22 Nov 2024

285. POESÍA BOLIVIANA. PAURA RODRÍGUEZ LEYTÓN

-30 Ago 2021
Poesía

 

PEZ DE PIEDRA DOS

 

Hay una sola palabra

que puede cubrir las cosas

y amparar las luces

de vez en cuando.

 

Un viento acaba de ser,

una sombra se apaga.

Se diluye mi espacio en un recodo de tiempo.

Los ritmos quebrados de mi sangre

hacen que calle.

 

No dejaré mi piel.

Será distinto acariciar cada trecho recorrido,

desconocido.

En mis dedos

están las figuras antiguas

que nos engendraron.

 

En algún rincón de mi cuerpo

hay una herida hermética,

un dolor que se manifiesta como invierno.

 

Soy un animal desconocido:

mis pies,

mi lengua

rodean tu estatura.

 

Cuando abro la puerta

atrapo figuras amantes de la música.

 

Mi voz se quiebra,

se hace distinta del agua.

Mi papel se consume.

 

Mi cuerpo es de madera,

de metal,

de piedra,

de harapos.

 

Tengo cierta premura

por descifrar letanías de caminar lento,

de secretos precisos.

 

Todo parece

una gran sombra

reposando sobre tu palma.

 

Hasta las hojas que ya no caen extrañan su lluvia.

 

No puedo destejer esta lentitud:

mi frente apoyada,

mi mano ausente.

Es el miedo.

 

Cada trazo

es como una bocanada de fuego,

como un rumor de agua turbia.

 

Un pájaro hiere las espinas,

conduce su mirada

hacia los médanos de la luna.

 

Es preciso amanecer pronto,

antes de perder los pequeños juegos.

 

Algunas señales

me despertaron la piel.

 

Cierro los ojos

y transito cada tramo de mi cuerpo,

palpando

una infinita oscuridad

que me ahoga.

 

Quiero oler una piedra lisa,

lamer el polvo de las ventanas.

 

Deseo poesía para mis dedos

para lavarme los pies.

 

Para desvestirme de mí

y hablarme de lejos.

 

Mientras yo te buscaba,

confundieron

nuestros ritos

con las flores dormidas.

 

Por ahora no deseo agua.

Las piedras de los ríos

forman galaxias y hoyos negros.

 

Hay murmullos que acarician la noche.

 

Hay flores atardecidas

que aguardan tu retrato

y discurren lentas,

diciendo nuestro nombre.

 

Nuestros azares

son de color indefinido

como los escombros que pueblan mis sueños.

 

Nuestros silencios

se callan para hablarnos.

 

Mi hambre es silencio.

 

Me llamo por mi nombre

y mi nombre pregunta por mí.

 

Prefiero una lluvia diferente.

 

A veces

el tiempo no alcanza

para lavarnos la cara

y rodear de besos la tarde.

 

Cuando la locura nos dice tic-tac… tictac

—como una bomba—

temo las palabras conmovedoras,

los pies ausentes.

 

Me refugio

en tu aliento liviano

y tu piel sin marcas.

 

Las letras se agazapan

como arañas transparentes

y no llego a comprender mis manos.

 

De barro

son los ojos que me invaden,

son de silencio

los pasos.

 

Este sol azul

que recorre el tiempo

es nuestro idioma solitario.

 

Y nos dice más sombras,

menos objetos delirantes,

más recuerdos.

 

He aguardado

un rostro labrado de días.

Sus alas se esfuman como agua,

como aire.

 

El humo está herido de voces.

 

Para besar las piedras me preparé un siglo.

No hubo lágrimas,

ni risas,

ni palabras.

 

Mi último espacio

ha quedado a expensas de lluvia.

Las antiguas sombras recorren el día,

pisando las hojas

de algún otoño olvidado

entre los trastos.

 

¿Cómo sabré reconocer mi fuego

en medio de tanto murmullo?

 

Vendrán los otros

a jugar con nuestros signos.

 

No vi nada

entre las hojas

que carcomen

los recuerdos de la tarde.

 

Sólo busqué entre mis huesos

un poco de tiempo.

 

Tu presencia de geranios

contradice este invierno de sal.

 

Será preciso

atrapar las miradas

que nombran

pájaros y piedras.

 

Hay días en los que soy un reflejo de agua.

Me descubro atrapando un papel,

rebuscando en la tierra un recuerdo extraviado.

 

Hay unos ojos nuevos,

unas manos que ponen la piedra blanca en el pétalo.

Es un sueño nacido de otro sueño.

 

No dibujo la palabra amor,

el amor me regala arena.

Arena

que se deshoja

a la caída de cada noche.

 

 

Paura Rodríguez Leytón (Bolivia). Poeta y escritora. Ha publicado Del Árbol y la arcilla azul azul (1989); Ritos de viaje (2002; 2007); Pez de Piedra (2007, 2020); Como monedas viejas sobre la tierra (2012; 2019); Deshilvanando el misterio de la hierba (2014); Instante claro (2018) y Antología poética (edición bilingüe, Italia, 2020). Con Ritos de viaje obtuvo el Premio Nacional de Poesía del Gobierno Municipal de Sucre (1999). Su poema Te atribuyo el torrente de mi sangre mereció el segundo Premio Internacional “César Vallejo” de la Casa del Poeta Peruano en Londres (2006). Poemas suyos han sido traducidos a 17 idiomas. Su libro Pequeñas mudanzas obtuvo el Accésit del Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador” en Salamanca, 2017.

 



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