21 Nov 2024

326. POESÍA MEXICANA. RAMÓN MARTÍNEZ OCARANZA

-20 Oct 2021
Poesía

 

CANTICO PRIMERO

LA FLOR DEL ODIO

 

 

La Flor del Odio clava sus raíces

en las esquinas de los círculos:

también existen tumbas

en los espejos olvidados.

 

Cuando los trenes suben

las escaleras de la muerte,

es porque las campanas;

o porque las estrellas.

 

La luna reconoce que la noche

se hizo para ver caballos muertos.

 

Porque mi corazón es un camino

de espadas y de espumas:

para que cada quién encuentre su ventana

donde llorar.

 

Las amapolas saben

que la danza termina

cuando comienza el viento.

 

Pero de nada sirve

que la raíz se vista de jaguares,

si para comprender las escrituras

no nos llenamos de magnolias.

 

(Julio 23 de 1967)

 

 

CANTICO SEGUNDO

LA FLOR DEL CACTO

 

 

La Flor del Cacto es

como los salmos

del hombre

ante su grito.

 

Cuando estallan

sus rojos sustantivos,

las maderas

se llenan de preguntas

y los números

recogen sus metales silenciosos.

 

Del corazón pueden quebrarse

las señas,

los caminos,

cuando la lluvia se propaga

para que llore el viento.

 

Jehová no sabe nada de estas cosas:

cuando David pregunta por sus enemigos,

es porque ya su arpa reconoce

que las palabras crecen con el tiempo

de un mundo abandonado.

 

En el dolor hay flores que caminan

con pianos y con tigres,

para que se recuerde que los sueños

engendran sus imágenes

y para que la rosa dé de gritos

adentro de la espina.

 

(Julio 28 de 1967)

 

 

CANTICO TERCERO

LA VENENOSA

 

 

La Venenosa,

dice la botánica,

es una flor muy bella:

su estatura

la dan los amarillos

en contrapunto verde con el negro.

 

Cada pétalo es una campana

que llega de la muerte

cuando los ángeles dibujan

tabernas,

hospitales.

 

Conoce de los páramos sombríos.

 

Lleva los verbos a sus intenciones

de lunas sin caballos.

 

Cuando nace,

camina por los ojos de los cocodrilos

para que sus aromas se congreguen

en los tallos del cáncer.

 

Los bárbaros siquiatras

desconocen

el tiempo de las flores:

quiebran sus ritmos;

quiebran sus palabras.

 

Pero lo bello da color de muerte

cuando por lo profundo de la tierra

propaga sus corolas.

 

(Julio 28 de 1967)

 

 

CANTICO CUARTO

EL CHIMALXOCHITL

 

El chimalxóchitl llega

sonando su estatura

de paloma terrestre.

 

Las lluvias me preguntan

por el silencio de sus lejanías. . .

como cuando Moisés quebró las tablas

del reino

de

la

espiga.

 

Las abejas

del tiempo

van cantando

sus arpas derribadas.

 

Nadie sabe

de dónde vienen sus alucinantes

reuniones.

 

El otoño

llena su ser

de pianos sumergidos:

para que por la noche mueran trenes

cargados de sollozos.

 

(septiembre 15 de 1967)

 

 

CANTICO QUINTO

LA FLOR DEL GRITO

 

La flor del Grito

tiene

pirámides

de sueño,

para que se transformen

las piedras

                 en

                     pa

                         la

                             bras.

 

Los corazones

ruedan

por

    las

          es

             ca

                 li

                     na

                         tas.

 

Luego viene

la danza

de los cocodrilos.

 

Y luego

danzan

las serpientes.

 

Y las palabras

quiebran

sus

espejos.

 

(Noviembre 26 de 1967)

 

 

CANTICO SEXTO

LA CUITLATLCOCHITL

 

La Cuitlatlxóchitl puede

llenarse de caballos

cuando la luna llega

pintando pianos amarillos.

 

Todos los adjetivos

muerden el ritmo de sus ataúdes:

y se queman los ojos.

 

Porque la danza de la ofrenda.

 

Porque la flor de la locura.

 

Porque con el veneno

del escarlata

enloquecido.

 

Y sin embargo es tiempo

de penetrar tabernas,

hospitales,

mundos pateados por los dioses.

 

Como también es tiempo

de conjurar el humo

de

los

ahuehuetles.

 

¿Y quién mejor que tú

para la colección de los otoños,

de las columnas

y de los sustantivos?

 

Porque los amarillos

pueden matar orquídeas

y

geranios.

 

Porque también hay lunas

en el dolor de las perfumerías.

 

(Mayo 15 de 1968)

 

 

II

 

Todo el otoño

grita

sus

venenos

de

roja arquitectura.

 

Sus espadas

cortan el sepia

de las lejanías.

 

Y ve nacer

las dulces

espumas

del

rocío,

como los mirasoles

ven

el

agua

llenarse de violetas.

 

(Mayo 16 de 1968)

 

 

CANTICO SÉPTIMO

LA APATZIKUA

 

 

I

 

El hombre es

la estatua

de

su

llanto.

 

Las raíces

buscan las tumbas

de

la

geología.

 

Porque por los caminos

llegan formas

de mitológicas

preguntas.

 

Y porque las estatuas

lloran la sangre

de

sus

jeroglíficos.

 

II

 

Hay lunas

donde se mueren

nuestros documentos.

 

Hay otoños...

 

Hay barcas

 

donde matar

orquídeas

y

geranios.

 

Las pirámides piden

raíces

para sus escombros.

 

Y las violetas

juntan

los

caracoles

del

camino.

 

Porque Kurikua-Aueri

dignifica

los

gritos

de

la

ofrenda.

 

III

 

Para que las serpientes amarillas.

 

Y para que los muertos

lloren

las

tumbas

de

sus

muertos.

 

(mayo 17 de 1968)

 

 

CANTICO OCTAVO

LA YOLLOXOCHITL

 

I

 

Crece

como caudal

de miel dormida

con música

de

alondras,

hasta llenar

la

luz

de verdes puros

que luego son

de

oro.

 

Las campanas

conocen

su

heredad

que

salmo

a

salmo

resuelven

con

la

luna,

sus intenciones

de

mitología.

 

Pero luego

se va

quedando

 

 

sola

para la arquitectura

de los pétalos

que sueñan

con palomas

y

con pianos

y

con

palabras

hijas

de

la

nieve.

 

(mayo 16 de 1968)

 

II

 

La Yolloxóchitl

llena

de aromas

los caminos

del corazón;

convierte

los lirios

en palomas;

hace brotar del fondo

del tiempo

las espumas,

y con sus blancas manos

verifica

la

música

del

ser.

 

 

Un día

los diccionarios vieron

la palabra

convertida

en

magnolia.

 

Pero el tiempo

de su extensión

formó los signos

de

las

palabras

           de

              Xo

                   chi

                        quet

                                zal.

 

(mayo 17 de 1968)

 

 

ELEGIA DE TANTALO

 

Sacamos llanto de los manantiales

para regar la vida;

porque los ríos están llenos de caballos melancólicos,

y porque nadie sabe multiplicar los cubos,

ni clausurar las puertas.

 

Ignoramos la estatura del grito

cuando por los mercados lloran

millones de violetas;

o cuando el sustantivo se derriba

con golondrinas machacadas.

 

Hay un bosque de árboles muy negros

donde las ninfas se acuestan con la muerte

para que de sus senos broten estatuas de ceniza.

 

Esto lo saben los oráculos;

pero lo callan por ignoradas maldiciones,

como si desde el tiempo de las palabras muertas

no hubieran existido.

 

Pero el Árbol de los Sueños

manan ríos de sombra

que pueden establecer imperativos

de categórica denuncia.

 

Y nada es ni puro ni sagrado

cuando los dioses determinan

nuestra mutilación.

 

(enero 18 de 1968)

 

 

ELEGIA DEL INVIERNO

 

Entonces yo trabajo los manifiestos de los bosques

donde los sepias y los grises

entran en el duelo con los amarillos.

 

Llego vestido de sultán oscuro;

rompo los lirios de los manicomios;

y penetró los túneles del miedo.

 

Y es entonces,

amor,

cuando se inicia

la biografía de los mercados

y la reunión de las pescaderías

y el mitin de propuesta.

 

Todos los años mueven millones de gladiolas

que solo vienen una primavera;

porque los grises son el puro sueño,

y por que la ciencia de las arpas.

 

En el origen de las cosas

andan las tumbas de los cocodrilos;

o las novelas de las pobres gentes

que se alimentan de claveles maltratados.

 

Pero la condición de las palabras

recoge sus metales    

y no entendemos nunca

el laberinto de los caracoles.

 

Porque las lunas mueren en la madrugada

de los marfiles

y de las herrumbres,

donde los ocres determinan

que cada quien se muera como pueda.

 

Por que soñar es un remordimiento

de hondísimas raíces

para quemar la arquitectura de las venas

y morirnos de frío.

 

(enero 20 de 1968)

 

 

DE ICARO A PERSEO

 

En el alba se llenan los candados de ropa sucia

y de piedras ofensivas.

 

Porque no cualquier Fausto puede con su Mefistófeles.

 

Y cuando Zeus estudia siquiatría

se multiplican las palabras de las columnas

y los terribles ascensores se cortan la lengua

con una navaja de mil filos.

 

Todo el ideal de la fotografía

sería captar el último gesto de amargura

de los perros que se mueren de hambre

o cuando

van pasando lo blanco de las magnolias

al amarillo de la muerte.

 

Las furias desconocen que la gran perfección está en

    los pianos

que lloran en las casas de empeño,

donde la soledad explica sus lirios invisibles

y donde cada quien puede soñar

una prefabricada circunstancia;

o le puede pedir cuentas a los dioses

para que nadie se trague sus testículos.

 

Por las heridas de los cactos brotan flores

como, las brujas pueden transformar a los ángeles en puercos

o a los puercos en ángeles;

o como los geranios lloran debajo de las escaleras vacías.

 

Cuando quemamos las circunferencias,

es como cuando el tiempo se pone a llorar por los caminos

y da gritos de loco.

 

Esto de recoger las lágrimas del mundo

para limpiar mis lágrimas,

es un secreto que viene de los jeroglíficos

que se escribieron antes de las piedras;

 

cuando la soledad del hombre sollozaba

en las novelas substantivas

del despertar del sueño de los círculos.

 

Y ser en el no ser de Ser pateado por los dioses

quieren decir que un habitante del barrio más pobre de la

     tierra

puede ser un Perseo lleno de rabia

para matar Gorgonas,

o puede ser un Ícaro para largarse con alas de petate

en busca de un planeta menos idiotizado por las brujas.

 (junio 13 de 1968)

 

Ramón Martínez Ocaranza (México 1915 -1982). Participó en los movimientos universitarios de 1963 y 1966, por lo que fue recluido en la Penitenciaría del Estado, como preso político, al lado de su esposa y otros universitarios. En los últimos años de su vida apoyó el surgimiento de la Unión de Comuneros Emiliano Zapata, encabezada por el Lic. Efrén Capiz Villegas y su esposa la Lic. Eva Castañeda. Gracias al apoyo de su esposa Ofelia Cervantes, Ramón Martínez Ocaranza logró ver publicados los siguientes libros: Al pan pan y al vino vino (1941), Ávido amor (1944), Preludio de la muerte enemiga (1946), Muros de soledad(1951), De la vida encantada (1952), Río de llanto (1955), Alegoría de México (1959), Otoño encarcelado (1968), Elegía de los triángulos (1974), Elegías en la muerte de Pablo Neruda (1977), Patología del ser (1981).

 



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