01 Jun 2023

84. PRIMER ENCUENTRO DE POETAS IBEROAMERICANOS CDMX 2023. ALFREDO PÉREZ ALENCART (PERÚ)

-09 May 2023

 

Primer Encuentro de Poetas Iberoamericanos

Ciudad de México, 2023

Alfredo Pérez Alencart

(Perú)

 

 

QUERENCIA

 

Somos respiración del tiempo

o voces oídas por el árbol más alto de la tierra.

No sombras, no fronteras;

secreta purificación dentro del poderoso vacío

de tu imagen con mi imagen,

allí donde la vida nunca se agrieta

si dejo de mirar tu sonrisa

o el corazón que se llevaron los remolcadores.

 

Sé que refulges en la llama de mi mirada,

pues eres luz amarrada a mi cuerpo

lleno de palabras para la noche del existir

junto a ti, ya devueltos al origen,

música hablando de nosotros,

orquídeas mejorando su color si te nombro.

No inviernos, no otoños;

querencia muy afirmada alrededor del río

y los pájaros del trópico y la meseta.

 

Somos respiración del tiempo, princesa,

y es normal esta querencia, esta desnudez perfecta

que se acompaña con el canto de los ángeles,

mientras Dios nos abre su ventana.

 

 

EL VIAJE

 

Sé que en este viaje llevas el corazón hecho pedazos

y sé que vas diciendo

que ningún obstáculo te impedirá llegar a tu destino.

 

Un rayo ardiendo en la noche

para sacar brillo al faro de tu necesidad. Yo sé

que ahora dudas del inmenso ojo de la vida,

¡así, con tu puño lleno de hojas secas!, ¡así, con una rama

haciéndose ceniza!, ¡así, blasfemando hasta que

se te calienta el cráneo!

 

El pecho jadeante de la espera, lejos de varitas mágicas,

cerca del sudor fronterizo con signos de impiedad.

Gritas: “¡Abridme, aunque no tengáis

simpatías por mi llanto!”.

 

Sé que estás saliendo con una linterna sin bombilla

y sé que no te laceran las amonestaciones,

los vehementes reparos, el polvo que acumulas en tu

rostro. ¡Cuánto

padecer por lejanías! ¡Y qué del desgarro

por ir tras endebles o apetecibles trofeos!

 

Como un hombre enceguecido

esperas múltiples crucifixiones: allí, allí, allí…

Y gritas: “¡Dejadme un abrevadero donde mis labios

sacien su sed!”.

 

Sé que en este viaje llevas el corazón hecho pedazos.

 

 

TE ESTREMECES POR EL LOBO Y EL CORDERO

 

Te estremeces por el lobo y al cordero.

Amas ultrahumanamente, sin límites, como la música

del universo. Oh profunda sinfonía forjando

lo sagrado de principio a fin, alto asidero donde sobrepuja

la esperanza. Oh sucesión eterna que desatas

unisonancias, instintos trajinando hacia el magma

de lo trascendente, de la cadencia absolutoria

concebida compartiendo a ultranza las aguas profundas

y las hondas delicias de un contravuelo angélico

que se abroquela para recibir al Viento más feraz.

Siempreviva estás, trashumante presencia.

Te hospedas en la Luz que no aniquilan los ocasos.

Estando sin estar, eres evidencia,

cerebro verbal resaltando chispas de pureza,

latidos sin cautiverio, ciertísimo llamado de traslación

más allá de anhelos y desveladas ensoñaciones.

Pertenencia al páramo del Desprendido de sí,

a su oculto ritmo, a su lenta llama venturosamente

extemporal, cual indescifrable alianza.

Pertenencia al portal de los testigos,

al presagio de otro Reino, al aliento acrisolado

cual plenitud donde prospera lo sublime.

Pertenencia al verbo de una estrella.

Pertenencia al llagado cuerpo de doliente ternura.

Pertenencia al ala que se desvanece por los aires.

Pertenencia al linaje que acopia inocencias de siete en siete.

Te perpetúas en la antelación de la alegría

y asciendes, porque tu Unidad sabe la fórmula

de diásporas y deslumbramientos.

Clamas por tu orfandad. Clamas contra látigos agresivos,

fraternizando con los perseguidos, abrazándoles,

compartiéndoles la realidad que hay en los milagros.

Nada te desmide,

Criatura de nombre hermosamente pronunciado,

piel consumante, contorno que se aviene a penetrar

en frondas de cálido renacer.

Mantienes el don de ser el antes y el después,

lámpara alumbrando los vuelos breves del pájaro, su sombra

en la alta noche del abismo.

Conduces los fervores hacia el alba adolescente,

pulsas con tu estatura de Árbol de vida, riegas violetas

con el cauce de tus transpiraciones.

¡Horizontal ejemplo el de las manos extendidas,

el del pulso que sustenta! ¡Belleza de la Forma en el paisaje!

¡Oh Dios, qué desnudo afán el de este Amor

avanzando eterno, dándose así, tan pródigo!

 

¿Qué savias vas donando?, ¿qué otras luciérnagas te rondan?

 

 

PESSOA, FERNANDO

 

Se aparece a las cero horas, mientras leo sus salmos perpetuos.

No vendo esta flor que resiste los siglos;

no compro otra flor mientras esta transfigure mis cicatrices.

 

Árbol ardiendo, todavía.

Libélula impaciente, desde el 35,

sea Álvaro

o Bernardo, sea Ricardo o Alberto,

sea Alexander o Antonio al vaivén del repliegue en sí mismo,

absorto en otras existencias que apresan su insaciedad

y le marcan como hierros lejos de su cuerpo.

 

Su huella está en la cumbre, hecha brasa.

Leo los pliegues de su alma,

¡y cómo me persigue tal pozo de tormentos!

Lo suyo es un Libro de Primicias

que increíble me acostumbra a respirar de otra manera.

 

Otro poeta, su sombra,

(posiblemente yo), susurra:

Nunca he sido yo, pero quizás mentí para decir la verdad.

 

Mañana, cuando despierte, bajaré a la playa

para cumplir uno de sus mandatos:

“Al sol siéntate. Y abdica

para ser rey de ti mismo”.

 

 

HUMILLACIÓN DE LA POBREZA

(Niño de tres años vendiendo chicles)

 

No decir tu nombre. Decir tus ojos reflejando fríos

decir tus manos extendidas; decir que perdiste niñez

porque un remolino de pobreza te estrelló por calles

donde escuchas palabras bruscas y palabras huecas.

 

No decir tu país o tu ciudad. Decir tu futuro en vilo,

dependiendo de valentías o vergüenzas devoradoras;

decir que subsistes en medio de los días quemados

y que no desfalleces, aunque todavía eres vulnerable.

 

No decir el color de tu piel. Decir que las hambres

te gritan desde que naciste; decir que tu foto no sale

en las páginas sociales; decir que el día te hizo cauto

y que la noche y sus rapaces están ahí para devorarte.

 

No decir discursos políticos o teológicos. Decir que

nadie remienda tus zapatos; decir que tu desamparo

se debe al orbe asqueroso de la codicia; decir llanto,

injusticia procaz, rabia ciega; decir pan mío para ti.

 

 

SALMO INFINITO PARA LA ROSA MADRE

 

No ha de guardarse más el salmo infinito

que despierta para ir junto al corazón

de la madre dadora del puro amor

que nunca desfallece.

Oh vivientes cuidados de la infancia

y de todos los entretantos de la existencia.

Aprisa este niño ya no visible

se uniforma como cuando iba a la escuela,

seguro de ancestrales afectos.

Nada amargo se remueve en mi memoria

y sí un inventario de alabanzas

confirmando sus nutrientes.

Por venas copiosas se acumula la filiación,

se incorpora a mi destierro y repite

canciones de cuna capaces de calibrar

esta madura respiración magnetizada

por miles de horas latiendo entre las piedras.

Cuando las horas totales se sumen,

deberán apilarse con las otras que son llaves

maestras en abrir mi pecho,

con las verdeantes horas de tres lustros

cazando luciérnagas bajo la atenta mirada

de la madre de esta vida entera.

Oro genuino reluce de las imágenes

que desfilan en esos pedazos del camino

lleno de soles y lluvias, de sensible

comprensión del mundo,

de desvelos protegiendo la enredadera

del llanto.

Pronto supe de la fuerza suprema del amor

al primogénito. Pronto surcó su voz en mis mañanas

de selva y calles polvorientas. Pronto

me impregnó con sus aires de dulzura.

Si a su regazo fui feliz,

como un gran bálsamo resulta su presencia

en este mediodía de mi ser. Su testimonio

de madre es oxígeno suficiente

para las más altas escaladas.

Madre mía, me coso a ti con el hilo

indestructible del amor que no se evade,

el mismo amor que a los dos

nos va sobreviviendo.

 

 

LA CASA DEL PERDÓN

 

Oye cómo los odios vociferan contra ti su idioma

de muerte y destrucción.

Oye sus bravíos saltos para hacerse con el cetro de la jauría.

Oye sus pasos salvajes trayendo desolación al inocente

que apenas se mantiene en pie.

Oye sus murmuraciones que les llevan a hirvientes desvaríos.

Oye el triste resonar de sus respuestas adulteradas.

Oye la enumeración de tan malolientes costumbres.

Oye las blasfemias que duelen como mordeduras.

Oye sus amargas maledicencias entretejiéndose pálidamente.

Oye la falta de remordimientos que expresan.

Oye sus palabras impregnadas de fósforo y estiércol.

Oye cómo pregonan su inmisericordioso menester...

Óyelos con tu corazón asediado por ese prontuario

de conspiraciones y patrañas.

Óyelos sin retroceder, pues tu poder es el amor

que les resulta inalcanzable.

Después de oírlos,

enseñarás que la casa del perdón está hecha de amor

y que el amor no es un reino ajeno ni una fría lápida sin epitafio.

Darás la paz y el perdón a tus angustiadores

y que ellos escarben en su memoria

el inventario de infamias

o revisen el aceite caliente que irriga sus corazones.

Porque tu amor está contigo

nada entenebrece la convivencia de tu casa.

He aquí el testimonio que abre la puerta a vidas deshabitadas,

a hijos pródigos volviendo al conjuro del amor.

 

 

EL TORO ENCANTADO

 

Quizás yo sólo sea el reverso de una sombra

o la figura revelada bajo el último relámpago

sobre el paisaje de mi heredad,

allá donde estaba soñando el porvenir

montado sobre un toro tan antiguo como el amor,

más acá de la altura del barranco de los aguajales,

emplumado con calendarios que ignoran

la desaparición de tan verde lugar.

El toro es lo único que me resta de aquel paraíso.

Voy por sendas sobre tan noble animal

cuyo rugido es como rememoración del encantamiento,

de todo lo que era posible entonces,

cuando cielos y bosques ensanchaban mi corazón.

Quizás mi destino se fraguó alrededor del toro

cuyas fuerzas no flaquean por su cuero

resbaloso de presagios.

Pero todo se confunde en la ceremonia

que dentellea lo dichoso entre árboles ululantes

al sentirme volver tras larga ausencia.

Quizás en otra época mis pies trazaron la trocha

de libertad por el que me lleva el animal.

Al final del camino, el toro parece comprender

el mucho secreto de mi tristeza. Sabe de mí,

pues él mismo se grabó mi nombre en su frente.

Quizás yo sea ese toro que recoge las sobras

del festín y entierra las patas en el suelo

de su antiguo paraíso.

 

 

FORASTERO

 

Tierras duras, ¿dónde un hueco para este paria

que no se resiente ni a la menoscuarto? ¿Dónde

un catre roto para tiritar lento otra amanecida?

¡Aquí acudo, mis murmuradores! ¡Aquí perforo

la tela en pos de trashumancias! ¡Aquí, pisando

cepos, trastabillo y aprieto los dientes y hambreo

hasta roer la piedra! ¡Aquí resiembro espinas

que me torturarán más allá de la extremaunción!

¡Sí, gentes huidizas del abrazo o del desangre,

vine para deambular por el hedor de la basura!

Tierras duras, ¡ni baratijas traigo ni lujos pido

al hosco secano de vuestro corazón! Amados

prójimos, ¿por qué huyen de mi faz mendiga?

¿Mías las fronteras, los visados? ¡Nada es mío

salvo el horizonte boreal no sujeto a la muerte

o la aguja que de continuo taladra el minutero!

Tierras duras, tierras empinadas por los siglos,

¿dónde unos granos de trigo?, ¿dónde el zumo

de dulce viña? ¿Dónde un colchón de paja vieja

para posar mi fatiga sin brecha o mi día cardal?

¡Creo en el maná que veo en la mano del Amor!

 

 

MUJER DE OJOS EXTREMOS

(Jacqueline)

 

 

Mujer de ojos extremos: soy todo convulsión

durando en músculos de flamígero presidio; soy el juzgado

y condenado cuando me ausento a veces por el otro

tiempo de la manzana; soy el ángel rehabilitado

que te sigue con su ala de amor, gentileza

contra los bárbaros; soy el que desdeña pertenencias

que no hacen falta, manos en ardimiento,

violín flotando por aguas amargas, por soles trizados

pero siempre a tu lado, a las veintitrés lunas de tus huesos,

a tus noches henchidas quedándose para que bese

tus sueños y cosquillee tu torso hasta volverte

gacela del Líbano viniéndome cuidadosa.

 

Tú, que tienes de Querubina, alúmbrame con luciérnagas

y cuida mis desgracias, mis espectros de dos lenguas,

mis miradas deshilachadas, mi vida individual

y colectiva: cuídame hasta la última edad, diluvia

en mi fisiología, relaciónate, relígate, ora conmigo ahora

y en la hora del gozo, del llanto de la exacta realidad,

creando a fondo la comunión carnal y los vientos

favorables del espíritu.

 

Yo te necesito, mujer de seda y acero: necesito tus ojos

extremos para crucificarme tan de continuo,

para ser testigo de tus llamas sin corrupción, alimento

para mi supervivencia que ya rectificó su rumbo

y atraviesa tu noche única de prodigios como si hubiese

sido un sueño apretado a nosotros mismos,

en plena acción de tierras y cielos aplicándose

al oído tus susurros y los míos.

 

Mujer: espósame con invocaciones

que nombran lo amado, con emoción continua, con risas

que destellen eternidad y asedio a mis partes mortales,

aisladas por tu respiración en mitad de la almohada:

centro vivo, pulsación que me concierne, cerebro febril

gravitando en la certeza de mis manos, movimiento

libre de tus nervios principales en cuya rotación

nunca quedo a oscuras.

 

Mujer de ojos extremos: te cobijo ahora que sientes frío

y el ruido del mundo atasca historias a la orilla de tu río,

de tu bosque, de tu cielo de tantas estrellas,

allí donde bailé contigo baladas y promesas

hasta hacerse agua nuestra boca tan temprano, juntos los dos

pero distintos a todos, éxodo tras éxodo para gestar

al unigénito portador de todas las sangres

de aquellos forasteros

que nos legaron un corazón alejado del odio.

 

Yo te beso,

mujer madurada bajo el roce íntimo

de mis días vertiginosos.

 

Te beso

porque cabes en mis brazos

y giras tu curva esplendorosa

para que te respire

como a la esposa del amor

que está junto a mí

en todas las resurrecciones.

 

 

Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Poeta y ensayista peruano-español, profesor de la Universidad de Salamanca desde 1987. Es director, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos. Tiene publicados 15 libros, ha recibido varios premios internacionales por su trayectoria poética y su poesía ha sido parcialmente traducida a 50 idiomas.



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