DE SUS MANOS SALÍA EL PAN
para poblar la tierra.
Apenas el sol brota y, al igual que la miel,
nos endulza al instante.
¿Es un espejo o es el mar lo que hay en sus labios?
Besa el gorjeo de las aves
y habla como un panal de abejas.
Pájaros de otro reino galopan,
la aurora pasa.
Han abierto camino las mariposas,
las yeguas se inclinan dentro de su vientre.
Tu cuerpo al interior me llama:
—El amor está aquí.
Me dice.
STALKER
Ver los megabites en este archivo descargado
es parecido a sostener un ave
y palpitar, los dos,
un segundo más de vida.
Si la capacidad de almacenamiento
se mide en dígitos binarios entre el uno y la nada,
¿será esta milésima parte del reino de la información
suficiente para recordar lo vivido?
¿Su progreso es mi progreso
y su exponente mi exponente?
Tenemos que ser agradecidos con las dicotomías, hermanos,
con el 0 y el 1,
el blanco y el negro,
o la capacidad efectiva/afectiva
de representación del bitio en tu imagen-filtro-533 ♡
que permitió esta descarga anónima:
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HAGIOGRAFÍA
Contaba mi abuela que su padre
carecía de manos.
Peleaba y esculpía con la misma intensidad.
Había nacido con un muñón en lugar de diestra
y bajo las vías de un ferrocarril perdió la otra
en un siniestro encuentro con la muerte.
Trabajaba como escultor de arte sacro.
Alimentaba a sus hijos con el santoral.
Procuraba las fiestas hasta el siguiente día.
Algún periódico de la época habló de él,
de su paso por San Carlos y su cortesana habilidad
para afianzar clériga pensión sin ir a misa.
Mientras escribo este poema,
veo los libros sacros,
el Niño Dios y la cabeza de un arcángel asomarse.
Por un misterio que no alcanzo a revelar,
de pronto me santiguo (sin ser creyente)
por este superávit de gracia acumulada.
SUJETO DEL VERBO IMAGINAR
Este principio es general
aplica a fuegos de combustibles sólidos
que producen estallidos
y forman brasas incandescentes.
QUÍMICA DEL INCENDIO
Qué ciudad fundarás
cuando el sueño te sueñe en el ensueño,
¡oh, Bachelard!
¿Por dónde andará tu voz
desencajada, desencantada
del peregrinaje absurdo?
Del sueño al aire
y a la putrefacción.
Oxígeno e hidrógeno
de un mismo helio.
Todo vertido y bien mezclado
en el incendio insomne.
Tiempo-peregrinaje
en la espesa llama ensombrecida.
Brasa que abraza la tierra
en la materia ardiente.
Del incendio a la condensación:
a la geométrica métrica del sólido platónico.
Arenisca, cuarcita, granito, mármol.
De la condensación al aire, Bachelard.
En el brillo de la roca:
ciudades de aire, luz y tiempo.
Tu nombre, número sonoro.
Ser hombre-verso
en tu ciudad imaginaria
en tu palabra-profecía
ávida de realidades.
EL SUEÑO DEL HÉROE
Sueña el rey que es rey, y vive
CALDERÓN DE LA BARCA
¡Oídos sordos, escuchen el cantar del mundo!
Sobre todas las costas sonará la voz que llama
la que canta en la encrucijada, en la verdad.
Todos los pueblos alaben al dador del sueño,
al unísono canten, hombres, canten:
Todos los siglos, todas las eras, todos los tiempos
se plasman en este presente.
Los amplios muelles del gran puerto
dicen adiós, al barco que navega.
Odiseo canta a la noche
por un hombre que sueña soñando
al conocedor de los límites del firmamento.
En mi viaje de hombre mar,
vi nombrar a lo que existe,
vi a un hombre descansar
al abrigo del ala de un ave bicéfala
que espera a ser coronada en pleno vuelo.
Encontré a Alejandro soñando
con un viejo poeta que cantaba:
“Hay una isla en el mar turbulento”.
En el mar turbulento hay una isla,
en la isla un hombre,
en el hombre una palabra,
en una palabra el Mundo.
¿Quién ha puesto la medida del abismo
para contener a las aguas de las aguas?
¿Quién ha dado la boca al hombre
para saber nombrar lo que no existe,
para dar nombre a toda creatura?
Arriba en el cielo
y abajo en la tierra
toda ave que canta
y todo animal que se arrastra,
todo, cantor, te será para comer.
Después vi a Constantino flotando en el Jordán,
mirando al Sol invicto tirar de sus caballos
dejándose morir en occidente.
Y en la muerte de Helios,
en el séptimo día,
vi nacer a los hombres
de la pluma de una serpiente que canta,
reflejada en un lago que hierve,
en un espejo humeante
donde un dios sueña
a un hombre que se sueña soñando.
Todos los siglos, todas las eras, todos los tiempos
dicen adiós al barco que navega,
dicen a Dios: “Señor dador del sueño”.
Sobre todas las costas sonará la voz que llama
la que canta en la encrucijada, en la verdad.
¡Oídos sordos, escuchen el cantar del mundo!
Maximiliano Cid del Prado (México) Lic. en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Ganador de los IX Premios Deza de Poesía (Toledo, España). Finalista del concurso internacional de poesía “Castello Di Duino” (Italia). Director editorial de Revista Literaria Taller Ígitur. Gestor de Crítica y Pensamiento en México y del Encuentro Nacional de Poesía "Diótima". Fundador y director de la Congregación Literaria de la CDMX. Miembro del PEN Club México.