HALO A CONTRALUZ
I
Con mis hojas de luz
hice un cántaro para enjugar
las lágrimas de cera,
esas que a escondidas
dejaste besar el contorno de tus labios,
balas que ni en vida ni en muerte
acallarán tu esencia
niebla
y claridades.
Entre mis manos
sostengo la luz,
camino en la latitud de las montañas
y custodio un fardo
con tus palabras predilectas,
luces heridas
por el verbo
y por la tinta.
Descansa por siempre,
el cielo ha dibujado mil renglones
a la espera de su sierva.
Sol de soles,
halo de Luz,
incienso del bosque,
ángel errante
en orfandades
y sin plegarias.
II
Sumergí mis manos
en las profundidades de tu tierra
para sacar
entre rizomas y virutas,
tus huesos temporales
y proscritos.
Una a una sacudí las piedras,
revolqué entre archivos,
ficheros
y la flor de tu pañuelo.
Escarbé bajo pastos
y sueños
por la calle Río Neva
tus cartas
y tus últimos poemas.
Hurgué el arsenal de tus símbolos,
y desvestí los corchos
que dejaste en la bandeja.
Todo eso
por lograr cumplir mi sueño
de llevar tu corazón de piedra en flor
al osario de ángeles
que van a la deriva.
Pero me dijo la oruga
que tus huesos ya eran
mariposa
sobre el rebozo
de las flores del jengibre.
III
No mires atrás,
el bosque amorfo
pronto encontrará
la oscuridad
de su próxima morada.
Su camino ha de ser
tormenta de alfileres
y huracán sin latido.
Los hombres
nunca podrán habitar la Luz
cuando tan solo sembraron
orfandad en los barrancos,
en los niños y sus parques.
Han de gravitar
como sombras de mala hierba
sobre los espejos huecos.
Vagarán junto a las lenguas del norte
que con sorna reprendieron
el rito que erigimos
con la ceniza viva del poema.
YO, LA REPATRIADA
I
Fui paloma migratoria,
sustraje de cada puerto
un puñado de tierra
y descifré con mis dedos
el principio de todas las cosas.
Así pude desprenderme
de lo material
y de la ortiga
que desasosiega la carne.
Obedecí a la pobreza
y al ayuno.
La palabra fue la conciliación
de aquel tránsito vacío,
exasperado
por llenar sus cavidades
con la luz
de las cuatro virtudes cardinales:
prudencia,
justicia,
fortaleza
y templanza.
Exhumé lo esencial,
entendí
que mis esquinas
solo Dios puede contarlas,
que en la tierra se quedarán
los pedazos de mi piel,
desde siempre mancillada
por el péndulo roñoso,
oscilación
obstinada y majadera
que no logró mutilar
el resplandor
de mi destino
implacable.
II
Renuncié
a dioses
y demonios,
me convertí en palabra
creadora de mí misma.
Tracé la poesía con el óxido del fuego
y la humanidad
liada en las costillas.
No requiero de profetas,
sino de mí misma,
este paso por la tierra
lo llevaré aquí adentro.
Debo partir,
el Cosmos
se ha sentado en la ventana,
escucho lúdicas voces,
ellas claman mi ascenso,
la lámpara está lista,
alumbraré
lo visible
y lo invisible.
Ya el Cosmos se ha puesto en pie
para abrazarme en el canto,
me iré
como una grulla,
atrás dejo
la belleza de la flor
del árbol y la hormiga.
Solo cargaré un listón
con mi verbo urdido
de poesía.
Monthia Sancho Cubero. Poeta, periodista y educadora costarricense. Laboró en el diario nacional La República como redactora y editora. También trabajó en diferentes periódicos alternativos y revistas internacionales. Directora y fundadora de Estucurú Editorial. Preside La Academia Norteamericana de Literatura Moderna Internacional, Capítulo Costa Rica. Su obra ha sido traducida al inglés y al italiano, aparece en diversas antologías de Costa Rica, de España y Estados Unidos. Ha publicado los libros de poesía: Palomas de grafito (2015), Trance (2017), El rastro de la grulla / The Crane’s Trail (2019).