ANTIBALADA SOBRE UNA FOTOGRAFÍA EN MANCHESTER VICTORIA,
FEBRERO DE 2017
(¿Para qué sirve tenerlo todo si no es para perderlo definitivamente?)
Hoy me parece que no hay infinito,
pero la noche abre mis ojos en los ojos de los niños.
Un monje anciano toma notas de mi vida
en una libreta de hojas amarillas:
Yo escribo para destruir mi lenguaje.
Un sol se precipita sobre el mantel de origami
que cubre una mesa invisible:
yo lo llamo casa sin luz del mundo.
Una laptop abierta cuida palabras que morirán mañana;
No quiero regresar al país que me comprendería:
soy inhumano.
La noche es una máquina que revela fotografías
sobre una placa transparente.
Humillo a lo que cree en mí para que nada me pertenezca.
BANKSY EN MIYASAKI
(¿Desde cuándo mi vida es un anime con números y letras?)
mi “kokoro” en Miyasaki
Una niña de lentes lleva un globo azul.
Lo ata a un clavo que sobresale de una silla
y,
sobre los muros de un castillo mecánico,
ella escribe:
“todos me abandonaron, pero este vacío es mi casa”.
Aquí
sólo es posible una lata de aerosol
que dibuja centenares de niños volando por el cielo.
Sin embargo,
el virus de la antirrealidad destruye este barrio pequeño.
Bristol es un globo de cristal escarlata:
las ventanas vuelan como navajas a los cielos.
Una granja industrial es mi rostro en la nieve.
Una niña de lentes es la libélula que aprieto entre mis dedos
y sus cápsulas para dormir son universos en mis ojos.
Un parque es un viejo subibaja donde mis pies evitaban la muerte.
Crecí. A veces lejos de mí (de lejos)
en la contracción
(en la oscuridad me contraía).
Pero también respiraba,
entre llanto y estrella,
entre grumo y galaxia,
yo respiraba mi construcción,
mi devoración:
abrí los objetos en ríos
y las puertas en puertas.
Lejos de mí,
entre llanto y estrella, yo me oía,
entre grumo y galaxia,
también
me susurraba.
Una estrella pregunta si la observas,
pero nunca responde.
¿Eres un niño abandonado que pinta en los muros del mundo las haikus de la noche?
¿Eres un globo rojo liberado en el cielo?
Aquí se borra. Aquí mi globo rojo está borrado.
Mi regreso a todas las infancias
donde crecer es llorar bajo los cactos del desierto.
Si el correcaminos muere en la mente del coyote,
el coyote ya no tiene camino.
La vida: un galpón lleno de niños acostados
luego de un bombardeo.
Mi rostro es mi casa sin padre.
Yo estoy allí, hostil, pero ligeramente quieto.
Tras la cinta que rodeaba los ojos destrozados
está la mano borrando un círculo de nieve
donde alguien abandonó una cebolla negra.
Dentro de mí, he perdido la vida. He perdido lo único que no tenía.
Un globo rojo es la noche que muere: esa flor inhumana.
¿Estás listo para seguir el camino que predijeron las piedras?
No olvides que la cicatriz crece si la ira crece.
Un jabalí es un ser triste: de él sólo conocerás su odio y su dolor.
De mí, en cambio, sólo conocerás el dolor.
Un cóndor
en el sueño
de una niña
con su globo rojo.
Un simio
quiere destruir simios
para obtener
su fuerza.
No preguntes si son dioses antiguos del bosque del dios ciervo.
No sé cómo llegué hacia mis manos.
No sé cómo me derribaban.
Un copo de nieve
sobre los detalles que no se indican en tus mapas:
yo me vendo los ojos,
dentro de mí hay una piedra envenenada,
yo defiendo mis pérdidas.
POEMA DE AMOR DE UN BANKSY LIGERAMENTE SOLITARIO
Alguna vez dormí en la mano de una mujer pequeña.
Ella me dijo: “todo se trata de cambiar de canción”.
Ella me dijo: “todo se trata de girar el sentido del universo, amor mío”.
Entonces, puse “November Rain” de Gun’s and Roses en el IPOD
y dormí en la mano de la chica de ojos de mapache y le conté una broma.
(Su corazón era un pulpo negro en una pecera de aguardiente).
Me dijo: “Has llorado, Juan, en los ríos que crecen
y corren, crecen, desde tu corazón hacia tu corazón sin manos”.
O quizás dijo: “Eres tonto porque vas a creer todas las mentiras que te diré yo”.
Era otro tiempo, pero en verdad, crecían noches y galaxias en los senos
de una muchacha diminuta. ¿Por y para qué te amé tanto?
No sé resolver esto:
el fuego crece
para no decir
“quién me amó
no me amó en realidad”.
Así me preguntaba,
“piénsalo
una muchacha no me amó
y no sé decirlo”.
Una muchacha dijo
“No sé darle la vuelta a los paisajes
donde los fuegos artificiales comunican
el vacío de todas las cosas de la tierra:
La ignorancia que necesito para creer en alguien”.
(El lenguaje solo señala
que se vacían las jarras
y que, sin embargo, puedo beber de ellas).
Nada comunica,
pero volveré
al sueño de las estrellas,
(que eran pesadillas):
estrellas que sueñan
el sueño del sueño que volvía,
era
y
volvía
otra vez a explicar el vacío
donde la gente caminaba sola:
mi mente volvía, mariposa de alambre,
a posarse
en las ruinas
de las cosas
pobres,
de las cosas
inexplicables.
ANTIBALADA DE UN HOMBRE QUE MIRA EL RIVER AIRE
En mi país, las mujeres de helio se elevan por el cielo.
En ocasiones se llaman Dinah o muchacha que extrae
pastillas de los árboles que le crecen en el carrusel del pecho
y los obsequia a la gente que no sabe soñar en globos amarillos.
En mi país, el universo cabe en la mano de un mendigo
que explica su pobreza con la casa que no hay en su mano.
Un carnaval de partículas se mueve sobre su palma.
La gente cruza la calle y deja unas monedas en un cesto.
Aquí, el río Aire no crece para que alguien lo mire
sino porque el tiempo persigue sus detalles en mandalas de nieve,
un dictado de pétalos de agua suspendidos del tiempo.
Aquí, es necesario el orden, la simetría, el equilibrio.
Todavía no dibuja el invierno, pero pueden mirarse varias huellas,
en futuros antiguos, sobre la piel del agua.
Son 8 de la noche y miro las estrellas de incógnita
en un país de amaneceres negros y casas victorianas.
Un pozo y la luz sobre una cancha donde juegan fútbol.
El mastodonte del movimiento eterno
es una ambulancia que se lleva a un inglés a mejor vida.
Al menos así parece ahora que lo sacan del hospital
con un amor secreto y silencioso.
Esto no es un espectáculo. Si te quedara algo de humano dirías:
esa luz del gorrión que come un tiesto de semillas.
¿Cuántas cosas horribles suceden sin que el gorrión se entere?
(Imitaciones de realidad- diría el naturalista ebrio).
Tampoco tú te enteras. Aunque aprecias el milagro de la física.
El otoño en Yorkshire dispone la mente en un papel periódico.
I don’t know how to say this- le digo al vendedor,
señalando un paquete de espinacas.
El Río Aire está a dos cuadras.
Yo camino hacia el puente donde los niños tiran
pequeñas latas hacia la carretera.
TEOREMA DE LA BOLSA DE COMPRAS
La vida es esa lotería donde todos pierden.
Un hipódromo en tu cerebro-
y le apuestas siempre al caballo incorrecto.
La vida llama por teléfono y le contestas en un país remoto.
No respiras sino en esta línea invisible que va de un eucalipto a otro.
Y no entiendo qué significa eso.
Los niños comen sin hablar, ni sentir.
Hay una casa dentro de la casa.
Hay una casa dentro de la mente.
Un corazón dentro de la nevera está sangrando.
Y eso debería decirnos algo de los hombres que lloran
mientras hacen ejercicio.
Una figura transparente cuyos recuerdos son latas como sueños
que, ni siquiera como broma cósmica, estaban por cumplirse.
Esto deberías tatuártelo:
“un niño que se corta los dedos por fabricar cometas
aprende igual a volarlas sin los dedos”.
La mente cuida al que cuida la mente:
arrulla al loco que se encierra.
Soy un niño feliz solo mientras el hombre adulto que seré
me cubra los ojos con una venda roja.
¿Te recuerda esto a una película italiana?
Entonces quizás eres de mi época,
y veías cine italiano pasado por el ojo de Hollywood,
imaginando que las vendas tenían amaneceres dorados
(o gafas de realidad virtual).
Entonces quizás eres de mi época.
O quizás no: ya me veo a la distancia.
Hay trenes. Hay teléfonos, trenes.
Una tijera sirve para cortarse el pelo pero también podría
servir para que la persona correcta
decapite una flor en el camino a casa.
Una flor amarilla, pero negra y quizás un juguete imposible.
La casa retrocede.
Yo soy una persona que solo puede comunicarse con los demás
alejándose de ellos.
Hay colmenas de luz en el camino que lleva del camino
al camino. Y no hay casa, pero hay colmenas de luz y un jardín
donde ves bolsas de basura y un magnolio que parece
el rostro de un niño que cae por la pendiente y sangra.
¿No será que estoy muerto y que esto es un monólogo
desde una urna cineraria sueño?
Quizás en algún lado me espera mi silencio, se propaga,
se presenta en flores, girasol, amarillísimas.
He sido este cuerpo que, lejos de defenderse,
me ataca. Enfermedad de tantas personalidades
donde las células se comen todo proyecto y destino.
Y canta un tango sideral, mi sueño,
un tango infinitesimal en ángulos de luz chorreada
que lentamente caen en una botella transparente.
Pertenezco a varios universos, pero claramente no a éste.
Señorita realidad, le pido incluirme en su historia de límites
donde hay personas que me atacan a la hora precisa,
donde los árboles me atacan o me sobreprotegen
como a ese perro negro que cuenta las estrellas.
LA VIDA COMO ESA EXPERIENCIA CHISPEANTE Y BURBUJEANTE QUE VES EN LOS ANUNCIOS DE GASEOSAS
La publicidad te enseña: tu vida será grandiosa
(y cubre con decorados y luces a la gente
que se da un tiro en la cabeza en las habitaciones sucias).
La realidad te enseña: mira el mendigo sollozar en el puente:
la imagen de belleza destruida.
Mira el puente otra vez: hay un río y un viejo vaporetto.
El agua escribe lo que no escribo.
Yo, en cambio, escribo esto para poder borrarme,
para debilitarme, para encontrarme paradojas absurdas
(como el tipo que pide una sopa de fideo
y luego exige que la traigan un desayuno completo)
para escoger las fracciones más útiles de mí y tirarlas al basurero.
No creas lo que digo: es el agua la que habla verdades.
Yo miento siempre.
La realidad ligeramente propulsada dice:
el hombre, un molino en el campo
junto a un zapato y un muñeco de nieve.
Esta es la esperanza: ese conejo muerto
en las manos de la niña huérfana
que no sabe llorar.
INFINITO DE JUNIO
Un bosque crece en los límites del bosque
y anula el primer bosque. Así, llorarás,
con piedras en los ojos, con manos en las nubes
que recorren la noche. Así, lloraré,
cuando volvamos a vernos, en ese nunca
recubierto de flores. ¿Te imaginas,
lo que hubiese sido nuestra vida
si nuestra vida hubiese sido nuestra?
Algo ligeramente hermoso. Una casa vacía
donde un cerdo celeste recorre mis dibujos,
donde el paisaje siembra su paisaje
y la muerte no existe.
Juan José Rodinás (Ambato, 1979). Doctor en Estudios Hispánicos por la Universidad de Leeds. Ha publicado Los rastros (Quito, 2006), Viaje a la mansedumbre (Barcelona, 2009), Barrido de campo (Arequipa, 2010), Código de barras (Quito, 2011), Cromosoma (Quito, 2010; Santiago de Chile, 2011), Estereozen (Lima, 2012; Cuenca, 2015), Anhedonia (Popayán, 2013), Kurdistán (Juliaca, 2017), Cuaderno de Yorkshire (Valencia, 2018), Un hombre lento (Salamanca, 2019) Yaraví para cantar bajo los cielos del norte (La Habana, 2019; Nueva York, 2020). Además, ha reunido su trabajo en antologías personales como Los páramos inversos (Popayán, 2014), 9 grados de turbulencia interior (Guadalajara, 2014) y Koan Underwater (traducción al inglés de Ilana Dann Luna, Phoenix, 2018). Ha obtenido premios como el Premio Internacional de Poesía Joven la Garúa 2007, el Premio Festival de la Lira 2013, el Premio Margarita Hierro 2017, el Premio Jorge Carrera Andrade 2018, el Premio Casa de las Américas 2019, el accésit del Premio Internacional de poesía Gastón Baquero 2018, el accésit del Premio Internacional Pilar Fernández Labrador 2019 y el Premio Aurelio Espinosa Pólit 2021. Recopiló —junto con Luis Carlos Mussó— el libro Tempestad secreta. Muestra de poesía ecuatoriana contemporánea (Quito, 2010). Como traductor publicó el libro Una cosa natural. Veintinueve poetas norteamericanos. Formó parte del comité editorial de la revista de poesía Ruido Blanco y fue editor de varios libros bajo ese sello.