01 Jun 2023

488. POESÍA COSTARRICENSE. PAUL BENAVIDES

-14 May 2023

 

POEMA 15.- 


La mujer cuyo nombre nunca supe 

y desnuda calentaba mis razones 

como perros flacos. 


La casa a la que vuelvo,

donde hablo,

con los fantasmas que me vieron nacer 

y duermo en el lecho. 

Donde el amor 

y la pesadilla arden impunes. 

Son mi patria. 


Mi patria escueta escuálida proclive

a la fantasía y el error,

en los bordes de un lugar en donde una vez

fui feliz . 


Mis perros idos son mi patria. 

Mis gatos que detrás del tiempo

maúllan su memoria y mi dolor. 

También son mi patria. 

El hambre de mis abuelas,

sus pesadillas entre los pliegues del horror

y un dios victorioso. 

Son mi patria. 


El sabor de la guayaba en los rincones,

húmedos de la adolescencia. 

Una boca que se parecía tanto a la tuya,

los cuerpos flacos de los primos

en las playas díscolas de la felicidad. 

También son mi patria. 


Los pájaros arborescentes que imagino

salidos de una hora que aun no llega.

Son mi patria. 


El aliento a licor de la abuela 

que me liberaba de su miedo

y  de su caos. 

También son mi patria. 


Mi patria es el fracaso del niño que no fui,

la maleta a cuadros del padre que iba y volvía

de su viaje solitario,

la grieta por donde esta patria 

muere y resucita todos los días. 

También es mi patria. 


Un liquen pequeño 

que el aire sostiene de milagro. 

Un sobrio grillo necio 

como un pájaro desesperado.


La telaraña que atrapa el día 

y deja pasar su luz acuchillada. 

La palabra alma,

la palabra cielo,

la palabra lluvia,

los árboles negros,

las ramas negras,

los ríos negros,

las piedras negras. 

También son mi patria.   


El naufragio de lo que recuerdo. 

Mi siesta al medio día sin memoria,

el vivir esperanzado y sin promesas,

las cuatro paredes de la casa. 

También son mi patria. 


Las grietas por donde me olvidaste 

y por donde te recuerdo. 

El día en que volviste y el que te fuiste. 


Sus escribas beodos, sus plumíferos

que se reparten el oro y la mirra. 

También son mi patria. 


Mis años,

mis huesos y mis pies,

los que aun quiero y deje de querer,

los que aun quiero y ya olvidé. 

Un país envuelto en una miserable 

túnica de aprobación,

en un glorioso halo de esperanza. 

También son mi patria. 


 Mi abuela Elena que no conocí,

el beso de mi padre a mi madre,

los caballos, los perros, los domingos de la infancia. 


Esto que linda 

al sur con la nada,

al centro con la nada,

al norte con la nada. 

También son mi patria.  


Eso que detesto. 

Todo lo que detesto,

su perversa mansedumbre,

su paz falsa,

su silencio cómplice,

este diciembre hermoso,

parecido a dios en la sustancia. 

Su aire frío,

la ruta de las chinas 

que dividen la vida en un antes y un después. 

También son  mi patria.  


Mi patria,

tan parecida a la noche y al dolor.  




POEMA 20.- 


Te pregunté si te dolía 

el amor hallado, herido, 

en tu cuerpo de pantera, libre 

entre hombres bobos. 


Te pregunté si herías

a todos los puertos del mundo,               

a todas las calles vacías

y  a todos los que no llenaban 

ni tu sombra ni tus pasos. 


Te pregunté por el mar de Pessoa, 

por ese mar enorme y portugués, 

cargado de sal, de gaviotas 

y de barcos pequeños.  

Que te salían por las manos.             

 Por tus años borrosos  

como la bruma de Lisboa.  

Por el amor, por todo tu amor 

que no olvidabas 

a cada rato recordar. 


Te pregunté por tu edad sin edad

que llamabas destino, soledad, luz, mentira 

verdad siempre dicha en llamas. 


¿Te bastó la muerte para no morir?

Te pregunté si respondías con el oído sordo

a mi silencio blanco. 


Te pregunté por mí. 


Y respondiste 

con la nada.  

Me golpeaste 

con la nada.  

Con tus dos ojos 

hermosos y duros 


Que olvidaron los soles, los veranos, 

las manos que fueron 

y vinieron por tu cuerpo

como un fuego 

liviano sin memoria. 

 



POEMA 7.- 


No ya tu isla, 

tu recuerdo de domingo,

tu bombilla que alumbrara el revés de la noche,

la estepa verde y luminosa 

donde fuimos en el reino de la vida

puro amor y deseo. 


¿Y ahora? ¿Qué hacer? ¿Dónde crece el amor para ser ya con su contrario,

uno solo?¿Cómo llegar en un mismo río a un mar que no se encuentra?


Si en la casa abundan las calles vacías,

los ruidos muertos, 

la huella rota

de un triciclo

que el sol de la niñez 

aún no se desampara. 


Si ya uno, como un árbol en el tiempo, 

tocará el máximo de su fruto,

conquistará el rojo más ardido. 

Extendiera imposible las ramas hasta

un predio donde yace

el bullicio como un niño muerto. 


Qué queda sino lo hermoso de aquel aire

sin dolor. 

La resaca de la vida que golpea 

como un mar furioso en el patio de lo ido,

lo vivo en la desgracia

que muerde, muerde como aquel

perro de la niñez

que aún amamos.


Poema 20.- 


Te pregunté si te dolía 

el amor hallado, herido, 

en tu cuerpo de pantera, libre 

entre hombres bobos. 


Te pregunté si herías

a todos los puertos del mundo,               

a todas las calles vacías

y  a todos los que no llenaban 

ni tu sombra ni tus pasos. 


Te pregunté por el mar de Pessoa, 

por ese mar enorme y portugués, 

cargado de sal, de gaviotas 

y de barcos pequeños.  

Que te salían por las manos.             

Por tus años borrosos  

como la bruma de Lisboa.  

Por el amor, por todo tu amor 

que no olvidabas 

a cada rato recordar. 


Te pregunté por tu edad sin edad

que llamabas destino, soledad, luz, mentira 

verdad siempre dicha en llamas. 


¿Te bastó la muerte para no morir?

Te pregunté si respondías con el oído sordo

a mi silencio blanco. 


Te pregunté por mí. 


Y respondiste 

con la nada.  

Me golpeaste 

con la nada.  

Con tus dos ojos 

hermosos y duros 


Que olvidaron los soles, los veranos, 

las manos que fueron 

y vinieron por tu cuerpo

como un fuego 

liviano sin memoria. 





POEMA 34.- 


Y yo mismo

como un pequeño, barco de papel

que recorría

el ocio del agua con la mano flaca

para tocar algún pez del alma. 

La guayaba prohibida de la tarde

sin arrepentimiento alguno

como un dardo. 


Y yo mismo

Como el niño subido en el árbol viejo

a la intemperie sin miedo

tocando las puntas del miedo

descalzo sobre el césped

como un gato blanco que adivinaba

al pájaro simple y emigrado


Y yo mismo

Entre las divagaciones del zancudo

como un alce

en cuadro patas enormes sin destino

Y el caballo del tiempo sobre el zinc

Parecido al viento

la grieta en el adobe desde donde veía a dios

Hacer al hombre y la mujer de barro

O una araña perfecta

Y al búho ciego de día

Minotauro de la noche


Y mi yo mismo ahora

Con ganas de llover sobre esta hora

Como lo hiciera la vida entre mis muertos idos

Con ganas de algo parecido

al mar de la niñez

Cargado de sal y de gaviotas y de barcos pequeños

y de perros flacos en chacarita Puntarenas

a las cuatro de la tarde


Y mi yo mismo ahora

Sin años borrados en la memoria

En la casa donde estuve sin edad sin tiempo

Donde todos siguen vivos

El tío el gato lento los pericos la rubeola iracunda


Donde la abuela se mece con el oído sordo

Y la quietud en llamas

Mascando a dios como el pan viejo

Y se abanica con amor los soles

y los veranos

de un dolor nuevo




POEMA 38.-


                                                                 Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te había prescrito no comieras.

GÉNESIS 3:17

 

Y mientras Dios

los expulsaba del paraíso,

él seguía sus pasos

de gacela única, sobre el pasto rebelde,

entre ángeles gordos

y arcángeles aburridos. 

Ella era una tormenta

que lo golpeaba

por fuera

y un fuego raro que lo comía

por dentro. 


Y vio, por vez primera. 

Y oyó,  por vez primera. 

Y sintió, por vez primera

el cuerpo de Eva

Arder

como toda la pureza del pecado. 


Y en la caída

vieron la tierra larga y ancha

entre pumas, fieras, ranas, pájaros,

nacimientos, muertes,

guerras,

perros y  niños que jugaban

en un parque. 


Y sintió, por vez primera, la belleza del

amanecer,

el aliento de la muerte,

el abrazo del hijo,

la lágrima implacable,

el dolor que escribía su dictamen

en las heridas que iban

uniendo

sus dos cuerpos

en uno solo. 

En aquel maldito paraíso. 

 

 

Paul Enrique Benavides (Costa Rica). Sociólogo y escritor. Asesor del Departamento de Servicios Técnicos de la Asamblea Legislastiva por 29 años (Comisión DDHH, Com. Especial de Educación, Com. de Zonas Fronterizas, entre otras).  Pasante en las Cortes Generales (Parlamento español, 2008).  Profesor invitado en la UNA, en el Centro de Estudios Generales (2016 - 2019) y coordinador académico del Grupo de Debate UNA (tres veces ganador del  Debate Nacional Interuniversitario Alberto Cañas Escalante, Asamblea Legislativa de Costa Rica). Colaborador en la Revista Parlamentaria y en el PROSIC- UCR.  Ha publicado en poesía: Duelos Desiguales (EUNED 2012), Oficio de Ciegos (Arboleda 2014), Apuntes para un Náufrago (Letra Maya 2017), Aspera Noche (Letra Maya 2019), Los papeles de Chantall (novela, Editorial El Gato y la bruja, 2021), Premio Nacional de Literatura, Aquileo J. Echeverría. Esperan su publicación en poesía: Entre Senos & ReptilesCiego de Noche (poesía reunida 2016 - 2021) y En el duro tiempo del amor (novela inédita).

 

 


Compartir