Por: Javier Gutiérrez Lozano
“El amor es lo único que puede salvarnos”.
“No quiero ser siquiera recuerdo de la serpiente”.
Fernando Valverde es, sin duda alguna, uno de los poetas de mayor impacto en el mundo del español actual. Nacido en Granada es autor de una decena de libros que invitan siempre a la reflexión tras habernos sumergido en el mar de la nostalgia. Y aunque, sus versos arrojan siempre una melancolía perenne, Desgracia, su más reciente poemario, rasga la vestidura de la tristeza para dejarse asesinar por en el dolor y la tragedia. Este libro publicado por Visor, es quizás, el libro más duro y conmovedor escrito por el poeta profesor de la Universidad de Virginia.
1.
Desgracia es un libro constituido por 37 poemas que van rasgando un surco en el pecho conforme se va avanzando página. Asimismo, está dividido en cuatro partes: La vida quema, Poemas para la tumba de Elizabeth Siddal, Caín y Desgracia. Si el libro está dispuesto de manera cronológica, cuando comenzaste a escribir La vida quema, ¿creíste que la vida y su acontecer te llevarían a escribir Una niña camina sobre la oscuridad?
Es precisamente al contrario. Una niña camina sobre la oscuridad habría sido el último poema de La insistencia del daño, pero no llegó a tiempo. Así que es el primero que escribí. En realidad, creo que La insistencia del daño, Desgracia y mi próximo libro cierran una trilogía de la enfermedad, la pérdida, la traición y la miseria humana. Tras esos tres libros, que un día me gustaría ver reunidos (el tercero está ya terminado pero permanece inédito), espero escribir algo diferente, más luminoso, donde se pueda intuir un triunfo de la luz sobre las tinieblas.
2.
Contemplando el nombre de la segunda parte del libro y sabiendo de tus palabras previas que este libro fue escrito por la imposibilidad de ver a tu madre, ¿existe algún paralelismo entre la poeta Elizabeth Siddal y tu madre?
Elizabeth fue una mujer enferma, la musa de los prerrafaelitas, la Ofelia de Millais. Tal vez se suicidó, pero habría muerto igualmente por la tuberculosis. Fue la mujer de Dante Gabriel Rossetti y en su entierro, el pintor y poeta puso todos sus manuscritos dentro del ataúd. Décadas después, cuando Rossetti se había convertido en uno de los más grandes artistas de su tiempo, un editor le propuso abrir el ataúd para recuperar los poemas y publicarlos. Y así se hizo. Una noche, unos pocos amigos entraron en el cementerio, profanaron su tumba y sacaron los poemas en el acto más vergonzoso del posromanticismo. De alguna manera la voluntad de quien fue mi madre fue arrebatada, así que sin darme cuenta existía un paralelismo.
3.
En el primer poema, La vida quema, escribes:
He caminado solo hasta la cumbre,/ he subido a lo alto con esfuerzo,/ gasté mi juventud persiguiendo la gloria…Y más adelante: Ahora puedo decirte/ que he sido prisionero de todas las renuncias…¿A qué ha renunciado Fernando Valverde que lo ha llevado hasta este libro? Y ¿a qué renuncia Fernando Valverde al publicar este libro?
He renunciado a una vida normal, a una familia, a mi propia salud. Han sido tantas las renuncias para llegar a ser profesor de poesía en la Universidad de Virginia que creo haber perdido la cuenta. La gente sólo ve el éxito de nuestras acciones, pero apenas se fija en todos los fracasos que fueron necesarios para lograr alcanzar algo parecido a un sueño. Renuncié a algunos amigos, a algunas ciudades maravillosas como Atlanta o Turín; muchos otros amigos, la mayoría, me traicionaron; y otras ciudades se volvieron el escenario de la peor burguesía de España. Desgracia y mi próximo libro posiblemente me lleven a los tribunales de justicia porque en mi país, decir la verdad, puede acabar de la peor manera.
4.
En tu poema Resta, leemos Yo tuve un río y una barca/ con sus nubes mirándome, y cierras con los versos: Puedes contar la pena,/ es una sola pena./ He malgastado todo lo demás. Fernando, ¿dónde quedó el río y qué pasó con aquella barca?
Fue una oportunidad. ¿Algunas creíste que se terminaron todas las posibilidades? Tal vez sí, Javi. Sin duda, yo llegué a creerlo. ¿Por qué no me maté entonces? Por amor. Por amor a mi mujer, a mi madre y a unos pocos amigos. Porque no merecían mancharse con mi miseria. Así que el amor me salvó. El amor es lo único que puede salvarnos.
5.
Cuando leemos el poema hoy, uno de los más crudos a pesar de su corta extensión, leemos: Mi amor está en el suelo/ no vayas a pisarlo/ cruza mi soledad sin detenerte. Si ese amor está en el suelo y no en tus manos ¿sigue siendo tuyo? ¿Cómo podemos encontrar amor en esa soledad donde sólo se escucha un nombre rompiéndose en las olas?
El amor no nos pertenece. Es un resquicio del misterio que se ha colado en nuestro mundo. Es por ello que Dante lo creyó la única fuerza capaz de mover el sol y todas las demás estrellas. Cernuda escribió: ¿Cómo llenarte, soledad, sino contigo misma? La respuesta era la palabra amor.
6.
Dicho lo anterior, en este libro, ¿el amor te salva o te destruye?
No es el amor lo que nos destruye, es el odio, es la envidia, es la avaricia. Mi amor por mi madre no puede destruir a nadie salvo a aquellos que tratan de aprovecharse para convertirlo en dinero o en privilegios. El odio mata. Creo que si alguien es capaz de aislar a una mujer enferma y a una anciana de cerca de 90 años, es capaz de hacer cualquier otra cosa. Por eso me siento un exiliado, porque regresar a mi cuidad siempre significa una amenaza.
7.
Si como los versos en Caín mencionan, nadie canta más alto que la muerte, ¿dónde cantan estos versos de Desgracia? ¿Más alto que la muerte? ¿Dónde viven, dónde descansan, dónde morirán?
Cantan la cólera de Aquiles, como se inicia la Iliada. El gran Homero, con su ceguera, inauguró la historia de nuestra poesía con la palabra “cólera”. No intento cantar más alto que la muerte, me conformo con ponerle el nombre de Caín al hermano traidor, de mencionar la miseria humana, de que el poema pueda cantar dentro de décadas y cualquiera pueda saber la verdadera estirpe del odio.
8.
Sabemos, que además de autor, de poeta, también eres profesor universitario y ahora padre. Desgracia nos advierte de instrumentos que conlleva un daño: Cocteles Molotov,/ Insecticidas, líquidos/ Inflamables. Pero también, como bien lo dices tú más adelante en aquel poema, también están las manos, último antecedente de la piedra. ¿Cómo advertirles a tus alumnos, a tu hijo, que en las manos también puede caber el daño, la muerte?
Hay que tener limpias las manos. Lo hemos aprendido con la pandemia (la enfermedad, como el pan, se reparte con las manos) y podemos elevarlo a símbolo poético para hablar sobre el bien. Hacer el mal es muy sencillo, hay múltiples instrumentos, existen todas las facilidades… Lo difícil es hacer el bien rodeados de la continua tentación que la ira nos ofrece. Mis estudiantes saben que el proyecto de mi poesía es, como escribió Raúl Zurita, la bondad. No tendría sentido otra cosa. Si mi hijo no es un hombre bueno, habré fracasado como padre y también como poeta.
9.
Me destrocé las uñas,/ bebí todo el veneno/ del miedo y la sospecha ¿Cómo te has salvado de ese veneno, de esta Desgracia?
Me ha salvado la vida nueva. El nacimiento de Percy y las pequeñas lealtades de algunos amigos entrañables que descubrí que estarán a mi lado para cerrarme los ojos si es necesario. El resto son miserables que están construyendo su podredumbre. ¿Si les deseo el mal? Prefiero desearles que me olviden. No quiero ser siquiera recuerdo de la serpiente.
10.
Una niña camina/ por la noche más ciega de la tierra,/ todavía no sabe quién soy yo,/ pero ya puedo ver mi desgracia en sus ojos. Este es quizás el poema más conmovedor del libro, mismo con el que cierras. Podemos percibir la ternura inminente de una niña, su inocencia que camina entre el poema, pero bien advierte el texto que una desgracia se aproxima. ¿Qué hay detrás de este poema? ¿Qué te llevó a describir la inocencia de una niña para cerrar esta Desgracia?
La niña es mi madre. Yo estoy mirándola sentado en un paseo marítimo. Ella juega. No presiente las sombras, ni el pecado, ni el mal… En un momento, su mirada se cruza con la mía. Se detiene, dura sólo instante, y después sigue jugando. Por supuesto ella no sabe quién soy yo, pero yo pude ver la desgracia en sus ojos: mujer en el país inadecuado, en el mundo inadecuado, con el marido inadecuado y con los hijos inadecuados. El machismo puede cantar casi tan alto como la muerte y es capaz de destruir la inocencia y de corromper la justicia. Pero hay una justicia poética y otra divina a la que enfrentarse. Desgracia es un regalo para mi madre que se completará con mi próximo libro.
Fernando Valverde (España, 1980). Fue elegido por cerca de 200 críticos de más de 100 universidades (Harvard, Oxford, Columbia o Princeton, entre ellas) el poeta más relevante en lengua española nacido después de 1970. Sus libros han sido publicados en diferentes países de Europa y América y traducidos a numerosos idiomas. Su poesía completa fue publicada en Visor en 2017. Es profesor de poesía en la Universidad de Virginia en los Estados Unidos.
Javier Gutiérrez Lozano es un poeta mexicano autor libros publicados en diferentes países e idiomas. Entre ellos, destaca No sólo lluvia, que rescata parte de su experiencia durante su larga estancia en Belgrado, y que fue publicado en los Estados Unidos y España. Es además director del sello editorial Alcorce.