TIERRA DEL ANTIGUO PUEBLO DE CHIPAYA
La lluvia abre y desborda los mausoleos
llamados chullpas en tierras Aymará
Entre escombros de edificios fúnebres
restos de cadáveres son devueltos a la vida
El sol limpia los huesos la lluvia los ordena
Brillan como tajos de cielo en la roja planicie
del altiplano
En una caravana viaja un pueblo aún invisible
Su trayecto se asemeja a un corazón demarcado
por venas túneles luminosos ramitas que sujetan
el adobe de sus arterias mayores
La lluvia entra humedece sus racimos pulmonares
Sus pisadas compactaron la tierra
donde habrán de edificar perpetuamente
Este pueblo se llama Chipaya
Para la caravana el viaje es alejarse del centro
En su cuerpo entierran la primera estaca
Deshecho el equipaje amontonan ladrillos
sobre la hidrografía cambiante del lugar
En el aire andino sus dioses se desvanecen
y vuelven sujetos al equilibrio del territorio
El último en dormirse ya no distingue entre ideas o deseos
Se abandona al tiempo en que la arcilla y la muerte
lo abrazan
* * *
El rayo dicta los puntos cardinales
donde la calavera se pierde
Señas profundas en los sucesos del día
emplazan el pueblo con alambrado de viento
Las lluvias continuas sobre la planicie arenosa
y las pequeñas hierbas asidas al suelo
han conformado el material
que extraen presto los chipaya
en forma de ladrillos
Edifican sus efímeras viviendas
llamadas putucus casas de viento
que el mismo viento y la lluvia
devuelven al suelo con el tiempo
* * *
La casa y la tumba
juntas en la imagen del agua sobre la tierra mojada
simetría que habita el espejo blando del territorio
Una de pie la otra acostada
habitan el nudo entre llegar y partir
la superficie en preparación
que un tablero drástico resuelve
La otra vida es un pueblo donde todos
por cualquier medio tenemos que llegar
Un camino seguro es la casa
— volverse por donde se vino —
Una casa vive de quienes alberga
— como una tumba —
Los difuntos tienen el poder de ascender por los rayos
subir la escalera de la lluvia y prepararse
para llover sobre el territorio inundable
donde el cráneo desmarca el mapa
que los putucus han insinuado
* * *
No cualquiera puede hacer llorar la campana
porque arriesga anunciar su propia muerte
El tañido es escurridizo e intrépido
hay campanas distintas para hombres y mujeres
situadas en extremos opuestos del templo
Para la muerte el metal es oportuno
se cuida mucho su orden y sus funciones
Cuando escuchan las campanas fatuas
los dirigentes cierran sus cabildos con dos candados
uno por los hombres y otro por las mujeres
Así no entra la muerte por la mezcla
Un signo inequívoco
impide accidentes
No habrá huida
donde el nombre esté claro
AGUA EDIFICADA
Un pozo se edifica primero en la cabeza
En su flujo se cruzan el temblor y el equilibrio del volumen
En el trayecto retórico del líquido el espacio se articula
por los sentidos
Alrededor el baño y sus cañerías
acueductos palabras agua edificada
llaves de paso y obstrucciones
No hay quien limpie y destape el resguardo de los tubos
Maraña de residuos que la cabeza no soporta
Diferenciar agua corriente de agua estancada
Separar la fuente de su ámbito séptico
Afuera los charcos y las fosas tragan luces
claros infinitos en el linde húmedo
de perspectivas enterradas
Reflejo escurridizo que encandila
define al cuerpo por distancias interiores
bordes traslúcidos que organizan la deriva
Manos que se asoman
como pensamientos inaudibles
Infinita sed saciada de ahogos
Ratas ancestrales refugiadas
con las garras asidas a un escombro
Hay un río que es lo mismo
sin estuario siempre igual
a ti
HOSPITAL / HUMEDAL
I
En filas eternas como relojes enclenques
pasillos y salas de espera dispuestos y dóciles
a la violenta represa totémica de La Sanitaria
los surcos pastosos entre las trapeadas baldosas
nos recuerdan de golpe que la vida brilla más
cuando invade a lo inerte
Sabe por dónde se pierde
porque avanza sin razón
En el tedio del turno y el número que lo designa
en acompañar a un pariente a cobrar su hora
sintiéndose como el balsero de una enfermedad conjunta
los muros acusan el curso de cemento vertido
rastros de albañiles pesadillas con cuerpo de contratista
Las flechas con cinta amarilla pegada en los pasillos
sus vértices el sonido de lo que va sobre ruedas
pasando raudo y las arañas inmóviles en las esquinas más altas
como si hubieran dejado un antiguo cuerpo
Un anfibio confunde pelo con musgo comestible
El nido a contraluz de una paloma a la que alguien nombró
como a su madre
Cañerías subsuelos entretechos
manto de polvo que vela los tragaluces
No son las grandes edificaciones ni la transparencia de los vidrios
en la cara abierta del hormigón armado
lo que resume el vasto influjo
No son los vectores del carácter en las inflexiones de un rostro
o este mármol azul gris rosa único en nuestra red salubre
El hospital gotea por los materiales útiles al cuerpo
Se agrega a la composición de la fauna que habita a su lado
La encrucijada del humedal de los Olivares
donde una tagua flota inmóvil
y no llega otra lluvia
que la nuestra
II
El humedal de los Olivares
donde la garza prefiere un nido de deshecho industrial
en vez de un intrincado rincón de ramas y de espinas
El humedal de los Olivares
donde la mosca patilarga delega su verso a los zancudos
y la araña flotante se hunde entre pejerreyes que esperan
a una libélula divisada por un paciente sin nombre
El humedal de los Olivares
donde la tagua resucita ante el cemento del puente
que alberga a los coipos en cuyo lomo descansan los anfibios
salidos de las rojas cañerías del edificio colindante
El humedal de los Olivares una hidrografía imaginaria
donde el hospital congrega a sus huéspedes acuáticos
Toda el agua desde la tos hasta el drenaje enfermo
cae acá como el pájaro que exhausto se debilita
cantando a través del clima su extinción
Fatiga el sol la sombra hace falta
pero aún la grasa palpita negra en los motores
transpira el duelo por el aire acondicionado
y los cursos residuales
El flujo humano que va por el hospital de los Olivares
va también por el humedal sobre una balsa
que sirve únicamente para salir de ahí
SEPULCRO
Mi garganta tuvo sed antes de la estructura de la piel y la vena
DYLAN THOMAS
Enterrados el musgo nos comunicaba
y el cielo estaba incrustado en nuestro pecho
Nuestra mirada se abrió paso a través de la hiedra
buscando al sol como una flor
un ojo en cada pistilo
Por entre los ramos que nos pusieron encima
vimos de nuevo el mundo abierto
y nos miramos transparentando los sepulcros
Éramos el río escurridizo
que sube por la luz y el vapor
de los tallos desfallecientes
Vi la columna recta proyectada
hacia la estrella que hasta aquí me trajo
Nos bauticé a todos con el mismo nombre
Cielo enterrado en la tierra
Tierra enterrada en el cielo
Entonces vi que deambulando
a ciegas nos necesitábamos
todavía después de muertos
Y al final
y al revés
volvíamos a la vida
para buscarnos en vano
José Badía Berner (Santiago, Chile, 1987) Se ha desarrollado en diversos ámbitos artísticos como son la pintura, la ilustración, la poesía, la crítica de arte y la música. Además de participar en exposiciones tanto en Chile como en el extranjero, ha escrito y editado textos para Galería Patricia Ready, TIM Arte Contemporáneo, Museo de la Exploración R. A. Philippi y diversos espacios independientes. Ha publicado los libros de poesía CASITA (Autoedición, 2019) y Acueducto (Editorial PLO, 2019). Recibió la Beca de Creación del Consejo Nacional del Libro y la Lectura 2019. Escribe crítica musical para los sellos Nonlocal Research, Transamericas y Mappa. Ha compuesto música para proyectos audiovisuales, de los cuales cabe destacar el cortometraje And the Whole Sky Fit in the Cow’s Eye de Francisca Alegría, ganador del Premio Mejor Cortometraje en Sundance Film Festival el año 2016.