23 Nov 2024

500. POESÍA ARGENTINA. ELENA ANNÍBALI

-20 Ene 2024
Poesía

 

VI

muchas veces fuimos pobres

no había dinero para ropa o música, pero

el taladro magnífico de dios

caía contra la mañana

 

las palomas se desbandaban

como si vieran

la comadreja o el halcón

 

un pedazo de mí entraba en la amargura

como en el pozo del molino

donde la serpiente infectaba

el agua de beber

 

yo tenía pocos años y ya era

rigurosamente anciana

 

sabía que el altísimo podía aplastarme la cabeza

enfermar nuestras ovejas

quitarnos el verano, la poca dicha

 

pero igual miraba siempre para arriba

y bajito decía

que sí, señor, venga a mí la destrucción

lo que deba venir

soy tu surco, señor,

soy tu surco

 

De La casa de la niebla (2015)

 

 

ESTOY SECA, PADRE? DEJÉ DE AMARTE O LA MUERTE ES

un soltadero de manos?

 

te amé alguna vez? esperé de vos, esperé

con alegría que llegaras del trabajo, o ya tenía, de nena,

el corazón seco como una rama?

 

me viste flotar, crecer en una miseria chiquita, me viste

ejercer, con determinación, la tristeza la mugre

el piojo, y nada se partió en luz hacia mí? nada

vino, fue mío, no fui

tu honra, padre?

 

desperdiciaste tu sangre? esas horas frente

al sol de noche, conmigo, a solas, las perdiste?

sentís que las perdiste? que yo era una cosa, digamos,

una cosita? como una maceta, un yuyito, el fantasma

que en fuegos, de noche, arrancaba en las lagunas

y se perdía, etéreo, en las cortinas,

en el alto y negro laurel donde posaban

las bandadas

 

alguna vez, mirándote a los ojos, me ofrecía a vos, te llamaba

desde lejos, diciéndote papá, papito, mirame, levantame

de este plato hondo de la amargura, dejá que sea

la criatura de tus sueños, el jardín de las delicias,

la flor de los cerezos en la boca del monstruo

 

algo no cuajaba en tu amor, se iba o era débil:

me penabas al rincón cuando, en el verano, me asoleaba,

buscaba bichitos, tropezaba en las latas

me hacía amiga de la sombra

 

estoy seca? nací seca para vos, por vos?

 

cómo hubiera sido encontrarte, llamarte

como un fuego en la noche y que vinieras

donde yo alzaba mi corazón entre los trapos

 

padre dormido, ves cómo soy?

padre dormido, estoy acá, ves cómo soy?

ves, ahora, cómo soy, si te amé o cuánto o cómo?

lo ves, lo ves,

papá,

papito?

 

De Curva de remanso (2017)

 

 

NO HE ENLOQUECIDO.

No he disparado contra otros, ni contra mí.

No he arrancado las modestas flores del patio.

No envenené agua ni platos de comida.

No he dejado palabras impuras en mí, todas las he lanzado al viento.

No he diseminado horribles verdades.

Neferet, no he corrido contra el viento. Ni a favor de él. No he corrido, porque correr es un énfasis del cuerpo.

He respetado el Verbo.

No he necesitado develar el verdadero rostro de las gentes.

No he cosechado fruta verde.

He compartido las cargas de los que estaban cerca.

No tapé los espejos durante las tormentas ni en la muerte de los que amé.

No he perturbado las estaciones con perfumes atmosféricos.

No corté mi pelo ni mis uñas sino fue por higiene, nunca por vanidad.

No he alargado la agonía de Argos, mi perro.

No he deseado que regrese la juventud a mi cuerpo.

No he planeado que regresaras. Estamos repartidos en dimensiones floridas y distantes.

No hablé lenguas.

No insistí en que estuvieras.

No he abierto puertas ajenas. Sí abrí, Neferet, puertas al vacío.

No mentí aunque conviniera.

No he criado serpientes en mi corazón.

No he olvidado aquella tarde.

 

De El viaje (2021)

 

 

III

 

no, no soy tu amiga, no

te confundas, si alguna vez

me viste y te sonreí

si coincidimos y palmeé

tu brazo, sólo por

reconfortarte en la desesperación

porque en la desesperación

no se abandona a nadie,

si comí a tu lado, o te vi

beber, o hablar mal de otros

y me reí, no para abrir

mi corazón a amargos como yo

sino para acompañarte

en la mueca insoportable,

si me reí con vos de otros

te digo, no importa, deberías

a estas alturas, saber,

que si te sentaste a mi mesa

y me viste a los ojos, y mirándote

yo también te conté

mis penas, nada de eso,

sabrás, tiene importancia,

porque estar apenada estoy

muchos días al año, como

fuera de mí, como si mirara

un paisaje que no es mío,

o lejano paisaje, nebuloso,

de manera que tu rostro, tus manos,

esos ojos de pensar que ponés a veces,

cuando te creés grande,

imponente, al contar tu anécdota,

no son, para mí, nada más

que una piel, un colgajo,

una máscara con nombre

y alguna presunta virtud

que todavía no encontré, no

no soy tu amiga, creo

que estamos condenados

a esta vigilia en que

un mismo pájaro negro

nos picotea los ojos

detrás de un vidrio, que

te veo o me ves, en el campo,

haciendo señas con un trapo

rojo, mirando los aviones

pasar rasantes, comiendo

cenizas en un lugar

donde tu sangre bien

podría ser mi sangre,

pero no

te confundas, no,

no soy tu amiga

 

De Guadal (2022)

 

 

VIII

 

esta puerta que ha golpeado el viento

o caballo

rama

 

esta puerta que en la noche

alguien ha golpeado

 

esta puerta que se cerró sobre mi mano

–mi mano tenía ojos y vio

algo en la noche–

 

luego salieron mis ojos

y vieron

algo

en la noche

 

esta puerta se cerró sobre

la mitad de mi cuerpo, entonces

la mitad

de mi cuerpo vio

algo en la noche

 

cuando mi cuerpo estuvo

entero

en la noche, la puerta

no estaba

allí

más

 

todo mi cuerpo

entonces vio

algo

en la noche

 

mi cuerpo, era mi cuerpo

viniendo

hacia mi cuerpo

 

no rama

ni caballo

ni viento

 

tocaba una puerta

invisible

la mano mía

 

De Guadal (2022)

 

Elena Anníbali (Oncativo, Córdoba, Argentina, 1978). Es una escritora, docente y tallerista de Argentina. Poesía: Las madres remotas (2007), Tabaco mariposa (2009), La casa de la niebla (2015)  Curva de remanso (2017), El viaje (2021), Guadal (2022), Cyborg (2022). Narrativa: El tigre (2010). Ensayo: Perro de Dios –Diez años en la poética de Alejandro Schmidt- en coautoría con Leticia Ressia (2020).



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