YA SON VARIAS LAS BESTIAS QUE HAN INTENTADO
apartarnos de estos retazos de hombres
y mujeres convertidos en engendros.
Se encaraman sobre las iglesias
y dicen ser parte del pueblo.
Nos han apartado de los nidos primeros del primer hombre,
de la primera mujer
y el pecado no tan original.
Son muchas fieras las que pululan
al esconderse del sol por plazas si son de ciudades,
por valles, si son de campos,
sirenas de estos tiempos por mares de febriles lenguas.
No nos esperen sumisos,
No nos quieran soterrados,
No infieran nuestros recuerdos
No expriman nuestra sensatez
No nos hagan enmudecer del miedo
Prescindan de nuestras presencias
que no nos esconderemos,
tampoco aguarden nuestros aplausos
ni nuestra espera.
¿CUÁNTAS CIRCES CABEN EN ESTA MUJER?
¡Cuánto trajinar para dar de comer de mis manos!
Nuestros hijos hambrientos raspan las bandejas
y entre sus dientes se entreven las escamas
de los peces devorados por el mismo mar
que cortejas.
La Circe que va y viene, que prepara tu viaje y tus maletas,
quien traza rutas alternativas para que llegues impune a la patria.
Te verás obligado a alabar mi amor,
a rechazar otro canto que no sean
los cantos de las bestias. Aullidos. Gritos. Alabanzas.
La Circe no amada,
quien no pudo seducir sin palidecer ante el rechazo.
Mujer que ruge ante el adiós de su amante.
La Circe moderna, de ciudad, de copas envenenadas
de rituales vigorosos para amar,
para enfrentar el rigor de las vallas luminosas
en las paredes de negocios vacíos.
La hechicera encantadora, que se aferra a su condición de ser mujer
y saca de la inmundicia a los aduladores de cínicos tiranos,
los convierte en cerdos y caen ante su encantamiento.
Esta Circe que se niega a dejar impune a los traidores,
que mantiene intactos los ovarios para reclamar,
hurgar las pocilgas para encontrar la cárcel
que supone esta isla,
la cárcel falsos ídolos,
la cárcel agua, la cárcel viento,
la cárcel atiborrada de difuntos,
la cárcel santuario, la cárcel censura,
la cárcel hambre,
la cárcel urna, la cárcel cementerio.
La Circe profunda, centinela de la noche
y sus inquietudes, la mujer sabia,
mujer mujer por sobre todas las cosas.
Espina dorsal de cada transformación,
la furia de cada una de tus pesadillas.
VINE YA PREÑADA AL MUNDO
Desde otra galaxia
Encubierta para que nadie reconozca mis hechizos
ni temieran mi vestimenta estrafalaria.
Que nadie vea en mi pupila
las escenas de hombres enfermos de poder
y ruines batallas que siglos después en tu nombre, hijo,
se cantarían.
Esparcí el polen que de mis dedos salió
y di de amamantar a los gigantes que iban naciendo de mi vientre eternizado.
Nadie fue a socorrerme cuando aquella noche paría al primero de mis miles y millones de hijos.
Fui primeriza y nació varón como vaticinaban los oráculos.
Vino sentado y dolió verlo crecer
tuve que amamantarlo con los pechos adoloridos.
Luego vinieron las hijas
trajeron el vientre limpio
para también procrear porque yo sola ya no daba a vasto.
Ya no supe cómo parar.
El mundo había devorado a los neonatos,
La madre aún llora.
Yankilé Hidalgo (Cuba). Vive hace más de 20 años Ecuador. Es profesora de Lengua y Literatura. Autora de la letra de dos canciones seleccionadas para participar en Lo Zecchino D´Oro, Bologna, Italia “Canzone indigena” (2002), “Verso l´aurora” (2012). Es autora de la novela Nostalgias de un rey sin corona (2009) y del poemario Para nada inocente (2017). Sus poemas forman parte de varias antologías poéticas.