25 Abr 2024

299. POESÍA CUBANA. JESÚS COS CAUSSE

-19 Sep 2021

 

 CANGREJOS PARA JESÚS COS CAUSSE

 

Eran inicios de los años 2000, cuando llegaron a mis manos unos cuantos ejemplares de la antología publicada por la Revista Littera en 1995: Los años, los sueños del gran poeta cubano Jesús Cos Causse; cuya edición estuvo al cuidado del poeta y crítico panameño, Pedro Correa Vásquez el cual dice:

“La poesía de Jesús Cos Causse es totalmente libre.  Siento el aliento de Whitman, más que el de Mayakovski, y reconozco que el poeta es dueño de esa rara facultad que convierte en oro la común arcilla.  No hay una poética barroca, ni hay reveses metafísicos.  Tampoco hay sencillez: hay una honradez profunda que anima el corazón callado de las cosas.”

Esa poesía poseedora del dominio de los versos cortos y del versículo, con la fuerza y la belleza del mar, desplegando un Caribe con sus múltiples historias y contextos, me reveló una obra fascinante.   Pasó un tiempo hasta que me enteré por medio de mi profesor Ricardo Segura (q.e.p.d.) y de Yolanda Hackshaw que el aeda antillano estaría en Panamá promocionando el Festival Internacional de Poesía Fiesta del Fuego de Santiago de Cuba y el cual daría una lectura y un conversatorio en la Facultad de Humanidades de la Universidad de Panamá.  En mi se fraguó una gran expectativa y entre mis compañeros de estudios, se notaba mi entusiasmo de conocerlo y recibirlo.   El día ansiado llegó y un hombre de piel oscura y con una figura delgada y alargada, además de una barba quijotesca estuvo ante nosotros.   A él se le llamó muchas veces “el Quijote del Caribe” por su parecido con el personaje de Cervantes en lo físico.   “Un quijote negro” escuché decir también.   Recuerdo que nos presentaron e inmediatamente le conté que me había impactado su poema Un cangrejo desde la borrasca, dedicado al poeta surinamés Dobrú.  Tanto fue así, que al tener noticias de la muerte de Cos Causse, años después, le dediqué un poema donde están presente los cangrejos.

El año 2001 representó para mí, mi primer viaje fuera de Panamá.   Estar en Cuba y caminar por las calles de Santiago fue una experiencia conmovedora y siempre tengo en el recuerdo a personas maravillosas con las cuales compartí como Vivian Rodriguez y su hija Legna, quienes me abrieron su casa y mostraron su enigmático altar dedicado a Elegguá y a la cual visité en el 2013, cuando ya su madre Vivian, no estaba con nosotros.  Recuerdo que busqué afanosamente un libro de Rafael Alcides por varias partes de Cuba sin éxito y estando frente a la biblioteca de ellas, Legna me pidió que escogiera un libro para llevarme y allí estaba “Agradecido como un perro” y tuvimos presente que su madre era de hacer ese tipo de acciones.  

El reencuentro con Cos Causse y con su entorno escritural fue de mucho provecho.   Santiago de Cuba con su gran historia, cultura multiétnica y sus acertijos. Existe en mí una gran admiración sobre sus versos de una belleza fascinante, que vuelvo a revivir, digitando sus poemas.   Cuando me enteré de su muerte, como le mencioné antes, surgió un poema donde pululan los cangrejos, los cangrejos de la vida, los cangrejos de la muerte, que van y vienen en medio de las sonoridades del mar.  Hoy evoco a Cos, como el amigo y como uno de los primeros poetas extranjeros que conocí y cuya obra respeto.   Hace unos meses, se publicó una selección de textos suyos en la revista Altazor y hoy, se comparte esta selección en Nueva York Poetry Review, como un homenaje al amigo, a sus caracoles cantores, a su arcoíris y flotas de infancia, a sus barcos negreros, a su mar de lágrimas de esclavos; aquí mi cangrejo caribeño para ti:

 Javier Alvarado

 

UN CANGREJO CARIBEÑO PARA JESUS COS CAUSSE

 

Desde la borrasca
Un cangrejo mitológico
Está preguntando por ti.
JESÚS COS CAUSSE

A Waldo Leyva y a Margarita Sánchez Gallinal

 

Camino esta vez en el reverso, sin tocar el negativo.

Palpo las calles de Santiago, el borde longevo de sus piedras.

Hay una estación para derrumbar el rocío, para tramar

Esa muerte prematura del mango, todos los tambores de tu poesía,

El hambre de los perros que nos aguardan

Y esa figura de Quijote bruno, buscando algo irreal

En la racionalidad de las ciudades, donde los taínos vociferan niebla

Donde los negros arremeten contra la niebla

Donde los blancos acuden al esplendor de la caña y beben un guarapo de niebla

Donde los mulatos retoman la danza del cangrejo entre la niebla

Y vas conjurando al ron en la esplendidez del vaso (los muertos beben solos)

Pero dentro de ese vaso se asilaba un cangrejo caribeño

Un cangrejo caribeño

Que se levanta desde la borrasca

Y pregunta por ti.

Porque todos tuvimos un cangrejito

Como el del pañuelo en el poema de la madre de Lezama, porque el verano

Goteó sobre nosotros invocando aquellas estrofas lastimeras, aquella mentalidad

Como un refugio para desnudar a las saudades.

 

Como la marcha del oro en el tiempo,

Tú incendias esos barcos negreros

Que se atan desde la puericia

Desde los muelles

Donde se velan las mercancías con su verdad fantasmagórica.

 

Ese cangrejo cabecea

Vacila

Y sigue preguntando por ti.

 

Se alza esta vez desde el arenal

Y desde las playas de Santiago

Va hasta tu cuerpo

Hasta tus ojos

Hasta el colmenar de la ventana

En busca de ese mar, de ese rio

De ese afluente

Que estalla como un sendero

Como una llama en el velador

Como las arboladuras que nos persiguen

En el coloquio de la araña

En páramo y una súplica serán la mejor estampida

Recreada por la ola o por el anciano que sueña

Con los leones marinos y sigue fumando interminablemente

Hasta que toda la isla

Desaparece en el aletear de su cachimba.

 

Café y ron

Y un hacedor del arpa

Que bosteza.

Tratamos de ser razonables en aquella toma del fruto original,

La materia que cae como la baba del día, como si nos sorprendiera

La aurora en sus juguetes,

Y nos aguarda el agua, el desván de invierno

Y alguna verdad en sus pocilgas

¿A dónde te vas con el susurro

Con el vértigo

Y sus incontables marineros?

 

Ahora me devuelvo

Y miro el agua

Y hundo la mano en tu recuerdo

Como ese asedio del espejo por todas partes.

 

Hay un negro ¿Mackandal? Agitando sus cadenas rotas

Y un coro de cangrejos ciegos,

Picotea las flores

De la infancia;

Pero tú eres ese tallo

Que los crustáceos no pueden tenacear,

Pero tu cangrejito caribeño toma ron

Y desde la borrasca  

Y desde la borrasca 

Y desde la borrasca

Sigue preguntando por ti.

 

 

UN CANGREJO DESDE LA BORRASCA

 A Dobrú, poeta surinamés, ya en la muerte

 Desde la borrasca

un cangrejo mitológico

está preguntando por ti.

 

Sus tenazas destrozaron

las flores de la infancia.

 

Un cangrejo paralítico,

pero que camina contigo.

 

Y te vigila

desde la ventana

desde el cuarto

desde la puerta.

 

Pirata y espada.

 

Este cangrejo viene

para apagar el fuego

de tu antiguo corazón.

 

Anclado, entre las rocas,

un galeón abandonado,

lleno de oro y de plata,

espera en el tiempo.

 

La espuma es un fantasma.

 

Desde la borrasca

un cangrejo colérico

escribe un nombre

en la tierra que pisaste.

 

Sus tenazas trazaron

las rutas de la muerte.

 

Polvo y olvido.

 

Hacha y machete,

un cangrejo de sangre,

el cangrejo no camina,

pero sus patas son alas.

 

El cangrejo regresa.

 

Un cangrejo ciego

y ciego te persigue.

 

Príncipe sin palacio,

huye, y escóndete

como un murciélago.

 

Que sólo el corazón es un escudo.

 

 

CARTA PARA UN VIEJO POETA

 A Augusto de la Torre

 

En esta última carta usted ni habla de la primavera

y dice que ya no escribe, que lee poco, tenga cuidado

con la muerte, trae un disfraz distinto cada vez que busca algo.

La vejez es una ciudad lejos del mar.  El tiempo para sin contar

con nosotros y necesitamos preparar el rostro para esa tristeza.

Usted teme morirse, sospecha razonable y respetable.

La infancia se lleva adentro, melancólicamente, como el pueblo

desde donde enviamos pálidas tarjetas postales cuando alguna

estación se nos hizo insoportable.  Uno piensa

en la infancia y cierra una puerta.

Nunca olvido su casa curiosa como un palomar, ni las reliquias

Dispersas en la sala como desperdicios, ni el cuadro donde usted

tiene la mirada de quien hace un año no ve un niño,

mientras el humo largo de la pipa inspira ciertas preocupaciones.

Leí su libro, y créame, ahora ando con un pedazo de esperanza.

Todavía usted ama a Beatriz, verdad que el amor no tiene salida,

ella siempre será un recuerdo extraviado, un perfume enfermo,

y el amor la muchacha que esperaba el tren que no pasó esa noche.

Estoy de acuerdo, la poesía de este tiempo necesita sangrar,

si no tendrá un destino espantoso, espejo que ya no refleja nada.

Usted lleva la historia en la espalda:

la mujer que le brindó la ternura de cien pájaros,

las palabras de Martí en Harmand Hall

y la herida de la guerra de independencia

son tropiezos para sentirse triste hasta convertirse en una noche.

Duro oficio el exilio.  Usted estuvo en Estambul, caminando

con el hambre, el sombrero cubierto de nieve,

y todo el invierno en la cara.

Ahora el mundo arde, la vida quiere limpiarse un poco y necesita

de la palabra.  Regrese a la razón, escriba otra vez y no se preocupe,

algún día la poesía será el bastón más útil,

el árbol, el idioma,

el hogar del hombre.

 

 

UN POETA DESPIDE UN DUELO

 A Rafael Castro, que conoce este oficio

 

Amigos:

 

La muerte nos tiene acorralados.

(pausa lógica)

 

Ayer mismo hablaba con él,

me explicaba las perspectivas

de cierto viaje pendiente.  Reía.

Ya por la tarde no estaba, o tal vez,

hermanos, seamos nosotros los que no estemos.

El viaje fue rápido, lejano, demasiado negro.

Han partido para una parte de la vida

que no conocemos, que quizás él tampoco

llegue a conocer.

(suda)

 

La vida es una casa sospechosa

y nunca, casi nunca, estamos preparados

para resistir la escalera, para llegar

hasta el último escalón.

(resbala inexplicablemente)

 

Y es un desastre pensar que no

existen palabras, piedras, trucos

contra esta trampa del tiempo.

Después de todo nada sirve,

nuestro turno está preparado.

La muerte es el sitio

Donde la soledad toca fondo.

(mira hacia todas partes)

 

Qué se harán desde ahora, sus alegrías,

sus tristezas, sus amores, sus otras cosas

en esa tumba tan seca, unánime como el olvido.

Ya no soporto más, inútiles nuestros esfuerzos

de traerlo otra vez, de no irnos nosotros.

(saca el pañuelo, le tiemblan las manos)

(llora)

Muchas gracias

 

Santa Ifigenia, 15vde octubre de 1965.

 

 

DE LAS AGUAS AZULES Y LAS CENIZAS GRISES

 Las aguas del Caribe son aguas sagradas.

 

Este tambor es nuestro tesoro.

Las aguas del Caribe son las lágrimas

de los esclavos y las algas sus gritos.

 

Nuestra herencia son las cenizas de estos huesos.

 

Entre las aguas azules están los secretos del Caribe:

el canto del tambor se comunica con el fondo del mar

y descubre que los caracoles son los restos, los cadáveres

de los esclavos que no tuvieron más travesía que la muerte.

 

¿En cuál barco vino navegando mi vida?

¿Cuál estrella cayó aquí en la orilla

Iluminando el mundo y mi memoria?

 

Entre las aguas azules están los rostros y unos ojos

que nos miran desde el tiempo, entre las aguas azules.

Quisiera nombrar a mis muertos, pero el canto del tambor

desorienta mi sangre y mi palabra y me pierdo por este mapa.

Dicen que si un tambor se hunde entre las aguas azules

comenzará a llamar a todos los dioses del mundo

con una lengua de fuego y en un idioma desconocido.

 

Entre las aguas azules están mis ancestros y mis antepasados:

mis abuelos, mis padres, mis hermanos, mis hijos de entonces.

 

De noche

escucho sus cadenas, sus conspiraciones,

sus pasos asustados.

 

Entre las aguas azules

están las cenizas grises.

 

 

CIMARRÓN

 

Huyó.

 

La fuga tuvo la belleza de una leyenda o de una llamarada.

Los rancheadores rastrearon palmo a palmo el monte

y lo buscaron en las cuevas, en las montañas y en los cañaverales.

 

Cuando pensaban capturarlo,

ya cansado, parecía una sombra misteriosa

moviéndose:

al llegar, las huellas y la sombra

desaparecerían.

 

Comenzaron a creer que era un hechicero con mágicos poderes

para convertirse en tronco de ácana,

charco de agua, hoja seca,

carey durmiendo, bejuco, lagartija,

cangrejo, culebra, alacrán.

 

Lo encontraron, es cierto, camino de la costa, pero ahorcado

en la rama más alta del flamboyán más hermoso de la tierra.

 

 

MACKANDAL

 Para Alejo, in memorian

 

El negro al fuego, pero el negro es un

rayo y

destruye las ataduras y la espada del gobernador.

 

El negro al fuego, pero el negro es una

culebra y

sale de una calabaza y se esconde en un cañaveral.

 

El negro al fuego, pero el negro es un

tambor y

su fuerza telúrica provoca un eclipse increíble.

 

El negro al fuego, pero el negro es un

grito y

se escapa volando con dos llamaradas

como alas.

 

 

MENDIVE: MITOS, AMULETOS Y TAMBORES

 

Los mitos estaban enterrados debajo de esa ceiba.

Sólo o sabía el sol y una jicotea que los cuidaba.

Pero un majá vigilaba la jicotea y se lo dijo a una paloma.

La paloma se lo dijo a la luna y la luna a un güije chismoso.

Un amanecer, mientras dormía la jicotea,

el güije y la paloma,

encontraron el cofre de los mitos y los mitos se escaparon.

Al despertar la jicotea, el sol, desde el paisaje, se lo dijo.

La ceiba se murió de tristeza y la jicotea se quedó coja y ciega.

 

Los amuletos y los muertos tienen una misma tumba: el misterio.

Un amuleto es el ala de un pájaro o la cabeza de una culebra.

Por eso los esclavos llevaban amuletos,

para volar muy lejos

si los perseguían, o para arrastrarse por la tierra y desaparecer.

 

Los esclavos trasladaron los tambores ocultos en los barcos.

Eran tambores cimarrones.  Tambores de rebeldía y de guerra.

Eran tambores con nombres propios y órdenes secretas y precisas.

Esperaron en silencio desde África hasta América y el Caribe.

 

 

ADÁN Y EVA

 

No llegaron a comerse la manzana:

ellos no estaban para perder el tiempo.           

 

 

LA MEMORIA DEL OLVIDO

 

A Gian Luigi Nespoli, a su poesía, a su amistad y a las palomas de Milán.

 

Vuelvo del polvo

y pongo mis ropas

y mi corazón al viento.

 

Regreso del fuego

y dejo mis zapatos moribundos

entre las cenizas y los hechizos.

Así se retorna siempre

después del viaje de la vida:

con gloria o derrotado,

con trono o sin nada.

Hombres y guerreros somos.

 

Una belleza que se llama Elena,

desde el Cuzco, coloca la luz en su lugar,

un relámpago y nuevos huevos en los nidos.

 

Así como la infancia fue una flor,

conozco rostros que jamás he vuelto a ver,

pero que nunca estarán en el olvido.

 

El hombre es la memoria

caminando por el tiempo.

 

La memoria del olvido.

 

Todos volveremos a vernos.

 

A pesar de la guerra.

A pesar de la muerte.

 

El asunto no será,

sencillamente,

cara o cruz,

sino amor y paz.

 

Del huevo saldrá el ave.

 

Uno puede volver del polvo,

regresar además del fuego

porque la vida es también un escudo.

 

Somos mortales

y somos semillas.

 

La música y el árbol.

 

Elena me saluda desde el Cuzco,

me regala una paloma muy posible,

volando tranquila en el cielo de Milán,

un poema marcado por la amistad,

un grano de maíz dividido en dos.

 

Y un relámpago.

 

 

JESÚS COS CAUSSE (Cuba, 1945 – 2007). En 1962 obtuvo una beca que le permitió hacerse bachiller y seguir cursos de agronomía. Viajó por la U.R.S.S, Vietnam, Corea y China. Codirector del Boletín del Poeta (Santiago de Cuba). Publicó también en El Caimán Barbudo, OCLAE, La Gaceta de Cuba, Unión, Santiago y Revista Revolución y Cultura. Durante su vida profesional fue vicepresidente de la UNEAC en Santiago de Cuba, miembro de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y de la Sociedad Cultural José Martí, presidente del Taller Internacional de Poesía El Caribe y el Mundo y del Congreso Mundial de Poesía. Entre sus libros destacan: Con el mismo violín (1970); El último trovador (1975); Monólogo interior del machetero (1970); Las canciones de los héroes (1975); Escribo Fidel (1976); De antaño (1979) y Las islas y las luciérnagas (1981).

 



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