21 Nov 2024

58. TRAS LOS RASTROS DE UN CORPUS SEROPOSITVO: VIH Y SIDA EN LA POESÍA COSTARRICENSE. RONALD CAMPOS

-11 Abr 2022
Crítica

 

ANTE LAS DUDAS, EL EXAMEN

 

Según la Organización de las Naciones Unidas en 2017 36,9 millones de personas vivían con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH); 21,7 millones tuvieron acceso a terapia antirretroviral; alrededor de 1,8 millones de personas contrajeron el virus; y 940 mil murieron por causa de enfermedades relacionadas con el síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida) (ONU, 2019). En su informe de 2017, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH y el sida (Onusida, 2019) afirma que América Latina, el Caribe y el África subsahariana son las regiones donde vive la mayoría de personas con VIH. En el caso particular de Costa Rica, para 2017 se reportaron 1100 nuevas infecciones de VIH en personas entre los 20 y 34 años de edad, 13000 personas con VIH y una disminución en la tasa de mortalidad por complicaciones relacionadas con el sida: desde un 3,5% de 2005 hasta un 2,9% por cien mil habitantes (Ministerio de Salud de Costa Rica, 2017). Estos datos confirman que el VIH y el sida siguen siendo uno de los problemas de salud más importantes en las sociedades actuales (Robles y Granados, 2018).

Según Parys (2012), la literatura hispanoamericana que trabaja el tema del VIH y el sida se ha desarrollado lentamente. El primer texto que lo tocaría, pero de manera brevísima, es la novela Colibrí (1984), del cubano Severo Sarduy (Meruane, 2012). No obstante, el número de textos, sobre todo narrativos, relacionados con esta temática se incrementó durante los años 90, aunque sin alcanzar la cantidad de producciones registrada en Norteamérica. Poe (2015) también insiste en esta idea de que la producción narrativa sobre las vivencias del sida es profusa en Europa, Canadá y Estados Unidos. Parys (2012) además señala que, en aquellos años, tales textos hispanoamericanos no se dieron a conocer lo suficiente ni la crítica literaria les prestó la atención que, por ejemplo, hoy sí han recibido (apéndice N°. 1).

En contraste con esta producción narrativa y su reconocimiento a partir de los 90, hay que decirlo: fue el género poético el que por primera vez exploró y abordó mayormente ideas y realidades en torno al virus y el síndrome, aun superiormente al caso aislado que constituye Colibrí. Rodríguez Matos (1995) señala que entre 1985 y 1990 se publicaron al menos 14 poemarios, los cuales de manera parcial o total respondieron a la epidemia. Dentro de los primeros en 1985 se encuentran El libro de la muerte, del portorriqueño Manuel Ramos Otero; varios poemas de Ya vas, carnal, de los poetas chicanos Rodrigo Reyes, Francisco Xavier Alarcón y Juan Pablo Gutiérrez-Sánchez; varios de Un testigo fugaz y disfrazado, de Sarduy; y “Poema a Víctor”, en …y otras desgracias, de la portorriqueña Luz María Umpierre-Herrera. Poco a poco, los estudios literarios les han dado espacio y visibilidad a algunos de estos textos poéticos y a otros más (apéndice N°. 2).

Ante aquel panorama mundial y regional del VIH y el sida ‒sobre todo cuando hoy la epidemia está por cumplir en Occidente su cuarta década‒ y ante los estudios literarios hispánicos acerca de la narrativa y la poesía sobre dicho virus y síndrome, cabe preguntarse: ¿cuáles son las producciones literarias costarricenses que tratan esta temática? Y ¿de qué manera ha abordado la crítica literaria esta producción o parte de ella?

Según Rojas (2015), el VIH y el sida pocas veces han sido estudiados en esta literatura: el silencio en torno a este virus y síndrome es prácticamente generalizado. Quizá se deba al impacto que, como se verá en el capítulo V, desde la década de los 80 las formas de conceptualizar y representar en Occidente el VIH y el sida, la derecha costarricense influenciada por el reaganismo y las élites epistemológicas nacionales instituyeron culturalmente a través del discurso biomédico, el poder social de la prensa, y la represión policial y política al asociar el VIH y el sida con la población homosexual (Schifter, 1989; Quesada, 2013; Jiménez y Bahena, 2017). Este control interno ‒en términos foucaultianos‒ de las instituciones estatales permitió identificar y excluir el agente patógeno dentro de la sociedad paternalista costarricense de manera tal, que su saber-poder todavía hoy se reproduce en el ámbito nacional. “Al hablar del Sida y el sexo […] la sociedad se enfrenta con dos tabúes: el de la promiscuidad y el de la homosexualidad” dice Schifter (1989, p. 97). Quizá estos tabúes, más aquel escenario nacional de los 80, continúan impidiendo aún en estos días a algunos escritores costarricenses componer sobre el tema y a sectores de la crítica literaria aproximarse a la literatura VIH-positiva.

En esta coyuntura, no obstante, se han generado estudios académicos, especialmente sobre la narrativa; a saber, sobre el cuentario Tiempos del SIDA. Relatos de la vida real (1989), de Myriam Francis (Rojas, 2019c); la novela Paisaje con tumbas pintadas en rosa (1998), de José Ricardo Chaves (Coto, 2007, 2009; Obando, 2008; Quesada, 2013; Poe, 2015; Chacón, 2016; Rojas, 2019a, 2019c); los cuentos “Carpe Diem” y “Antes y ahora”, del cuentario Cara de santo, uñas de gato (1999), de Alfonso Chase (Fernández, 1999; Carrasco, 2003; Rojas, 2019b, 2019c); y “A él”, del cuentario Cartas a hombres (2018), de David Ulloa (Rojas, 2020a). Con respecto a la poesía, el número es menor: se reduce apenas a un comentario de Carrasco (2003) sobre dos poemas ‒de los cuales ni siquiera menciona el título‒ de Jardines de asfalto (1994), de Chase; y el estudio de Rojas (2015) sobre “La transparencia del sidoso” (2013), de Ronald Campos.

Los alcances y limitaciones de estos estudios se presentarán en el capítulo II; sin embargo, a partir de estos antecedentes, nace la inquietud de saber si existen otros textos nacionales, específicamente poemas, que aborden el VIH y el sida, sus realidades, metáforas, símbolos, identidades y discursos. Partiendo de dicha inquietud, se inicia una exploración tanto del poemario de Chase mencionado por Carrasco (2003) y otros suyos publicados entre 1982 y 2018; así como de la antología Poesída (1995), de cuya existencia se tuvo noticia a través del artículo de Kuhnheim (2003). Como en esta se encontró un poema de Laureano Albán, se procedió a revisar la producción poética de este autor en busca de algún otro texto; sin embargo, no hubo más hallazgos. En aquella misma antología, aparece un poema de Yesenia Casares. De inmediato, se rastreó su producción; no obstante, se halló que este es el único texto publicado de dicha autora. Por otra parte, se revisó La mosca en la cortina (2017) y los dos poemarios anteriores a este de Pablo Narval, ya que se tenía noticia sobre la existencia de un poema sobre el VIH en el primero. Igualmente, se repasaron los estudios de Carrasco (2003), Coto (2007, 2009), Obando (2008), Quesada (2013), Poe (2015), Chacón (2016) y Rojas (2019a, 2019b, 2019c); pero ninguno ofrece referencia a algún otro poema. Aunque Rojas (2019c) menciona a Myriam Francis como poeta, se descarta su poemario Junto al ensueño por ser de 1947. Luego, se examinó Breve historia de la literatura costarricense, de Quesada (2012); y 100 años de literatura costarricense, de Rojas y Ovares (2018), en busca de referencias a otros poemas. Sin embargo, tampoco se encontraron resultados. Posteriormente, se revisaron poemarios, antologías de poesía costarricense contemporánea, blogs y revistas electrónicos, y se tomaron en cuenta referencias dadas por lectores. Gracias a estas fuentes, se encontraron siete poemas que, como se examinará en el apartado 3.4 de este capítulo, no llegan a ser realmente VIH-positivos tan solo por mencionar secundaria o tangencialmente al VIH o al sida. No obstante, se tomaron estos textos como razón para revisar las producciones poéticas de estos autores y, aun así, no se hallaron otros textos. Finalmente, gracias al Licdo. Jeifer Ureña, se tuvo noticia sobre la existencia del poemario El libro de los malos tiempos (2015), de Felipe Granados (1976-2009), volumen que recoge dos poemarios póstumos de este autor: Pop y Los 99 nombres de Dios. En este último se encontraron especialmente cuatro poemas que podrían interpretarse a la luz del tema por analizar aquí.

En definitiva, gracias a las coordenadas y diagnósticos positivos de esta revisión bibliográfica, se localizaron diez poemas más, que sí abordan de manera central la temática del VIH o el sida. Tales poemas son prácticamente desconocidos para los lectores y la crítica literaria. Sobre ellos no existe hasta el momento ningún estudio literario sistemático ni crítico.

 

HORIZONTE DE EXPECTATIVAS

 

A partir del vacío descrito anteriormente, esta investigación se propone, inicialmente, dar a conocer el corpus lírico VIH-positivo encontrado: el poema “XIV”, del apartado “De las cenizas del Ávila” en El tigre luminoso, de Chase (1983); “Infección”, “Pensión Arcadia” y “Abstinencia”, en Jardines de asfalto, también de Chase (1994); “Campanas en la sangre (El SIDA)”, de Albán, y “[Alguna tarde]”, de Casares, publicados en Poesída, antología de Rodríguez Matos (1995); “La transparencia del sidoso”, en Mendigo entre la tarde, de Campos (2013); “La bestia”, “En respuesta a la mantis de Watanabe”, las partes “IV” y “VI” de “Diario de odio”, en Los 99 nombres de Dios (2015), de Granados; y “Cante jondo a Ronald Campos”, en La mosca en la cortina, de Narval (2017).

Como se ve, el VIH y el sida han sido motivadores estéticos en la poesía costarricense, a pesar de que el corpus sea aún escaso. No obstante, estos doce poemas se pueden considerar, como diría Rodríguez Matos (1995), una respuesta poética a la crisis provocada por el virus y el síndrome. De ahí que este estudio, en segundo lugar, se plantee una aproximación hermenéutica y correlativa, así como parcialmente exploratoria, de esta serie literaria de la poesída costarricense.

¿Por qué se dice que esta es una investigación parcialmente exploratoria? Como se demostrará en el capítulo II, más allá del artículo pionero de Rojas (2015) sobre “La transparencia del sidoso”, no existen aproximaciones científicas ni metodológicas que profundicen realmente en los poemas “Campanas en la sangre (El SIDA)”, “[Alguna tarde]” e “Infección”. Esta investigación pretende, por ende, saldar ese vacío y ofrecer análisis sobre las representaciones del VIH y el sida, la construcción de las identidades y las implicaciones ideológicas no solo de estos tres textos, sino también de los otros poemas de Chase, Granados y Narval, los cuales no han sido objeto de estudio previamente.

Esta investigación, pues, parte del problema: ¿cuáles son las representaciones del VIH y el sida en el corpus seropositivo de la poesída costarricense, publicado desde 1983 hasta 2017? A raíz de esta interrogante, surgen los subproblemas: ¿Cuáles son las construcciones de las identidades presentes en estos poemas? ¿Cuáles son las implicaciones ideológicas de las representaciones del VIH y el sida y las construcciones de las identidades en el corpus? ¿Cuáles similitudes o diferencias se pueden establecer entre los poemas de este corpus con respecto a las representaciones del VIH y el sida y las construcciones de las identidades?

Este estudio consta de once capítulos además de esta introducción. En el capítulo II, “Desde la narrativa VIH-positiva hacia la poesída en Costa Rica”, se presenta una síntesis referencial de las críticas literarias existentes hasta el momento en relación con algunos textos narrativos y poéticos VIH-positivos costarricenses. A partir de este capítulo se podrá visualizar, por un lado, la ubicación y profundidad de este estudio en el panorama de la crítica acerca de la literatura VIH-positiva costarricense; y, por otro, la relevancia y novedad tanto literaria como política.

En el capítulo III, “La anunciación de un mundo apocalíptico”, se comienza con el análisis del texto fundacional de la poesída costarricense e hispánica: el poema “XIV”, de Chase, y la (re)presentación que hace de la pandemia del sida como causante de la descomposición social y la destrucción del mundo a finales del siglo XX. Durante el análisis de este poema, se destaca la innovación simbólica de los “líquenes”, se presenta el nuevo término de macrounidad y se comienza a demostrar su operatividad teórico-metodológica[1].

En el capítulo IV, “La estigmatización de una enfermedad”, se analiza, a partir del poema “Infección” (también de Chase), la concepción del sida como enfermedad y su estigmatización, a medida que se (re)afirman la mitología homofóbica-sidafóbica; y las metáforas apocalíptica, religiosa, botánica-arbórea y militar del sida, con el fin de construir al sidoso en cuanto que enfermo, representante de la peste y corruptor del orden social sano. Se destaca la innovación simbólica del “árbol”. El análisis permite dar a conocer el concepto teórico-metodológico de marco existencial.

En el capítulo V, “De pensiones-naciones-morideros”, se profundiza en “Pensión Arcadia”, del anterior autor, con respecto al retorno de la diáspora VIH-positiva de su sexilio, la apertura de intersticios y la configuración de heterotopías como espacios necesarios dentro de las naciones para que los sidosos permanezcan en cuarentena física y discursiva, lejos del cuerpo social sano y salvo, hasta que fallezcan. La pensión termina siendo un ejemplo paradigmático de espacio disfuncional, contraespacio y espacio abyecto del no-ser.

El capítulo VI, “Abstinencias corpopolíticas”, está dedicado al último poema de Chase: “Abstinencia”, en el cual el hablante lírico enuncia distintos gestos ideológicos con respecto a la abstinencia. Dichos gestos permiten profundizar en la historia local del VIH y el sida, marcada por la colonialidad. Ello permite comprender, a la luz del poema, la biopolítica-necropolítica manifiesta en Costa Rica, entre 1985 y 1999, respecto de la nacionalización de la crisis sanitaria del virus y el síndrome. A partir de estos mismos gestos ideológicos del hablante lírico, se propone un nuevo término: el régimen del progreso, ya que este poema de Chase constituye el primer contradiscurso en la poesída costarricense frente al poder insidioso del habitus sidafóbico nacional, latinoamericano y mundial.

En “Empatía, compasión y amor: claves para un proyecto humanitario en el tiempo del VIH y el sida”, el capítulo VII, se analiza “Campanas en la sangre (El SIDA)”, de Albán. Este texto constituye un contradiscurso, cuyo lenguaje poético contribuye a instaurar el régimen del progreso, proponiendo un proyecto encaminado a compensar la unilateralidad de pensamiento y discurso del habitus sidafóbico, mediante un proceso de sanación alquímica del sujeto cultural. Dicho proyecto busca, así, neutralizar prejuicios, estigmas y sesgos culturales con respecto al VIH, el sida y la muerte; eufemizar simbolismos negativos asociados a la sexualidad, identidad de género y erotismo de los sujetos VIH-positivos; declarar moralmente la generalización e indeterminación sobre el VIH; apelar, desde una postura humanista, a la empatía, compasión y amor; invitar a comprender impasiblemente el VIH y el sida. Este poema evidencia otras identidades que surgen en los procesos de subjetivación vinculados son el virus y el síndrome. Además, se ofrecen dos nuevos conceptos teórico-metodológicos: los de marcos causales y de finalidad.

El capítulo VIII, “El reconocimiento literario y político de las mujeres y madres VIH-positivas”, comprende el estudio de “[Alguna tarde]”, de Casares. Este constituye el primer poema dentro de la poesída ‒y aun de la literatura VIH-positiva‒ costarricense en darle voz a una mujer con estado serológico positivo al virus. Gracias a la enunciación y actitud de esta hablante, se simboliza y se metaforiza innovadoramente el VIH y su realidad como una “crisálida agreste”; aun así, se deconstruye todo pesimismo y atributo negativo del virus. La hablante lírica da un paso fundamental al resistirse a la sidentidad infectada y comprenderse a sí mima ya no como un ser-para-la-muerte, sino como un ser-en-el-VIH. De modo que a partir de su actitud y ejemplo vital se propone hablar de otro nuevo término: el régimen de la oportunidad.

“Páginas de un diario terminal” es el título del capítulo IX. En este se analiza la muestra poética VIH-positiva de Granados, a fin de establecer cómo se desarrolla la lírica terminal asociada al sida. En este desarrollo se observa la construcción de imágenes de descomposición, imágenes médicas e imágenes retrovirales que configuran el retrato enfermo del sujeto lírico, su sidentidad infectada y su miseria de posición. La colonialidad en que este sujeto vive durante su fase terminal coopera nocivamente con la disolución y nadificación del yo, al relativismo de la existencia como intento de (sobre)vivencia y con la asunción de la abyección y el desierto terminal; aunque también, a modo de contraefecto, y una sola vez, se observe la aparición del régimen del progreso. El análisis se ve sustentado principalmente por los conceptos de lírica terminal de Kamenszain (2000) y algunas tipologías poéticas del sujeto según Mora (2016).

“El lamento individual y colectivo entre la confesión y el consuelo” corresponde al capítulo X, donde se analiza “Cante jondo a Ronald Campos”, de Narval, como un grito ante el dolor, temor, soledad y el poder insidioso cuando se es una persona con VIH y se está impelida a confesarse como tal ante el habitus sidafóbico, a fin de que se le ratifique su estigmatización y discriminación. No obstante, como un canto de esperanza, se analizan también la empatía, solidaridad y protección de un amigo, quien gira el saber sidafóbico, da consuelo y ayuda a resistir ofreciéndole a la persona VIH-positiva el régimen de la oportunidad. Se destaca en cuanto que innovación simbólica la representación del VIH como “pequeña basurita”.

A partir de estos capítulos, en “Encuentros y desencuentros en la poesída costarricense” se establecen las redundancias y divergencias acerca de las representaciones del VIH y el sida, las construcciones de las identidades, sus implicaciones ideológicas, las innovaciones simbólicas y metafóricas, así como otros elementos estructurales relevantes para la comprensión correlativa del corpus lírico VIH-positivo costarricense.

Finalmente, y a modo de epílogo, en el capítulo “Desde la importancia de la poesída costarricense hacia parte de la literatura VIH-positiva como una literatura menor”, se resalta la relevancia de esta investigación y la crítica literaria en relación con el VIH y el sida, se invita a continuar los estudios con respecto a la poesída nacional, se reflexiona sobre la importancia de esta y se presenta la literatura VIH-positiva como una literatura menor, siguiendo el término de Deleuze y Guattari (1990).

 

[1] Para el análisis estructural de los planos de la representación y la figuración en cada poema, se sigue principalmente la teoría y metodología de López-Casanova (1994); sin embargo, como se indica, se complementa esta con otros aportes nuevos y propios.



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