Por Carmen Nozal
Dedicado a su esposa, Sonia Haydée Quiñones Musseden, sale a la luz el libro de poesía Escrito en Tuxtla, del poeta Óscar Oliva, en una extraordinaria edición de 77 páginas, publicado por la Editorial Aldus con el apoyo del Instituto Tuxtleco de Arte y Cultura y en cuya portada destaca la imagen de una cabeza bifronte, perteneciente a la cultura rapanui. Se trata de una estatuilla monolítica humanoide, representativa de la Isla de Pascua, la cual se encuentra exhibida en el Museo Nacional de Chile y en el que se explica que esta figura tallada en piedra volcánica, simboliza dos rostros circulares idénticos pero opuestos por el cuello, además de presentar ojos protuberantes con un contorno hundido, nariz y boca. Estos dos rostros circulares idénticos, unidos por un solo cuello, me remiten a la relación de Óscar y Sonia, de la cual se desprende este poemario. “Ella duerme con la cabeza en mi pecho, nuestros cuerpos, muy tibios, / -pienso en la cabeza bifronte de Rapa Nui.” Dividido en 20 cantos profundamente interrelacionados, que evolucionan y transmutan a medida en el que avanza este libro, explica Oliva: “estos 20 capítulos se van desarrollando unos a otros. Incluso, hay versos que se meten en otros versos y luego salen en la boca de otros versos ya transformados en otras cosas”. Y es que al maestro Óscar Oliva nunca le ha gustado la poesía lineal.
Además, el libro incluye un texto de Carlos Morales Vázquez, presidente municipal de Tuxtla, así como unas palabras del cronista Marco Antonio Orozco Zuarth, quien describe a nuestro poeta como un “hombre de su tiempo y de sus circunstancias, y quien permanece atento a los cambios del mundo desde su natal Tuxtla Gutiérrez, ciudad en la que escribió este libro, asombroso y bello, que se integra a una obra literaria de alcance universal”, la cual inicia con un epígrafe de Zhuang Tzi: ¿En qué te has convertido ahora, en qué dirección avanzas? Esta pregunta resulta obligada para reflexionar sobre toda una vida dedicada a la poesía. Llama la atención que un poeta publique su más reciente libro a los 85 años. Quizás, por ello, en Escrito en Tuxtla confluye la frescura y la maestría, la espontaneidad y la introspección, setenta años después de haber publicado su primer poema titulado: Estos minutos.
Sobre su primera época, nuestro poeta refiere lo siguiente: “…los engaños que he alimentado desde corta edad, como aquellos de que no se puede viajar desde una silla giratoria, a gran velocidad, he viajado tantas veces a gran velocidad desde una silla giratoria, sin dejar ningún rastro; a gran altura no puedo recordar la fecha y el lugar de nacimiento.” También nos dice: “quise desde pequeño saber que hay detrás de la pantalla, nada más oscuridad, murciélagos ciegos, gatos ciegos, desde pequeño y viejo”. Y en un verso magnífico hace alusión a su familia de origen: “¿Qué es esto? Si lo que cuento, a trancos, a veces suena a sertonero, sin fatiga, a veces leve, es que mi voz, ecoica, suena a mi padre: cuando hablaba de ríos, todo se detenía”.
En este poemario, que mucho tiene de mutación, Óscar Oliva retoma verdades de su existencia y las renueva en estos versos habitados por diversos personajes que utilizan flores, sustancias, alcohol y parten a otros mundos, ubicados en escenarios distintos. Así, nos encontramos en el mar Báltico, en las Pléyades, en la Catedral de Lérida, en Juchitán, en el monte Ararat, o viajando desde el Ártico a la Antártida, de Berlín a Weimar, pasando por Delfos, Vigo, la isla Floreana, el desierto Alamagordo, el río Bravo, Tokio, o “para poder caminar desde Australia a Alaska, o desde la Patagonia a Escandinavia”, hasta llegar a las calles de Tuxtla. Transitando estos espacios, desfila una galería de héroes de la literatura que se entremezclan con héroes cotidianos, y entre Aquiles, Hamlet, Allen Ginsberg, Goethe, Schiller, el rey Lear y Cordelia, Áyax, Odiseo, Molloy, Zuang Tzi, aparece David Bowie, caracterizado por sus metamorfosis, el Duque Blanco, Tibulo, Anacreonte, Orestes y Padgett Powell o Rembradt. Y entre estos nombres, se entrecruza un bestiario integrado por palomas blancas, bueyes, perros, gatos, ovejas, caballos, ballenas, abejorros, moscas, ruiseñores, cetáceos, arañas, hormigas, percebes, bagres, monos, chicharras, focas, insectos, camaleones, anfibios, cucarachas, culebras ratoneras, dromedarios, tortugas, gansos, crustáceos, pulgas, perdices, loros, parásitos, bacterias, insectos, reptiles, zopilotes, pavos reales, murciélagos, mosquitos y gaviotas ruidosas, además de la ya famosa rata y el no menos nombrado ciempiés. Todos y cada uno de ellos atestiguan los cambios que se dan en estos tiempos, donde este libro se desarrolla en medio de lo vertiginoso de los medios de comunicación.
Al concluirlo, Óscar es más Oliva y Sonia que Óscar mismo. Es decir, su masculinidad se disuelve y queda transformado en una mujer. “Soy la sobreviviente que ya no quiere ser la vocera de enigmas, apenas si detecto cierta fuerza en mis sentimientos y la fuerza de tus sentimientos que me empujan.” A lo largo de estos versos hay puertas que se abren, paredes que se cierran, galaxias que explotan y todo sucede sin ningún regionalismo. Además, incluye al lector y trata de responder sus cuestionamientos, acudiendo a un ritmo vertiginoso que sacude y despierta a quien lo escucha. Es una especie de Cantar de Cantares, un diálogo amoroso con Sonia, la compañera de toda su vida, quien mucho lo debe de amar para no echar a correr tras escuchar el primer verso: “¿Seré el hígado de una rata o las patas de un ciempiés?” Aquí el tiempo y su condición ilusoria se evidencian: “…y este instante, al quedar transparentes, ¿lo olvidaremos mañana? / ¿Este instante lo repetiremos mañana?/¿O quedará entre tú y yo olvidado/entre nuestros cuerpos, casi en silencio, como música dormida?” Además, en este libro se encuentran su padre, su madre, sus hijas, sus nietas y sus amigos muertos. “…pienso que para el fin de fiesta bailemos toda la familia, amigos y vecinos, / algún día voy a descargar y congelar este momento, para volver a vivirlo, así como lo he hecho en otros momentos de mi existencia”.
También este libro es todo un viaje. Cita numerosos lugares que ha visitado, pero desde un sillón giratorio que tiene en su casa de Tuxtla desde el que se aprecia un bosque y el emblemático Cerro de las siete estrellas, y desde el que vuela y se va a distintos puntos del tiempo y del espacio. Mucho tiene de surrealista, no tanto de Breton como de Paul Éluard. Se pueden apreciar numerosos encabalgamientos y metamorfosis, así como la influencia de Apollinaire. De hecho, pareciera que en este libro Oliva quisiera recuperar las primeras lecturas de su juventud donde se sumergió durante mucho tiempo en La Ilíada y La Odisea, en Juvenal, Dante, Catulo, El Arcipreste de Hita, Gonzalo de Berceo, por citar solo algunas, aunque él mismo ha afirmado que se considera un poeta no de vanguardia sino de retaguardia. A través de estos autores, Óscar Oliva realiza su labor poética desde la subjetividad, la incertidumbre y el desasosiego con total limpidez y con un maravilloso poder para trastocar las imágenes, sin epifanías, con mucho trabajo y perseverancia.
En definitiva, nos encontramos ante un desdoblamiento en muchos yos, creencias y mitos, pensamientos medievales, esotéricos, metafísicos y materialistas, “para que me escuchen mis familiares y amigos cuando me incorporo sin pasado terrestre.” Entre estos desdoblamientos cito estos versos: “¿Dónde estarán los asesinos esta noche? / ¿Vendrán a sentarse en la orilla de mi cama? / ¿Me darán de comer? ¿Sabrán lo que me gusta?” No nos cabe duda de que a Óscar Oliva le gusta la vida, la poesía, el amor, la ecología y no dejará este oficio al que se ha entregado para beneficio de todos sus lectores, aunque confiese de pronto: “dejo de canturrear para volver a las necesidades básicas, a las exigencias de la vida cotidiana, al arte de dormir de rodillas”.