En Memoria de Fernando Salazar: "Uno se va como puede"
Por: Marisa Russo
Nueva York Poetry Press&Review
Con profundo respeto y sentido pésame por la pérdida de Fernando Salazar, desde Nueva York Poetry Review presentamos "Uno se va como puede", una colección inédita de poemas del fallecido poeta, crítico literario y ensayista. Fernando había compartido dos poemarios con nosotros: "Uno se va como puede" y "Lavinia". Aunque "Lavinia" está actualmente en proceso de edición por Nueva York Poetry Press, hemos decidido que "Uno se va como puede" ofrece una mirada más íntima y apropiada para rendir homenaje a su memoria, por su profunda reflexión sobre el legado y las últimas etapas de su vida.
Durante su carrera, Fernando exploró los límites de la existencia humana con una pluma filosófica y penetrante. Su obra, traducida a múltiples idiomas, ha resonado a nivel internacional, mostrando su relevancia y el impacto perdurable de su voz poética.
En "Uno se va como puede", Fernando aborda el eterno diálogo entre la vida y la muerte, la presencia y la ausencia. La colección profundiza en temas de impermanencia y la constante transformación de la vida, subrayando cómo cada momento nos acerca más a nuestro destino final.
Salazar fue un maestro en combinar emociones complejas con sutilezas intelectuales. Su poesía nos invita a considerar la muerte no como un final, sino como una transición esencial de la vida, una perspectiva que caracterizó su obra desde "Sueños de cadáver" hasta "No le preguntes al tiempo".
La pérdida de Fernando Salazar ha dejado un vacío en la comunidad literaria, pero su obra continúa siendo una fuente de inspiración. Con la publicación de "Uno se va como puede", buscamos preservar y profundizar en los misterios que dedicó su vida a explorar, asegurando que su legado inspire a futuras generaciones a buscar la verdad y la belleza en el laberinto de la existencia.
Este poemario es un tributo a la vida y la influencia indiscutible de Salazar en la literatura contemporánea. Esperamos que su voz siga resonando y desafiando a nuevas generaciones.
Selección
Nos moriremos todos,
todos cuantos nos hemos mirado, de frente o de reojo,
tocado o conversado u olvidado.
Nos moriremos uno a uno, francamente,
de este gran imposible que es la muerte.
ROBERTO JUARROZ
CALLE BAJO
Levanto la mano derecha frente al espejo
y en el reflejo la mano izquierda se levanta,
miro de reojo con mi ojo izquierdo
el lado izquierdo de mi existencia
y el lado derecho de mi vida
no es visto de reojo por mi ojo derecho,
pero si de reojo miro con mi ojo derecho
el lado derecho de mi vida,
todo desaparece de mi lado izquierdo,
porque mi ojo izquierdo no logra mirarlo.
Miro el espejo de frente y mi sombra se evapora.
Miro el espejo de espaldas y camino hacia adelante.
Salgo de la habitación, pasos en silencio,
y sobre la calle bajo. Alguien más,
mi yo, con traje de luto, camina en sentido contrario,
y avanzo y más se aleja, más y más lejos.
Llueve dentro de mí y llueve fuera de mí.
Algo se vacía del mundo. Algo se vacía de mí.
Todo posee el nombre de Dios. Nada posee mi nombre.
Alguien está naciendo. Alguien está muriendo.
Me paro en una esquina y la sombra aparece
para desplegar la esquina en una sola calle.
Al otro extremo, ese punto negro se me aproxima
y camino desde este extremo para encontrarme allá,
conmigo mismo en algún sitio a lo largo de la línea.
¡QUÉ SAÑA! ¡QUÉ MUERDE!
¿De qué modo nos alivia la Muerte?
La sombra de sus costillas es agria,
algo muerde, con saña,
insistentemente, sin final,
mi corazón.
Ya casi olvido tu cara
pero tu esqueleto se yergue en las noches.
¡Qué saña, qué muerde!
¡Hay noches tan solas! Tan silenciosas
que las noches se vuelven lluvia
¡Qué saña! ¡Qué muerde mi corazón!
CORRESPONDENCIAS
Nací sin saber que la vida consiste en desecharla.
Desechar las horas en el sueño,
desechar el hambre del pan comiéndolo,
desechar el ansía de permanencia en la oración,
desechar el llanto en amores no correspondidos,
desechar la vida en sumas y enumeraciones,
desechar la vida porque sí, porque no hay tiempo,
desechar la muerte como pan entre los necesitados.
Nací sin conocer qué es la muerte
y ahora que en cada respiro voy siendo menos,
no hay falla ineludible que conspire en contra.
Nací con la muerte de frente y de espaldas
a la tumba de mi próximo nacimiento,
ahí zurcen los gusanos el traje de mi siguiente vida
y otros vivos esperan su turno para suplantarme.
Ser la suma de un número infinito,
que intercambiamos trajes a la medida.
Nada hay que sea diferente aquí abajo,
salvo el polvo que pesa sobre nuestros hombros.
LA MEDIA NOCHE DEL DÍA
Somos los hijos en la Muerte.
Somos la cerrazón en los caminos.
Somos la luna en otras noches.
Somos el canto en los muertos.
Somos sin ser para siempre ser,
para caer más allá,
arriba donde levantamos
féretros sin cadáveres.
Somos la media noche del día.
Los antiguos crearon cantos
en el ombligo de la luna.
Somos los hijos en la Muerte.
Somos la tormenta en las avenidas.
Somos la luna en otras noches.
Somos el canto en los muertos.
Somos sin ser para siempre ser
en el día del mundo.
Levantamos féretros sin cadáveres.
Llevamos muertos en cada hora,
en la memoria de quienes se han ido.
Somos la media noche del día.
Somos la media noche en el día.
Somos los hijos de la Muerte.
Somos la sombra de las calles.
Somos la luna de otras noches.
Somos el canto de los muertos.
Somos sin ser para siempre ser
en el día del mundo.
ZONA
Negra es la hora de este día, flecha intacta, invisible que entra.
Negra es la hora de ayer, de hoy y de mañana, como tren, pasa.
Negra es la voz, negra del color de la melancolía.
Negra es la tez del cielo, del sol, si se mira con los ojos hacia dentro.
Negra es la dicha, la primavera, el mar que nos aguarda en verano.
Negra es, ciertamente, también la mano con la que escribo
en el fondo abierto donde nada parece ser lo que digo.
Negra es mi garganta, la voz con la que escupo y duermo
a vela, naufrago, sobre la nacarada luna bajo la que vuelo.
Negra es la ruta, trampa, nunca vista en las líneas de mis manos.
Negra es la certeza de la caída de cada uno e incierto el fano
donde el cuerpo repliega su alma más allá de mi mirada.
Negra es la zona donde todos descansan luego de este encierro,
todos, en silencio, claman un poco más la luz en vano
y pese al deseo de perdurar también somos nada.
PERSISTENCIAS
¿Cuál es la finalidad de las ramas del árbol
que se levantan para dividir el cielo?
¿Cuál es el propósito de mirar el mundo
si no habrá luego ojos que lo alumbren?
¿Cuál es la intención de la espera si por último
nadie esperara a nadie ni siquiera Dios?
¿Cuál es el plan del Juicio Final
si no hay Juicio para la inmortalidad?
¿Para qué el alma entre escombros,
si en los asideros de la vida reina el silencio?
¿Para qué el tiempo, ese cadáver aéreo,
si a los extremos gravita un sumidero sosegado?
¿Por qué el ser, que se desliza entre las interrogantes
y fragmenta el significado de las contradicciones?
¿Por qué dioses de piedra y barro y amuletos
en la medianoche del fin del mundo?
FINISTERRA
El mar, el mar ¿quién podrá agotarlo?
YORGOS SEFERIS
Agua y silencio es lo único que me queda.
En la mirada llevo el aire de otra ruta
y hacia allá, camino con mi derrota,
dejo en la luz lo que pude ser y fui.
Alma mía, hasta aquí llega tu viaje,
agua y silencio es lo único que me queda,
aparta del cuerpo toda tentación y pon final.
Deja para mi otro viaje que da comienzo
más agua, otro mar donde pueda extenderme
fuera del lugar de los vivos, allá fuera de esta tierra;
los soles que alguna vez vi pasar, los amores que siempre
deslizaron de mis manos, no serán más.
Agua y silencio es lo que me sobra
y ya no habrá más días, tampoco noches
para esta raza ínfima que se vela a sí misma
y es su derrota la que siempre acompaña su travesía.
Alma, no repongas más esfuerzo que aquí la tierra
no da frontera con nada que sea mi abismo,
y este mar, más mar que la fuerza de la ira
no será agotado, pues en el límite,
de agua y tierra,
no corresponde más que la ruta
del viajero que ya comienza,
un desconocido trayecto con solo
agua y silencio.
No depongas, mi alma, no degrades
mi nueva vida con tu recuerdo,
que a donde viajo no hay infinito,
solo un suceso apremiante,
noches solas de agua y silencio.