30 Mar 2023

2. SOMOS NUEVA YORK POETRY REVIEW. POESÍA CHILENA. CÉSAR CABELLO

-24 Ene 2023

 

Cesar Cabello, miembro de nuestro consejo editorial y ganador del I Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press, comparte en exclusiva para nuestros lectores una selección de su poemario inédito El lugar sin voz. 

 

 

UMBRAL

 

¿Por qué eres tan breve? El hombre que huye

jamás termina de pronunciar su nombre,    

de cavar el foso para la tumba asignada.

 

Desconfía de tu pobre memoria trascendida,

secretos que cambias por paredes

de oscuridad o deseo.

 

¿Por qué frecuentas a los heraldos de la noche?

No todo cuerpo que cae y se hunde

deja,

 en el agua,

 la misma ondulación.

 

De qué estás hecho, sino de sombras,

lealtades ciegas al viejo capitán de las cadenas.

Tu nombre es César, bandera de trashumancia,

atadura y carga, amarrada al pie,

de un vago retorno.

 

¿Por qué huyes si tu memoria vuelve

convertida en sal o en corona de espinas?

No toques ese cadáver maltratado

por la pesadilla de la historia,

para hacerlo hablar.

 

Eres la boca muerta y el muerto,

al que el poema olvida. No eres el médium

ni el que oficia por nosotros

sus misas gregorianas.

No hay voces, bocas ni sombras,    

que pueblen los desiertos nacionales

de tu fantasía, déjanos descansar.

 

Eres tú y el ojo que habla

como el viento, eres tú el que sale vivo,

desde las entrañas del cadáver,

para morder la piedra y tocar

un poco de tierra firme.  

 

Ven aquí, acércate, no seas tan breve,

ya sé que la placenta y la sangre cubren tus ojos.

Todo recién nacido parece un boxeador.   

 

Ten, límpiate, déjame ver tu mirada

y oler lo que te trae hasta aquí.

El animal es también como un poeta

que conoce su oficio:

Sabrá siempre regresar

a su madriguera.

 

 

METAMORFOSIS DE LO OSCURO

 

Un animal es un abismo, un gran ojo.

Te apuesto el tiempo que tarda en regresar la equina ola,

mansa como una lámpara, pero fugaz

como todos los precipicios.

 

La grieta escapa de la dominación del negro,

despedaza al pájaro con la pulcritud de una bocanada,

de una cruz de humo, de un resoplido,

y así hunde el pie en el pesado desastre,

donde ilusión e iluminación se disputan

lo que queda del mundo.

 

La voz animal nos devuelve a su forma blanca,

trae a la acción al viejo reparto. El abismo y la grieta

prueban la necesidad de un rostro; el sol y la muerte

solo se notan al tocar tierra firme.

 

Un animal es un ojo, un abismo;

es el lugar de un país, sin planificación, sin proyecto.

El animal persigue su velada sombra, va hacia el fondo,

para convertirse de verdad en lo que para nosotros no es,

la extrañeza soñada, lo irremediable, una aspiración

al desorden de los sentidos.

 

 

¡ADIÓS, SIGLO XX!!

 

Cuando el mundo era a combos,

ningún perro ladraba más allá de las 12,

un nuevo país terminaba en la esquina

y el animal del poema era la cruza

entre el luto de una flor

y tus huellas dactilares.

 

La noche cabía en el puño de un anciano de armas.       

En una calle del tiempo, el boreal señor del ocaso

colgaba preseas a sus desertores.

 

¡Adiós, siglo XX, llegaré tarde!    

Adiós a sus empapeladas consignas

y al peón de la historia.

 

Politizaron los sueños,

hasta en las pesadillas había testigos.

La vigilia comenzaba de golpe,     

como al ingresar de polizón a una casa

que no era la tuya.

 

¡Adiós, siglo XX, llegaré tarde!

Del otro lado me esperan las bestias del duelo,

animales que no cavan su tumba

poema a poema.

 

¿Por qué no entras o te decides a morir allá fuera?

¿Por qué no intentas seguirme y dejas tu lugar

entre los desertores?

 

Cuando el mundo era a combos,

los ojos se adiestraban en escuelas de renuncia

y la poesía era una flor,

entre tus huellas dactilares.

 

 

EL HUEVO TIENE EL COLOR DE LOS FANTASMAS

 

El salvaje huevo, el color sin voz de la gallina blanca,

como si el hábito de sustraer una letra a la Creación

fuera la interrogante.

 

El huevo, fantasma de sí mismo,

indultado entre la forma que lo nombra

y la nada que lo gesta,

me habla con la autoridad de una manzana,

de lo que está vivo y crece

aun sin avestruz.

 

Ese huevo, mandamás de lo intachable,

lisiado del espíritu, en acción y número,

pone su perdido rostro al servicio de la duda  

y de todo lo que no quiere ver.

 

Un huevo, a falta de otro nombre

para la incertidumbre llana, la del poeta niño,

me pregunta por la lógica de dibujarle plumas

a lo que no toco y pienso, por encima

de mi brevedad.     

 

Ese huevo, feroz en su argumento de carbono,

en su presencia tácita de ave que no corre

para alzar el vuelo,

me devuelve a las bases del instinto,

al animal del alma,

al punto en que las cosas ya no llegan

demasiado lejos.

 

Yo también estoy contigo, hermano huevo.

¡Y con tu nidada! Pero también estoy 

en esa oscura ciencia de colgarle alas al vacío,

de unir sombras con palabras que conozco

y otras que descubro

para restarle horas a la muerte,

porque eso me restituye,

consuela, me hace humano,

no un huevo.

 

 

UNA MESA PARA DOS

 

Es la hora del té, en la mesa de seis patas. Tres cucharadas menos desde el puntero sobre el nueve hasta el final del mediodía. Solo estamos la Liebre de Marzo y yo, no queremos ser molestados.

 

—Bill, la lagartija, no saldrá de aquí

como no sale un poema de un sombrero.

 

—Sale porque no tiene cárcel

y porque le anda la primavera como el otoño

a un poeta tardío.

 

—Eso no tiene excusa, 

no se entra a un salón con una flor que ladra.

 

—Tampoco se bebe té ni se tiene amigos

muy cerca del epíteto gu-sa-no.

 

—Bill, la lagartija, es errático como un cometa

con la cola untada en agua de nieve.

 

—Como un pincel, ¿querrás decir?

 

—Como una oveja que fantasmeaba

o una jeringa puesta a tiempo. 

 

—Siempre tienes un color más en tu paleta

y cada vez menos un resfrío hondo.

 

—No sería otro si no creyera que el mundo

es una mesa para dos.

—¿Me estás seduciendo?

 

—¿Lo logro?

 

—Bill, la lagartija, habla raro

cuando el Lirón se vuelve espantadizo.

 

—¡Se le doblan las sábanas como a la Sota

de Corazones!

 

—A todos se nos doblan las sábanas,

se nos hace estrecho el futuro.

 

—Qué universal lo dijiste.

 

—No sería otro si no creyera

que en mi mesa hay espacio para dos.

 

—¡Oooh!

 

—¿Qué?

 

¡¡¡Ahora tú me estás seduciendo!!!

 

¡Eso es una verdad a medias!  ¡No soy tan absurdo

para no saber que una liebre conduce a otra liebre

hacia el ocaso!

 

¡¡¡¿Te arrepientes?!!!

 

¡No me arrepiento, no lucho!

 

  

César Cabello (Santiago, 1976). Ha publicado Las edades del laberinto (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2008), Industrias CHILE S.A. (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2011), El País Nocturno y Enemigo (Santiago, Piedra de Sol Ediciones, 2013), Lumpen (Santiago, Tacto Editorial, 2016), Nometulafken, al otro lado del mar (Santiago, Lom Ediciones, 2017), Cuaderno obrero (Santiago, Edición Personal, 2019), Idolatría del huésped, (Nueva York, Nueva York Poetry Press, 2020) y Libro de las huidas y de la hoguera (Arica, Editorial Aparte, 2021). Ha sido incluido en las antologías La memoria iluminada. Poesía mapuche contemporánea (Málaga, Cedma, 2008); Los cantos ocultos. Antología de la poesía indígena latinoamericana (Santiago, Lom, 2009); Memoria poética. Reescrituras de La Araucana (Santiago, Cuarto Propio, 2010); Escribir en la muralla. Poesía política mapuche (Buenos Aires, DLG Ediciones, 2011). En 2006 obtuvo el Premio Eduardo Anguita. En 2007, 2012, 2016 y 2019, recibió la Beca de Creación del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. En 2010 y 2012 se le concedió el Premio Mejores Obras Literarias, por los libros Industrias CHILE S.A. y El País Nocturno y Enemigo, respectivamente, y en 2020 el Premio Internacional de Poesía Nueva York Poetry Press.

 



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