18 Abr 2024

351. POESÍA CUBANA. MAGALI ALABAU

-12 Dic 2021

 

PALABRAS

 

¿Y cómo cuidar las palabras?

Cuando miro el suelo, está roto,

sin reparar, y aunque lo repare

sigue rompiéndose.

Todo se rompe.

Aunque lo cuides

se rompe.

La planta de salvia

se rompió mientras yo limpiaba.

Ahí cayó sin fuerzas.

 

El papel está roto y contiene palabras.

Si una rompe el papel rompe las palabras

que tengo acumuladas.

Se desbordan de mi cabeza.

Salen de la garganta,

llenas de musgo y hierro.

Por la noche se precipitan

y dicen algo así como

que soy capaz de dar trompadas,

de tirarme al piso en el centro de la fiesta

y preguntarte:

Puta, ¿dónde estabas?

Las palabras salen y qué hago.

Hace tiempo que existo entre cosas rotas.

No puedo desecharlas.

No tienen sustitutos.

La mesa está rota.

La silla apenas me sostiene.

No cuento con palabras.

Salen desesperadas,

agrestes,

rompiéndose.

 

 

EN EL MAR

 

En el mar los locos flotan.

Los secretos del mar les pertenecen.

A veces algunos regresan a sus pueblos

como peces,

algas de mar,

corales.

Los locos conocen los secretos

del mundo lleno de mordazas.

En el viaje se les muestra

el origen de las cosas,

el de las tijeras y el cuchillo.

Hablan con las rocas

y el viento les contesta.

Ven puentes y ven muertos.

Observan procesiones,

a veces profetizan.

Mi hermana

me hacía señas.

Quieta, miraba la ventana,

hablaba con las calles.

Advertía con sonidos guturales

la llegada de seres de otro mundo.

 

No comía.

Aullaba como un lobo.

Me pasaba su lata vacía,

su taza sin agua,

pidiéndome, sonreía.

Es de noche, no puedo.

Es de día, no puedo.

Tendrá que dejarse morir

para salir de esa jaula.

Los insectos la consumen.

Tiene una bata blanca

color fango y en cuclillas

se reclina sobre el lodo.

 

La visito los domingos.

En la comisura de sus labios

una leve espumilla se dibuja.

La recogieron una tarde.

Gritaba que no se la llevaran.

En la cama del recinto

perdió el habla,

la movilidad.

La visten, le dan de comer,

la bañan cuando pueden.

La peinan.

 

 

LAS CAJAS

 

Las cajas guardan

momentos que no terminaron.

En estas cajas que no me atrevo a tocar

se han reunido cuentos y novelas,

poemas, lápices y plumas

que no pudieron seguir contando.

Cada vez que decido poner fin

a la tal caja

y me encuentro un libro,

o una hoja de papel,

me tiro en el sofá

y me hundo en la almohada.

Cada día que intento deshacerme de las cajas

los recuerdos salen mascullando palabras.

Gestos reaparecen con sus vestidos de ayer

y sus peinados.

En la caja, en una esquina,

hay uno de esos que nunca tuvo vida,

malogrado,

que no quise atender,

y dejé atrás a propósito.

Dentro de la caja

aún está esperando

Cada día estoy lista para mudarme.

Me miro en el espejo abandonado.

Todavía me falta poner en orden los papeles.

El espejo me devuelve páginas borrosas.

Le gritas al espejo:

Quiero juntar los papeles.

 

 

HÖLDERLIN

 

Cuando uno traspasa

y encuentra el número de suerte,

el 21,

uno se prepara para el tiempo

entre la enfermedad y el último suspiro.

A veces la providencia,

dioses diversos y sagrados

dan zarpazos, un accidente,

una muerte en la calle,

brusca e inexpresiva.

Otros actos que dicen de Dios:

la avalancha de nieve que te entierra

o un puente que se parte en dos

mientras contemplas el río Necker.

El desprendimiento,

¿cómo será?

¿Noble,

de batalla

o grotesco?

¿Debo hacer reverencias

como el poeta de Nürtingen?

Suabia, suave, suavísimo.

No sé dónde estoy.

¿Allá o acá?

Sus gestos convulsos,

sus postraciones intensas y frecuentes.

¿Desde la muerte

tener miedo a la muerte?

Sobrepasa a la mueca y recita en voz alta.

Grita y acusa.

discute con sí mismo.

De arriba abajo,

de abajo a arriba.

Sube y baja la escalera.

La noche de las escaleras.

No quiere que le lleven libros.

Se ha acostumbrado a los que tiene.

Cuesta deshacerse de una vida.

Objetos, papeles, libros,

cuadernos que ahora están regados

en cualquier esquina.

Una pira,

los bomberos.

Sagrado viaje.

“Sí, desde lejos,

aunque separadas.

 ¿No me reconoces todavía?”

 

Pasea con los ojos

por detrás del cristal de la ventana.

Abruma con sus monólogos.

Se justifica, se arrepiente, pide perdón.

Hace reverencias y mendiga.

Vuelve a la ventana,

sin moverse,

cruza el puente del pueblo.

Da vueltas y más vueltas

por la rotonda,

redondez del universo.

Nombra países que no existen.

Inventa lenguajes, habla a sus otros.

Quienes lo cuidan,

a veces son amorosos,

otras veces lo empujan.

El carpintero y su esposa

se ríen de su incoherencia

—Ponte las botas.

—No las encuentro.

Las han escondido.

¿Real Majestad le gusta mi peinado?

Vuestra Señoría es el carpintero

y su esposa, la Amabilísima Reina.

No se levanta y cuando lo hace

es para arrancar las hierbas malas del jardín.

De cuajo las arranca

y las esconde en los bolsillos.

Cuando vuelve a la casa

parece un árbol desprendido,

un abrigo invernal en verano

repleto de tierra y de pequeñas ramas.

Las coloca en su lecho y duerme con ellas.

A su trastorno

lo nombran enfermedad del alma.

Mira al piso y ve una araña

de patas zancudas.

Que se esconda entre las cajas,

que encuentre refugio en algún libro.

 

Noche descifrada entre cartas,

y olor a sándalo.

La luna,

emerge de sombras apresuradas

como los amantes al encuentro.

No hay desolación.

La claridad plateada

intensifica la ferocidad del animal salvaje.

Celebra su libertad.

Yo camino sin estremecerme

ante formas terribles.

Me reconcilio con la vida desde la noche.

Al principio no duermes,

el cuerpo poco a poco se disipa,

desgastado, habla,

y la palabra es una rama febril

que no encuentra su árbol.

La noche se asienta,

crece con los años.

Noche verdadera

de luna y magia.

Las sabias lechuzas

y los magistrales murciélagos

van de dos en dos.

Hölderlin susurra:

la noche me pertenece.

 

 

EPÍLOGO

 

Para el final del poema

ninguna palabra sirve.

Para el final,

nada sirve.

La fiera conoce

el trueno que apunta

a la garganta,

la hiere de muerte.

 

Se lo dije a ella

que me asediaba con versículos

de Génesis y Samuel.

Tenía ojos azules untados

de mascarilla ocultando la enfermedad.

Todos traían paraguas negros al comedor.

Y es que mientras ellos engullían

mi lengua los asaltaba

porque rezaban y pedían milagros.

Les hice el cuento del paraíso

cercado con alambre de púas.

La serpiente verde con hojas de salvia

en cada eslabón de la vida.

La serpiente que como la lluvia

penetra la tierra y rebota en el pavimento.

 

Imágenes perdidas en alguna de mis cajas.

Madre verde, madre gris, me amordazas.

Cuando mi cuerpo posea escamas como el tuyo,

nos reconciliaremos.

El principio y el fin,

en el medio y en el entrecorte

emergiendo de la materia oscura:

Madre, la Madre, yo,

encerrada en ella

renunciando al entendimiento.

Hay palomas que se pasan el día

repitiendo el mismo sonido,

buscando la salida,

la puerta de la liberación.

Ahí tú, con rostros diferentes.

Tientas y sucumbo.

Antes de irte, me golpeas,

me callas y si pudieras

arrancarías mi voz.

Una sin madre no vive.

Una sin amor agoniza.

Una termina en salas

de veredictos y acusaciones,

mientras dentro se oye una melodía

que yo quisiera cantar como la paloma,

notas tan dulces

que nunca saldrán al aire,

que quedarán en mi cuarto.

 

De Ruinas, Ediciones Deslinde (2021)

 

 

Magali Alabau (Cienfuegos, Cuba, 1945). Considerada por la crítica como una de las más importantes voces de la poesía cubana contemporánea. Reside en New York desde 1966. Hasta mediados de los 80 desarrolló una amplia carrera teatral, y tras retirarse del teatro comenzó a escribir poesía. Obtuvo el Premio de la Revista Lyra (New York,1988), la Beca Oscar B. Cintas de creación literaria (1990-1991), y el Premio de Poesía Latina (1992) a su libro Hermana por el Instituto de Escritores Latinoamericanos de New York. Sus poemas han aparecido en revistas y antologías en Estados Unidos, Cuba, Europa y América Latina. Entre otros ha publicado los poemarios: ElectraClitemnestra (1986), La extremaunción diaria (1986), Ras (1987), Hemos llegado a Ilión (1992), Liebe (1993), Dos mujeres (2011), Volver (2012) y Amor fatal (2016).



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