10 Dic 2024

55. "EL AGUA ROTA" POR IBÁN DE LEÓN. ESTACIÓN GENTUZA DE LUIS FLORES ROMERO

-21 Feb 2022
Crítica

 

"EL AGUA ROTA"

por 

Ibán de León

 

ESTACIÓN GENTUZA DE LUIS FLORES ROMERO

 

 

Luis Flores Romero (Ciudad de México, 1987) es probablemente el poeta joven que mejor domina los engranes de la métrica en México. Su poesía, una búsqueda melódica constante, asienta sus raíces en el verso de corte tradicional (heptasílabos, octosílabos, eneasílabos, endecasílabos, alejandrinos), de tal forma que su propuesta estética intenta romper, a partir del ritmo, los cánones establecidos del poema. Hay una postura lúdica que indaga en las posibilidades de lo sonoro, como un infante que, fascinado, desarticula el juguete preferido intentando descubrir los mecanismos secretos que lo animan. Este trabajo con la musicalidad, sus tentativas rítmicas, aunado al humor ―un elemento poco común en el paisaje de la poesía mexicana―, vuelven a Flores Romero un poeta peculiar.

Hasta ahora, tengo la impresión de que el punto más elevado de su trayecto, después de una extensa travesía por las pendientes del verso, lo ha alcanzado en Estación gentuza (UAZ, 20018), libro que ofrece un horizonte pleno de posibilidades para emprender otras rutas: hay aquí una voz reconocible, que distingue al autor del resto de sus contemporáneos. En él, Flores Romero se atreve incluso con la rima, un recurso escasamente utilizado en la poesía actual y a menudo mal visto:

 

Ahora la sequía se deshace

y de repente nace un agua densa

que adoro y hago intensa porque anhelo

saber si estás en celo, devorante,

volcánica, abundante, complaciente,

con un río creciente de lascivia,

y un cuerpo que se entibia, se desata,

y un sexo que dilata su contorno,

y en tu interior un horno que despierta

para abrirme la puerta de tu aroma.[1]

 

La rima consonante entre el endecasílabo y un heptasílabo dentro del endecasílabo siguiente (el patrón se repite a lo largo del texto), crea una extraña y sorpresiva musicalidad que revitaliza esta figura. Más allá del dominio evidente de la técnica, Luis Flores Romero posee, como sucede con casi todos los poetas, un universo espacial íntimo y recurrente. En su caso es la ciudad, específicamente la Ciudad de México, determinada por el color gris: cielo, edificaciones, aire, personas, etc.

En este sentido, Estación gentuza despliega un álbum de personajes propios de la urbe (vagabundos, oficinistas, faquires rompevidrios), los cuales se desplazan por sitios comunes y concurridos (el metro, taquerías, banquetas), es decir, estamos ante una suerte de retratos de lo que suele llamarse el barrio: la de Flores Romero podría definirse como una poética de lo chilango, que indaga en zonas, más que marginales, yo diría que cotidianas de la ciudad (todo está a la vista y para constatarlo no hay más que plantarse en cualquier esquina):

 

Precaución: el hombrecalle tiene las pisadas ásperas.

Lugar de origen: una tarde fragmentada. Profesión:

caminador de vidrios rotos. Pertenencias:

 

vidrios rotos. Situación: de calle. Malviviente: sí.

La situación es un doliendo vida en situación de calle,

rasposo por los pies y pisavidrios en el metro. Calle:

 

sala de dormir. Vagón: cubículo del piesangrando.[2]

 

El humor, mencionado líneas atrás, es un elemento vital en la obra de Luis Flores Romero ―como puede notarse en el par de fragmentos citados―. No obstante, bajo la superficie de la risa y el juego, de esa algarabía de feria propia de la ciudad, se asoma el rostro de la tristeza. “Grisoló”, tal vez el poema más bello y emblemático del libro, lo ejemplifica puntualmente:

 

Cada vez que Grisoló se acerca a un árbol,

hay tres explicaciones: o lo abandonó la enamorada,

o el baño está ocupado, o quiere ser columpio.

 

[...]

 

Ya está bailando el desgraciado Grisoló:

le urge desaguar o desahogarse o despedirse.

Que se aguante: no hay árboles psicólogos,

 

ni hay árbol que le dé permiso de levantar la pata,

ni menos hay un árbol

que pretenda usar a Grisoló como corbata.[3]

 

Debido al tratamiento del verso y al humor que se desprende de cada poema, los personajes de Estación gentuza ―compendio de fracasados, grises desposeídos, cuya tristeza está mediada por el hambre, la falta de sexo, los defectos físicos, la pobreza y, sobre todo, la soledad― no provocan conmiseración sino ternura: la genuina ternura nacida del amor por una ciudad, singular e íntima, que el poeta evoca como se evoca la casa de la infancia.  

 

[1] Luis Flores Romero, Estación gentuza, Universidad Autónoma de Zacatecas, Zacatecas, 2018, p. 75.

[2] Ibid., p. 27.

[3] Ibid., pp. 21-22.

 



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