TRILOGÍA DE ALTAMIRA
I
Por no poseer barcas
ni apellido de Noé
los hombres naufragaron
en medio de las cuevas
Pigmentos de ahogo y soledad
pintaron animales elevándose
hasta el mar que cubría
el cielo de las rocas
Allí flotando en el olvido
salvaron las especies
de otras orillas sin rumbo
II
El hombre que pintó las cuevas de Altamira
iba en busca de alimento
El hombre que las descubrió
iba en busca de su perro
el perro que se perdió iba en busca de la tarde
III
Una niña en 1879
mientras su padre buscaba tesoros en el suelo
le avisó:
¡Papá, mira esos toros hundiéndose en el aire!
GRAMÁTICA DE LOS CIELOS
Mi abuelo veía barcos donde yo veía orugas. Una nube puede ser muchas cosas –me decía- quizá mi barco sea tu oruga, si de repente a la nube le crecen alas el mío ya entonces será un avión y el tuyo una mariposa. Coleccioné así mis primeras lecturas siendo niño. Algunas eran trágicas cuando terminaban atravesadas por un relámpago. No siempre las nubes cuentan historias inofensivas. Otras me hacían reír hasta que caía la tarde.
Abuelo siempre fue un gran lector, incluso cuando llegó a buscarlo la ceguera, me advertía que no me confiara de lo que creía haber visto en las nubes si quería llegar algún día también a descifrar noches, eclipses, constelaciones, hasta el respiro de la niebla. Ellas nunca permanecen fijas, su función es contar, aún si cierras los ojos, la historia seguirá avanzando sobre tu cabeza. Yo no lo creía cierto, siempre pensé que era una más de sus motivaciones para hacerme recordar nuestra costumbre… hasta aquella vez que caminé con él bajo la lluvia. No abras el paraguas –me dijo- escucha lo que hemos escrito tantas veces en nuestro idioma.
ANTE UN CUADRO DE TURNER
En un cuadro de Turner hay un poeta. Es Ovidio, dice la nota bajo su marco luminoso. Me acerco un poco más a la pantalla para ver el certero instante diminuto que se guarda entre los pliegues soleados de cada milímetro de partitura. Agrando la imagen hasta pixelarla y entonces escucho el latido del hombre amarrado que dice la nota que es poeta y que es Ovidio y que anda agitado. Se logran sentir los vórtices de su respiro. Lo llevan a una barcaza que desamarran otros hombres que el tintineo incendiado del sol no deja percibir, si son un tornado de luz en las arterias del día o solo sombras sin destino que han perdido el delirio de su llama.
A esta distancia del sonido ya se oye un delgado susurro dorado que sueltan desde el fondo de sus orillas. El poeta no es el centro del cuadro, nunca lo es, sino ese susurro que ronda ahogando todos los costados de Roma en un verso, largo como un río, extenso como un retazo de diluvio. Llevo el cursor hasta la lupa, sigo removiendo rayos de sol mientras destierran al condenado. Todo lo encandila ese instante subterráneo, tras estos muros portátiles el sol sigue inundando el precipicio. Un tizón encendido sigue esculpiendo el agua.
EL PERDEDOR DE REBAÑOS
El cielo mira el camino
lo ve pasar y lee desde allá
el rumbo de sus huellas
Todos los pasos son orillas
donde caen al mundo
los presagios de
ocultos moradores
Ojos pueden planear la misma ruta
trazada por algún antiguo vigía
que iba rumbo al firmamento
Verán allí la colisión de sus espantos
la lentitud colosal de sus esperas
el vacío que fundamos apenas conocemos
la exactitud de sus visiones
El miedo que auguramos a su rezo
su ardor silente
la inmaculada prisión donde guardamos la escotilla
Miramos al mar como a un abismo
que alza el vuelo
y al cielo acudimos
para ver
algún trozo de memoria.
ANUARIO
A veces en la carnicería de enfrente se cuentan los sueños a la madrugada
saludan al tiempo y se observan sin ver cuando la luz se aferra a las espaldas
ramos de hielo flotan entre nuevas calaveras
senderos para posar el rumbo mientras desaparecemos
los sueños arden tercos y desconocidos
se van con nosotros a ninguna parte
caben en el baúl de cualquier respiro mientras salvamos de la piel antiguas inocencias
Mordemos las manos del viento y caminamos hacia algún recinto del ahogo
Allí las crisálidas tiritan de espejo
hombres derriban el origen
a tientas bajo el humo de los girasoles
en las ciudades calcinadas de afán
las hojas duermen infectadas de estruendo
árboles estacionados en la vía
recuerdan el lugar donde las huellas de los sueños
asoman en su nido de sal
a veces el silencio es solo un lugar compartido
el ruido que hacen los sueños mientras
devoramos los instantes
los sables que usamos para tasajear la realidad
afilar los secretos
y las migraciones
que vuelven cada noche a despertarnos.
GILGAMESH
Allí en Uruk, un hombre, leo
salió a caminar por las callejas del sol
desesperado por el color de la ceniza
cuando la luz
se muere en la tarde.
Su boca no pudo pronunciar
el cauce que vierte las edades
-viento que al cruzar se posa
en un silencio embestido-.
Busca un lugar
afanosamente
dónde poner su pie sin que el camino
siga llevándose el tiempo.
Enamorado de la vida que ha dejado
amarrada a un espejo
sale a buscar la eternidad.
Su viaje es un largo retorno
caudal de dudas que defiende
hasta encontrar otra puerta.
Como quien huye de su sombra
huye de la muerte
la vigila
posada en un árbol de incendios
tallado en el aire
DIALÉCTICA CON COLIBRÍ
La mujer ecologista
Feminista
Humanista
Socialista
Barrista
Activista
Pacifista
Ciclista
Budista
Flautista
Equilibrista
Que me gusta
Me rechaza por ser poeta
Dice que ha leído que no hay estabilidad en este tipo de sujetos
Que se la pasan convirtiendo el lenguaje en estatutos de aire
Que no podría convivir con alguien que no hace más
que fabricar emociones
Que escuchó un día que según alguien que no recuerda
la poesía es una dimensión que nos desconecta
de los asuntos importantes de la vida
Que nos distrae y hace que vivamos en otro sitio lejano a la realidad
Que un tal Platón desterró a un montón de los nuestros por andar creyéndose pájaros
Que solo es una disculpa para no hacer lo que debemos hacer
Que además no ayudamos al medio ambiente
por gastar tantos recursos corrigiendo, suspirando, bebiendo y volviendo a beber
Que la contaminación del mundo no la salvará un poema
Y que mejor debiera organizarme
Buscar la transformación del mundo
Que hay mucho por hacer
Que ni siquiera miro noticieros
Que madure
Que cambie
Que ya es hora de crecer
Que me orille
Que viene un carro
Que para eso hay señales de transito
Y yo por supuesto debo cambiar
Esto de andar por ahí entre poemas
no es muy saludable qué digamos
Las deudas crecen en los bancos
Y los zapatos se dedican a zarpar
Solo esperaré a que crezca el árbol que sembré en su tejado
Seguro una legión de gatos saltará sobre él
Creerán que son pájaros que aúllan
Gatos que afilan su voz ante el silencio
Y un día tendrá que salir a regañarlos
por anidar en ese árbol torcido entre la noche
Y se dará cuenta que es inútil
ese fruto que brilla entre las nubes
Pero enciende
la filigrana cautelosa de sus nervios
y el ronroneo del universo en sus asuntos
JORGE VALBUENA (Colombia). Es magíster en estudios de la cultura con mención en literatura hispanoamericana, especialista en creación narrativa, licenciado en humanidades y lengua castellana, promotor de lectura y gestor cultural. Integrante del Comité editorial de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida. Publicaciones: La danza del caído (2012), Pasajera de agua (2014), Árbol de navío (2016) y Gramáticas de los cielos (2020).