TRAMPA PARA CAZAR CABALLOS
en el suelo
una costra de maíz azul
sobre los granos
cae un potrillo
una espuma violeta
le corona el belfo
la hinchazón anestesia los ojos
atraviesa el barbijo
hay que quemar el aire
para evitar el contagio
la noche se ilumina
de relinchos
y no hay música
para acompañar el fuego
los caballos saben
cuando van a morir
pero no conocen
el color del veneno
De Carneada (Córdoba, 2007)
LA SUERTE DEL QUE COME
un pollo salta
va dejando sobre la arena
el rastro de sus tripas
la sombra tibia de los órganos
que insisten
cada paso lo ahueca
cuando queda vacío
huesos y plumas
cae
sobre otro pollo rendido
en un rincón del gallinero
con la cloaca del ave
todavía entre los dientes
el perro se relame
no conoce
la suerte del que juega
con la comida del amo
De Contra la locura (Quito, 2015)
COMO LOS TIGRES
En este rincón de la tierra habíamos armado el mundo: un jardín con flores y frutas y algunos animales pequeños. Creíamos que el perfume, como un alambre de púas, ahuyentaría a las fieras y a los hombres. No sabíamos nada sobre el arte del refugio.
Vinieron los tigres y los pájaros. Ahora descansan. El tiempo para ellos es abrir una naranja y ver caer el jugo entre las hojas. También llegaron los hombres. Viven igual que los tigres.
Primero el padre, después los hijos nos usan el cuerpo como una casa.
NUESTRA CASA
Ella tiene miedo de que ese señor triste con los brazos estirados clavado en la pared se le caiga en la cabeza mientras duerme.
Esta nunca fue nuestra casa, le digo. Estos miedos no son nuestros.
De Que sangre (Buenos Aires, 2019)
TABÚ
¿Será que si me cortan las dos tetas, por fin
voy a poder andar por la calle con la camisa
abierta y sin corpiño para que el aire
me bese la piel en los días de tanto calor?
No. Tampoco nos dejan mostrar las cicatrices.
INTERRUPCIÓN INVOLUNTARIA
He expulsado casi todos tus tejidos y tu sangre.
Expulsar
es la palabra que se usa en estos casos.
Aunque yo prefiero decir que te ibas yendo.
Tendría que haber juntado esos restos tuyos,
haberlos puesto en la tierra. En el jardín,
con los huesos de los perros. Pero no:
abrí la ducha y me quedé mirando
los dibujos que hacías con el agua.
No hay manera –te dije– de estar en este mundo
sin algunas partes duras.
Soledad Castresana, nació y se crio en la provincia de La Pampa, Argentina. Estudió Letras en Buenos Aires. Vivió en Colombia, en México, en Tailandia y, ahora, en Costa Rica. Ha publicado los libros de poemas Carneada (2007), Selección natural (2011), Contra la locura (2015) y Que sangre (2019). También, hay poemas suyos en revistas digitales y en varias antologías, entre ellas: Poetas argentinas 1961-1980 (2007), 53/70 Poesía argentina del siglo XXI (2015) y Antología temática de la poesía argentina (2018). Actualmente, está terminando su primera colección de cuentos cortos. Algunos de esos textos pueden encontrarse en la red.