POEMA 15.-
La mujer cuyo nombre nunca supe
y desnuda calentaba mis razones
como perros flacos.
La casa a la que vuelvo,
donde hablo,
con los fantasmas que me vieron nacer
y duermo en el lecho.
Donde el amor
y la pesadilla arden impunes.
Son mi patria.
Mi patria escueta escuálida proclive
a la fantasía y el error,
en los bordes de un lugar en donde una vez
fui feliz .
Mis perros idos son mi patria.
Mis gatos que detrás del tiempo
maúllan su memoria y mi dolor.
También son mi patria.
El hambre de mis abuelas,
sus pesadillas entre los pliegues del horror
y un dios victorioso.
Son mi patria.
El sabor de la guayaba en los rincones,
húmedos de la adolescencia.
Una boca que se parecía tanto a la tuya,
los cuerpos flacos de los primos
en las playas díscolas de la felicidad.
También son mi patria.
Los pájaros arborescentes que imagino
salidos de una hora que aun no llega.
Son mi patria.
El aliento a licor de la abuela
que me liberaba de su miedo
y de su caos.
También son mi patria.
Mi patria es el fracaso del niño que no fui,
la maleta a cuadros del padre que iba y volvía
de su viaje solitario,
la grieta por donde esta patria
muere y resucita todos los días.
También es mi patria.
Un liquen pequeño
que el aire sostiene de milagro.
Un sobrio grillo necio
como un pájaro desesperado.
La telaraña que atrapa el día
y deja pasar su luz acuchillada.
La palabra alma,
la palabra cielo,
la palabra lluvia,
los árboles negros,
las ramas negras,
los ríos negros,
las piedras negras.
También son mi patria.
El naufragio de lo que recuerdo.
Mi siesta al medio día sin memoria,
el vivir esperanzado y sin promesas,
las cuatro paredes de la casa.
También son mi patria.
Las grietas por donde me olvidaste
y por donde te recuerdo.
El día en que volviste y el que te fuiste.
Sus escribas beodos, sus plumíferos
que se reparten el oro y la mirra.
También son mi patria.
Mis años,
mis huesos y mis pies,
los que aun quiero y deje de querer,
los que aun quiero y ya olvidé.
Un país envuelto en una miserable
túnica de aprobación,
en un glorioso halo de esperanza.
También son mi patria.
Mi abuela Elena que no conocí,
el beso de mi padre a mi madre,
los caballos, los perros, los domingos de la infancia.
Esto que linda
al sur con la nada,
al centro con la nada,
al norte con la nada.
También son mi patria.
Eso que detesto.
Todo lo que detesto,
su perversa mansedumbre,
su paz falsa,
su silencio cómplice,
este diciembre hermoso,
parecido a dios en la sustancia.
Su aire frío,
la ruta de las chinas
que dividen la vida en un antes y un después.
También son mi patria.
Mi patria,
tan parecida a la noche y al dolor.
POEMA 20.-
Te pregunté si te dolía
el amor hallado, herido,
en tu cuerpo de pantera, libre
entre hombres bobos.
Te pregunté si herías
a todos los puertos del mundo,
a todas las calles vacías
y a todos los que no llenaban
ni tu sombra ni tus pasos.
Te pregunté por el mar de Pessoa,
por ese mar enorme y portugués,
cargado de sal, de gaviotas
y de barcos pequeños.
Que te salían por las manos.
Por tus años borrosos
como la bruma de Lisboa.
Por el amor, por todo tu amor
que no olvidabas
a cada rato recordar.
Te pregunté por tu edad sin edad
que llamabas destino, soledad, luz, mentira
verdad siempre dicha en llamas.
¿Te bastó la muerte para no morir?
Te pregunté si respondías con el oído sordo
a mi silencio blanco.
Te pregunté por mí.
Y respondiste
con la nada.
Me golpeaste
con la nada.
Con tus dos ojos
hermosos y duros
Que olvidaron los soles, los veranos,
las manos que fueron
y vinieron por tu cuerpo
como un fuego
liviano sin memoria.
POEMA 7.-
No ya tu isla,
tu recuerdo de domingo,
tu bombilla que alumbrara el revés de la noche,
la estepa verde y luminosa
donde fuimos en el reino de la vida
puro amor y deseo.
¿Y ahora? ¿Qué hacer? ¿Dónde crece el amor para ser ya con su contrario,
uno solo?¿Cómo llegar en un mismo río a un mar que no se encuentra?
Si en la casa abundan las calles vacías,
los ruidos muertos,
la huella rota
de un triciclo
que el sol de la niñez
aún no se desampara.
Si ya uno, como un árbol en el tiempo,
tocará el máximo de su fruto,
conquistará el rojo más ardido.
Extendiera imposible las ramas hasta
un predio donde yace
el bullicio como un niño muerto.
Qué queda sino lo hermoso de aquel aire
sin dolor.
La resaca de la vida que golpea
como un mar furioso en el patio de lo ido,
lo vivo en la desgracia
que muerde, muerde como aquel
perro de la niñez
que aún amamos.
Poema 20.-
Te pregunté si te dolía
el amor hallado, herido,
en tu cuerpo de pantera, libre
entre hombres bobos.
Te pregunté si herías
a todos los puertos del mundo,
a todas las calles vacías
y a todos los que no llenaban
ni tu sombra ni tus pasos.
Te pregunté por el mar de Pessoa,
por ese mar enorme y portugués,
cargado de sal, de gaviotas
y de barcos pequeños.
Que te salían por las manos.
Por tus años borrosos
como la bruma de Lisboa.
Por el amor, por todo tu amor
que no olvidabas
a cada rato recordar.
Te pregunté por tu edad sin edad
que llamabas destino, soledad, luz, mentira
verdad siempre dicha en llamas.
¿Te bastó la muerte para no morir?
Te pregunté si respondías con el oído sordo
a mi silencio blanco.
Te pregunté por mí.
Y respondiste
con la nada.
Me golpeaste
con la nada.
Con tus dos ojos
hermosos y duros
Que olvidaron los soles, los veranos,
las manos que fueron
y vinieron por tu cuerpo
como un fuego
liviano sin memoria.
POEMA 34.-
Y yo mismo
como un pequeño, barco de papel
que recorría
el ocio del agua con la mano flaca
para tocar algún pez del alma.
La guayaba prohibida de la tarde
sin arrepentimiento alguno
como un dardo.
Y yo mismo
Como el niño subido en el árbol viejo
a la intemperie sin miedo
tocando las puntas del miedo
descalzo sobre el césped
como un gato blanco que adivinaba
al pájaro simple y emigrado
Y yo mismo
Entre las divagaciones del zancudo
como un alce
en cuadro patas enormes sin destino
Y el caballo del tiempo sobre el zinc
Parecido al viento
la grieta en el adobe desde donde veía a dios
Hacer al hombre y la mujer de barro
O una araña perfecta
Y al búho ciego de día
Minotauro de la noche
Y mi yo mismo ahora
Con ganas de llover sobre esta hora
Como lo hiciera la vida entre mis muertos idos
Con ganas de algo parecido
al mar de la niñez
Cargado de sal y de gaviotas y de barcos pequeños
y de perros flacos en chacarita Puntarenas
a las cuatro de la tarde
Y mi yo mismo ahora
Sin años borrados en la memoria
En la casa donde estuve sin edad sin tiempo
Donde todos siguen vivos
El tío el gato lento los pericos la rubeola iracunda
Donde la abuela se mece con el oído sordo
Y la quietud en llamas
Mascando a dios como el pan viejo
Y se abanica con amor los soles
y los veranos
de un dolor nuevo
POEMA 38.-
Porque obedeciste la voz de tu mujer y comiste del árbol del que te había prescrito no comieras.
GÉNESIS 3:17
Y mientras Dios
los expulsaba del paraíso,
él seguía sus pasos
de gacela única, sobre el pasto rebelde,
entre ángeles gordos
y arcángeles aburridos.
Ella era una tormenta
que lo golpeaba
por fuera
y un fuego raro que lo comía
por dentro.
Y vio, por vez primera.
Y oyó, por vez primera.
Y sintió, por vez primera
el cuerpo de Eva
Arder
como toda la pureza del pecado.
Y en la caída
vieron la tierra larga y ancha
entre pumas, fieras, ranas, pájaros,
nacimientos, muertes,
guerras,
perros y niños que jugaban
en un parque.
Y sintió, por vez primera, la belleza del
amanecer,
el aliento de la muerte,
el abrazo del hijo,
la lágrima implacable,
el dolor que escribía su dictamen
en las heridas que iban
uniendo
sus dos cuerpos
en uno solo.
En aquel maldito paraíso.
Paul Enrique Benavides (Costa Rica). Sociólogo y escritor. Asesor del Departamento de Servicios Técnicos de la Asamblea Legislastiva por 29 años (Comisión DDHH, Com. Especial de Educación, Com. de Zonas Fronterizas, entre otras). Pasante en las Cortes Generales (Parlamento español, 2008). Profesor invitado en la UNA, en el Centro de Estudios Generales (2016 - 2019) y coordinador académico del Grupo de Debate UNA (tres veces ganador del Debate Nacional Interuniversitario Alberto Cañas Escalante, Asamblea Legislativa de Costa Rica). Colaborador en la Revista Parlamentaria y en el PROSIC- UCR. Ha publicado en poesía: Duelos Desiguales (EUNED 2012), Oficio de Ciegos (Arboleda 2014), Apuntes para un Náufrago (Letra Maya 2017), Aspera Noche (Letra Maya 2019), Los papeles de Chantall (novela, Editorial El Gato y la bruja, 2021), Premio Nacional de Literatura, Aquileo J. Echeverría. Esperan su publicación en poesía: Entre Senos & Reptiles, Ciego de Noche (poesía reunida 2016 - 2021) y En el duro tiempo del amor (novela inédita).