¿qué divina sustancia

sobrevive a la idea de mundo?

 

El artista lima, hace que los bordes encajen,

limando extrae de ese ensueño que es el bien 

la imagen,

la monstruosidad más verdadera.

El color y la simiente oscuridad sobre la que respira la luz

dictan las formas

y estas son a los ojos el señuelo,

el centro del demonio.

 

Lo otro,

el destello de maldad frente a algo que se reconoce 

profundamente humano

es lo que se desprecia,

hipócrita.

 

El mundo    su idea   el verbo  

son el intestino de ese demonio

que sonríe.

 

En el fresco, de apariencia inmóvil,

está contenida la historia de los hombres.

 

 

ACTOS RENOVADOS

 

Se deshila el pellejo

se arranca y asoma

la carne que deslumbra los ojos.

Se sosiegan los nervios

se los hace cantar como a raíces

de un árbol enterrado en el cuerpo.

 

Los cuchillos se acomodan boca arriba

sus aristas recuerdan las costillas de un mal amor.

Luego se lame el filo

el pasmo

y sobreviene el crujido de la carne rasgada;

lo crudo que se olvida con la primera mutilación.

 

A los tenedores hay que agarrarlos por los picos.

Tres dientes

tres astillas afiladas que espantan a la presa

y viven famélicos,

plenos de hambre.

 

En la penumbra las cucharas eran

peces extraños de cola esbelta;

las vimos otras veces

encima de algún plato,

animales satisfechos en plena digestión.

Entonces era mejor no tocarles la panza de metal

pulida, como una bella retocada.

En su cóncavo estómago podía uno contemplarse:

un ojo alargado,

deformado por el metal que escarba el rostro.

 

Sencillo despojar del pellejo,

salvar la carne que late a la espera.

 

A veces había luz

porque el cuchillo cambiaba de lugar

y su destello cortaba la sombra.

 

No sabíamos mucho sobre objetos de cocina

apenas de las ollas y los platos,

de las tazas

donde el agua es oscura.

 

 

INTENTO OPTIMISTA CON PERROS Y PINK FLOYD

 

Cada una de las cosas que pasaron

y de menos estuvo

que el tiempo fuera breve

y uno engordó

y fue la historia un puñado de perros

que uno a uno también engordaron

entre las cosas mías

que siempre han sido un parlamento fumante

sobre lo mismo

y menos mal

porque traían de regreso

del otro lado de la vida

el encargo de lo que resiste.

 

"Bring the boys back home”

se repetía en el desayuno

el almuerzo

la cena

y era tan cierto como ahora

el desprecio por los hombres que deciden

que otros vayan en su nombre a morir.

 

Pasaron tantas cosas y uno apenas

vio el destello

el oscuro rescoldo

que quemaba la punta de los dedos

por no poder decir algo diferente

y así se repitieron a través de los años

los mismos poemas

y quienes los leyeron decían:

­­levanta de entre el lenguaje otras imágenes

más acordes a esta época

 

y la época siempre es la misma

y uno engorda y engorda

de impotencia

de pensar en el temor enconado

de los otros por mí

porque nunca pude decir otra cosa

ni ser vanguardista

y me quedé girando

          bella e inalterable en el mismo espejo

cuando todo siguió pasando

y se esperó

de la poesía

                       el futuro

 

aunque no.

 

 

CUERPO ADENTRO

 

El agua mece la casa.

La oscuridad

tren silencioso,

cruza y tantea los huesos.

 

Los habitantes observan desde los rincones

acostumbrados ya,

al vértigo que les produce

ser la estación de lo que fluye.

                         

Las paredes son de piedra

también los objetos más elementales:

las sillas

la mesa

las camas

los cuchillos afilados por si vuelven las fieras,

también las lámparas que cuelgan de los techos,

manos abiertas,

se encienden cuando la luz las nombra.

                  

Todo lo demás es de carne.

 

El agua llena todas las habitaciones,

se abre paso a través del cuerpo

y nadie teme,

han aprendido que cuando roce sus cuellos

flotarán

y chocarán los muslos, las cabezas, los pies inertes

          (pequeños pájaros que convulsionan en un pozo)

 y siempre habrá carne que se afila

contra el borde de las piedras.

 

El agua mece la casa hasta el amanecer;

        luego vuelven las tareas cotidianas:

despertar a los ahogados

servir en los platos minúsculas algas

limpiar con las escobas la oscuridad de los rincones

             desprender de los ojos la humedad

las visiones:

carne sobre carne el aliento humano

carne lamida,

despeñada.

 

 

CENTRO DE LA CASA

 

Finalmente descubrimos que corremos en pos de sombras tan efímeras como inconsistentes y no podemos encontrar nada que sepa satisfacer a la nostalgia… 

ARTHUR SCHOPENHAUER

 

La casa queda en la frontera.

El salitre sustituye la materia

que los ojos en otro tiempo

llamaron luz.

 

Sobre la piedra hundida

el salitre, por el peso de la hierba

se coagula.

 

Hemos olvidado todo.

 

Quisimos echar el río atrás,

devolverle a los huesos su peso,

recobrar el aire que los suspendió un momento

y los batió ahogados entre la carne que se hacía recia.

 

Pero la casa en la frontera

fue devorada por la hierba

y las fieras la habitaron.

Las vimos acomodarse,

abrir sus fauces,

tajar lo que quedaba.

 

Nos sucedieron y olvidamos.

 

La médula rebanada

bien adentro,

siempre fue el centro de la casa.

 

 

Camila Charry Noriega (Bogotá). Poeta y editora. Profesional en Estudios literarios y Maestra en Estética e Historia del arte. Ha publicado los libros Detrás de la bruma; El día de hoy; Otros ojos; El sol y la carne; Arde Babel; este último re-editado en Guatemala y México en el 2018 y 2019 respectivamente, y el libro Materia iluminada, poesía escogida, en edición bilingüe, español-francés en el 2019. Es co-editora del fanzine La trenza que aborda la poesía y el ensayo escritos por mujeres en Colombia y Asistente editorial de la Biblioteca de Escritoras Colombianas en el Ministerio de Cultura y la Corporación Élite. Es profesora poesía latinoamericana y de escritura creativa.

 



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