LA NIÑA DEL ÁRBOL DE NÍSPEROS
A Marco Martos.
Quisiera, en todo, guardar inocencia
porque son mis recuerdos dulces nísperos,
ellos vuelven a la rama caída
siempre evocando frescura de niña.
¡Tan soñadora va, ahí tan alto!
y así transcurren la vida, los sueños.
Quisiera mantener por siempre sueños
lanzarme precoz a inexperta inocencia,
donde la lluvia persiste tan alto
mojando enraizado, tallo de nísperos.
Tan alegre, risueña, va la niña
meciéndose en la rama caída.
Más aún sostenida la caída
saltando, riendo, bailando sus sueños
cuando ser lluvia es ser niña,
empañando su voz de inocencia.
Brisa cautiva, como suaves nísperos
tan maduros, quizás tan alto.
Ante pétalos de tallo alto
atorados en su voz caída,
momento de florecer en nísperos
alborotando la conciencia en sueños.
Fragilidad tan pura, es inocencia,
mientras devuelve vida aquella niña.
¿Quién te sostiene pausada niña
al caer lágrimas de lo alto?
Si tomando tus manos de inocencia,
suspirando, bailando, abrazo tu caída.
Porque sueños, siempre serán sueños
y los árboles serán siempre nísperos.
En aquella casona bailarán nísperos
y con ellos también bailará la niña
colmada de tan grandiosos sueños
sin pensar, si es muy alto
ni teniendo miedo a su caída
brillará siempre, presente su inocencia.
No hay sueños de verano sin inocencia
ni rama caída tampoco de lo alto
solo la niña, tan dulce como nísperos.
ANIMAL
Me he dormido
en la alborada de tus ojos,
con la única voluntad de ver
cómo reverdecen los cuencos
pegados al ramaje de tu exilio.
Me he vuelto un tigrillo rapante
en esa oscuridad, ascendiendo
entre el sueño y el fuego
frotando la carne para no despertar
de tan perfecta trayectoria.
Lo sé, quizá sea una noche
como resonancia a mis designios,
con tus horizontes calentando la orilla.
Donde refulge el deseo,
sobrevolando entre afilados
acantilados y lisos cielos.
Deseo de tu olor
deseo de ahogar mi rencor
deseo mezclando la luz
deseo
deseo
deseo
y ese animal que yo soy.
MIENTRAS ME ALCANZA LA NIEBLA
Dormiré este otoño
olvidando mi pena,
lloverán los ríos
aguardando el olvido,
si despierto bajo el brillo de la luna,
¿dónde abriga el frío?
si cayó mi corazón vacío.
Dormiré anclada
apagando el llanto,
cerraré los ojos
abriré el camino,
tengo fe en mi destino.
Vivo ardida,
cuando dormida mi luz anida.
Dormiré bajo el arroyo
de mi piel latente,
mojaré mi sien aún ausente,
que la niebla alcanzarme no pueda
y en la rosa sus espinas mueran.
Palabras que ahuyentan y callan
fatigada, extasiada, ya no importa nada.
¿Cuánto gritan los años?
en mi propia dicha y engaño,
soy poeta del mar
perdida en un inclemente río,
despertar besando la lluvia sin miedo,
mientras me alcanza la extrañeza
de mi hilvanado desvarío.
AHÍ ESTÁN
Dónde cantan los pájaros
cuando se abren sus jaulas
que en nada se asemejan
al paso del viento,
que guía,
y llevan en su vuelo
el silencio
dónde amainan los cielos
buscando en su generoso intento
abrazar todos sus huesos
calmando el miedo y desasosiego.
Vuelo,
miedo,
miedo,
desasosiego
y más vuelo.
Ahí están,
cediendo sus cantos al alba.
LA CONDENA DE TU DELIRIO
Me encuentro nadando
en el silencio de mis pesares,
sobre costas acantiladas
aplacando mi lamento.
Piel ajena y desnuda
bajo el ruido del agua,
mojando mis manos
limpiando mis lágrimas.
Has calado en el deseo
volviéndolo condena,
aún sabiendo que
a tus labios
siempre fui ajena.
Ocultaré mi cielo invisible
en el silbido del viento,
para aparecer en las noches
y acariciarte durmiendo.
Renuncio a escondidas
a la lejanía de mi martirio,
quien escuchará mi lamento,
en la condena de tu delirio.
Ale Pastore, Seudónimo de Alessandra María Chávez Maggi, (Perú) es comunicadora social y audiovisual de profesión, poeta y artista multidisciplinaria, cofundadora de “Latidos del Alma”, organización que apunta a una transformación social a través de la poesía y la lectura. A fines de 2020, publica La distancia del tiempo, su primer libro donde reúne lo más destacado de su poesía.