ISLA APÓCRIFA
Soy una isla apócrifa de infinitos límites.
Muros agrietados que aíslan,
expatrían,
apenas dejan traspasar el ruido de las horas.
Un mal actor que se repite y se repite una y mil veces,
y no sabe morir,
y no sabe vivir,
ni reinventarse en el errático carrusel de las cicatrices.
Siento miedo que la distancia sea un derrumbe,
un simulacro,
un colosal enigma
y deje de ser el camino más corto
entre la lluvia y el vértigo que provocan mis pasos en el tumulto.
Y se convierta en una ciudad llena de caminos trizados,
de zombis que no sueñan,
llena de musgosos albedríos,
de azotes publicitarios,
sin atajos de calles que terminan en los zapatos.
De entes imaginarios que caminan de espalda,
de caras plásticas que sucumben
entre los precipicios y los relámpagos
o en los espejismos de algún poeta
donde culminen las historias aún no contadas;
las que van quedando en la vera, al borde de una acequia.
Y no quepan los instantes que levitan en las manos,
y ese tiempo guardado dentro de un reloj
que sobrevive a los péndulos
se convierta en un cerco,
una vuelta a las manecillas,
y no lleve a ninguna parte:
solo al interminable laberinto
de lo prohibido, en el olvidado asombro de estar vivo.
TÚ
Todavía tiemblan entre mis brazos tus palabras
de medianoche, de media tarde, de media vida
aunque la magia del silencio intenta borrarlas
de una vez por todas
LILLIAM MORO
Tú y tu brisa ocupan toda la plaza,
los relojes antiguos, los rincones,
la nieve derretida de un instante.
Te haces infinita
expandiéndote por las venas como un río desbordado.
Tú y ese modo de volar
por los ramajes más altos del tiempo
como una lanza que roza los párpados;
la garra poderosa que atrapa
y embiste el corazón desposeído;
la cruz, el milagro sin límites,
el grito intermitente que quema y refulge en la noche
con tu misterio de hembra diferente.
Tú, la ruta de la seda.
El engendro fugaz de la noche.
Tú, el justo instante
en que veo pasar una nube
desde un banco.
Tú, la carne viva, la pequeña gota que horada la piedra
siempre desnuda con tu vestido de flores,
con tus ojos que derriten la calma
del hombre más hombre.
Tú, la dentellada del tiempo
que te arranca de allí donde te escondes
en lo deshabitado.
Tú, que deletreas en tu boca un beso anticipado,
nube posada en el sueño de un tálamo lejano,
árido estrago en el alma más solitaria.
Eres el deseo que convulsiona
el color del silencio
bajo la bóveda de la noche que observa.
A VECES UNA SOMBRA
¿Quién puede afirmar que la luz y la sombra no hablan?
Solamente aquellos que no comprenden el lenguaje del día
y de la noche
MOUSSA-AG-AMASTAN.
Una sombra me hostiga
encajada en mis costillas
como una asta;
soy la inmensa cruz que carga.
Solo al amanecer
me libero de su asedio
cuando se oculta en el crepúsculo matinal.
Ella y yo tenemos una extraña relación;
tal parece nos merecemos.
Hasta le he enseñado a caminar a mi diestra.
MÁSCARAS
¿Qué vas a ser cuando seas grande?
y la respuesta que no quiso decir:
“el gran simulador”
LILLIAM MORO.
Nada se salva,
ni siquiera la brisa que se aleja en busca de otros rostros
en los espejos que reflejan la otra cara del olvido.
El ego echa mano de las máscaras,
del simulacro,
de la falsedad organizada
para una buena representación.
Solo faltan los aplausos.
SINFONÍA
El tiempo abate sin prisa,
las sombras se van haciendo pequeñas
en los rincones.
La historia es un hielo derretido
mientras llueve dentro
en un cántico circular
sin ventanas
ni paraguas que amainen lo imposible.
Los misterios crecen abandonados,
no caben en las manos ni en las oscuridades.
El color del silencio se confunde
con la catástrofe de la noche anterior
y tu cuerpo tiembla como un fantasma insepulto,
y pones la otra mejilla
—siempre el mito de la otra mejilla—
para no ahogarte en el pánico.
Está lloviendo más que de costumbre.
La noche se hace infinitamente larga.
Solo queda el ensayo de lo que pudo haber sido.
Ya has lavado las sábanas amarillentas
donde se unieron dos cuerpos.
Ulises sigue buscando Ítaca.
LECTURA DE VIDA
Mirar de frente a la vida
aun cuando habites en un cuarto sin ventanas
y no alcances ver el Halley en el 2061.
Cerrar el puño
ante el absurdo y la náusea de Sartre
palpando la oscuridad del alma.
Caminar con paso irremediable
y la sonrisa a punto
llenando con palabras
los huecos del vacío,
las sombras que cortan la madrugada.
Sin olvidar
que lo inolvidable
es inolvidable,
aunque amanezcas devorado como un perro
que ha perdido un hueso carcomido.
Nunca quitarse los zapatos
aunque aparezca la muerte.
ARTE DEL SIMULACRO
He malgastado palabras, verbos,
metáforas,
sustantivos,
frases repatriadas que retornan como un bumerán.
He dilapidado horas,
párrafos borrados,
sonetos nunca escritos,
y siento que he llegado a dominar
el arte del simulacro.
He persistido en esas raras tierras donde hundo mis manos
sin saber de ecos,
ni de arcillas,
ni de mareas extintas entre las ruinas
sin formas de un desván,
los espacios esquirlados en las noches llenos de huidas.
Las azoteas donde solo habitan visiones,
los ocasos deletreados
que dejan sus sombras en las desahuciadas luces
en ese olor a nunca.
Sin embargo, quiero que al final de los finales,
en un baúl se guarde una última frase,
la que aún espera,
la que siempre quise decir y nunca dije.
PÁJAROS
¡Oh pájaro de paso!
Tú que has nacido en cautiverio,
a veces fantaseas
que el agua es tu elemento.
No, no confundas plumas con escamas.
La falta de aire es tu verdadera jaula.
Franky De Varona (La Habana, Cuba). Poeta, narrador y ensayista. Editor ejecutivo de la revista "RACATA" de Miami. Miembro de la Sociedad Internacional de Poetas. Ha publicado los poemarios: Solitudes (2015), De Azares, Laberin-tos y Cenizas Rotas (2016) y Las Gaviotas También Vuelan en Diciembre (2017). Sus poemas han sido publicados en revistas literarias y en antologías de América Latina y Europa. Ha sido galardonado en concursos internacionales de poesía.